Actualidad del melodrama
I, Me, Mine
Con mucha razón histórica, el PP tiene una idea patrimonial de lo que llama España, que sería cosa suya salvo algunas breves interferencias producto o del equívoco o de la conspiración. Ah, las esencias nacionalistas, cuando pretende monopolizarlas el Estado. A José María Aznar se le va la bola cuando dice que a él nadie le ha pedido perdón por la ocupación mora de España durante ocho siglos. A él nadie le ha pedido perdón, así que Españaz (que, por cierto, en aquel tiempo ni estaba ni se la esperaba) debe ser su segundo apellido. Y eso en plena revolución de Huracán Rajoy, ese peripuesto figurante de opereta, arengando a sus juventudes: "Haced de España una utopía" (se ve que no existe todavía), "queremos una España comprometida con la libertad", "el pasado, pasado está". Pues que dejen de tirar balones fuera con el 11-M. El líder de los alevines derechistas afirmó que Rajoy "se va a comer las próximas elecciones generales". Y tanto.
Universidad Internacional
Nada menos que una Universidad Internacional Valenciana es lo que se propone crear el Consell, en uno de sus grandes proyectos virtuales, justo cuando se enreda en tacañerías de prestamista en la financiación de las universidades valencianas realmente existentes. Departamentos hay en esas universidades donde los profesores se ven obligados a repetir como loros la misma clase consecutiva ante más de un centenar de alumnos, y donde las tutorías más o menos personalizadas en grupos de a ocho se multiplican hasta la extenuación, porque no es lo mismo para el profesorado distribuir a 40 alumnos en cinco grupos de ocho que hacerlo con más de cien alumnos. Y eso por no mencionar la falta de personal administrativo, que tanto tiempo merma al profesorado de sus auténticas ocupaciones. La crisis -organizativa y de función- de la Universidad no se resuelve mercadeando en vano con internacionalidades ilusorias.
Salvador
La película de Manuel Huerga, de título tal vez demasiado emblemático, sugiere el desconcierto de una época en la que cierta clase de nihilismo no podía sino resolverse mediante la violencia antifranquista, y se desliza en su segunda parte a la exposición, casi en términos de docudrama, de la brutalidad propiamente franquista. Era una brutalidad tan contagiosa como una melodía pegadiza, ahora lo sabemos, aunque me parece que siempre lo supimos. La izquierda respetable de aquel tiempo, o la que trataba de hacerse respetar, no podía defender a Puig Antich, un provocador antisistema ajeno a las consignas de partido, que fue ejecutado junto a un polaco que no era polaco y que ni siquiera se llamaba Heinz, para cumplir el expediente de cupo. Para despistar en algo que ningún demócrata, leninista o althusseriano, debería haber permitido jamás en su práctica ni en su conciencia.
Melodrama
El señor Francisco Camps, que desde julio ha optado por no querer saber nada de los periodistas, parece haberse propuesto también perder de vista a Joan Ignasi Pla, dilatando más allá de lo aconsejable la celebración del debate de política general. El asunto se complica con la presentación del líder socialista de una moción de censura, en que se presentará como candidato a la Generalitat en una especie de ensayo general de sesión de investidura. De momento, Camps, sumido tal vez en el arrobo del estupor, ni sabe ni contesta, y todo tiene ese aire de melodrama lánguido donde los resortes que mueven los hilos del destino son tomados como una especie de afrenta personal. Pla, es cierto, tiene muy poco que perder y casi todo que ganar en su moción de censura. Una moción en la que lo más relevante no es el pulso al adversario sino un severo repaso, acaso también algo melodramático, no tanto de la situación política de la Comunidad como de la actitud del Consell frente a ella. De ahí, quizás, el autismo de la melancolía.
Continuidad de los parques
Viendo algunas de las imágenes acumuladas del NO-DO parece inevitable el bobo recurso de rememorar la infancia en los cines de barrio de sesión continua, donde se pasaba tan ricamente la tarde de los jueves, cuando los adultos de periferia huían hacia el bar en cuanto empezaba la musiquilla del Parte fílmico del Régimen. El periódico del mundo mundial hace muy bien en rescatar todo ese material, que hacía un periodismo de investigación tan avanzado como el diario que ahora lo cobija, y viéndolo ahora, en compañía de algún sobrino adolescente, no es fácil evitar la premonición de que así que pasen varios años alguien recopilará parecido horror con las lunáticas páginas del diario del mundo mundial, su fanfarria y su trompetería tabernaria, sus umbrales y sus espadas.
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