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Columna
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Manifiesto de rebeldía

En los museos y las salas de exposiciones se está divinamente: buena temperatura, óptimo grado de humedad, limpieza y silencio. Es evidente que las obras de arte no sólo respiran un aire mucho más puro que los seres humanos, sino que viven rodeadas de unos mimos y cuidados que para sí los quisiera mucha gente. Cualquiera en realidad, porque a todo el mundo le gusta que le traten bien, no a gritos o a tiros (aunque sean al aire).

Pero hay momentos en que las exposiciones se agradecen mucho más si cabe. Cuando el ambiente exterior está particularmente cargado o contaminado, entras ahí como entrarías, después de un trecho largo de desierto, en un oasis: palmeras de sombra, agua clara, dátiles de inteligencia y expresión humanas. Supongamos que acabas de ver a unos tapados profiriendo amenazas y pegando tiros al aire en una campa, que no sólo te ha indignado, sino que te ha desolado ética y estéticamente el espectáculo, pues entras, por ejemplo, en la galería DV de Donostia, te encuentras con la exposición de fotografías de Daido Moriyama y el alma, que se te había caído a los pies, se te recoloca en su sitio.

Las fotografías de este artista japonés y la estampa del otro día en Oiartzun no es que sean distintas como el día y la noche, que hay noches y días que no se diferencian en brillantez (o en negrura); no, la distancia entre las imágenes de Moriyama y los encapuchados amenazantes de Aritxulegi, entre el relieve sutil de aquellas y el trazo plano de estos, es el abismo que existe entre lo lleno y lo vacío o lo fresco y lo marchito, entre la música y el aporreo, la respiración y el ahogo. Podría ilustrarse de mil maneras, pero yo cotejo mentalmente la escenografía deprimente de Oiartzun con las fotos de Moriyama y lo que se me ocurren son contrastes comunes y corrientes, metáforas de uso doméstico. Pienso que lo que esos encapuchados nos proponen, con sus fusiles en la mano, a lo que quieren condenarnos es a comer sólo los cuellos de los pollos de la vida o sólo las espinas de los pescados. A oler sólo flores pasadas. A movernos únicamente por estrechos pasillos, a imaginar rincones.

Y la vida no es eso; la vida da mucho más de sí. Incluye plantas vivas, paisajes anchos, pechugas de ave o lomos de pescado, emociones alentadoras, pensamientos inteligentes, anhelos humanos tan enérgicos e indomables como la aspiración a la felicidad, la libertad y la belleza. Contra todo eso disparan los encapuchados, los ogros del monte (rico paisaje convertido en pobre escenario) Aritxulegi. Qué imagen más antiestética componen. Qué modelo social más infeliz anuncian. Qué representación más totalitaria escenifican. Lo dicho, nos reservan los cuellos de los pollos, las raspas de los pescados, flores marchitas, movimientos inhibidos, deseos confinados, y la imaginación y el pensamiento condenados a esquinarse, a ubicarse en la parte de atrás de todo, no en la cara, sino en la cruz del mundo.

Cuando se producen hechos como los de Oiartzun se multiplican en los medios de comunicación las manifestaciones de crítica y condena. Es natural, pero entiendo que también es contraproducente. A fuerza de airear la noticia, de clonar las imágenes, de subrayar los dichos, al final esos encapuchados no disparan siete veces al aire, sino setenta; no amenazan una vez, sino cincuenta; no actúan un día, sino varios y en sesión continua. Y todos acabamos subidos a la noria de sus gestos o pinchados en el eje de sus palabras, dando vueltas y vueltas. No diré que no hay que hacerles ni caso informativo, pero sí que hay que dar espacio a lo otro, a la réplica que representan las flores sin cortar, los paisajes y las emociones sublimes, los logros del arte y de la inteligencia, los descubrimientos de los sentidos. Imagino, como perfectos manifiestos de rebeldía, informativos que dieran la noticia de Aritxulegi, juntando en una secuencia continua la imagen encapuchada y varios moriyamas, o, lo que es lo mismo, la raspa y varias ilustraciones del lado suelto, lúcido, carnoso de la vida. Se vería estupendamente que no hay ni color.

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