Con los carretones a cuestas

A los comerciantes de los encantes de Sant Antoni y a los libreros les gustaría poder sentarse a una mesa con los responsables del Instituto de Mercados para negociar tanto el traslado al mercado nuevo como el interregno de las obras. De ello depende, en buena medida, la continuidad de los negocios. No pocos están regentados por personas al borde de la jubilación y, en consecuencia, parece poco probable que se embarquen en una inversión de futuro.

Cuando funcione el nuevo Sant Antoni, los encantes no estarán como ahora en el patio exterior que quedará como espacio libre, tal como lo fue cuando se construyó en 1882 con el Eixample de Cerdà en proyecto. Los tenderetes se situarán en el espacio del patio interior que quedará libre de las actuales edificaciones. "Lo que nos preocupa ahora es saber dónde iremos provisionalmente. No renunciaremos a alejarnos del mercado del fresco", dice el presidente de los encantistas, Xavier Viader, en su puesto de lámparas.

La cuestión de dónde se ubican los puestos provisionalmente no es baladí, ya que los encantistas tienen que acarrear con los carretones de prendas, zapatos y todo lo que venden los lunes, miércoles, viernes y sábados. Lo mismo hacen los del mercado del libro los domingos. Los almacenes actuales están en la calle de Manso, en el pasaje de Sant Antoni Abad y en Borrell. "Y no podemos improvisar porque muchos de nosotros tenemos que encargar los pedidos con meses de antelación", apunta Vicenç Gasca, presidente de Sant Antoni Centre-Comercial.

Concentrar obras

Gasca confía en que la prolongación prevista de la línea 2 de metro desde Sant Antoni a la Fira se solape con las obras del mercado y poder concentrar ambas operaciones en uno de los ejes comerciales con más solera y más potentes de Barcelona. Sobre todo porque en ese tramo el túnel se tiene que construir a cielo abierto por la calle de Manso. Gasca cree que es imprescindible una reunión de todas las partes afectadas con el Instituto de Mercados para aclararlo todo y cerrar el acuerdo.

"Nosotros tenemos que ir de la mano con los encantistas en la ubicación provisional porque, como ellos, nuestros puestos se montan y se desmontan. Me parecería un despropósito que tuviéramos que acarrear con los carretones calle arriba y abajo. Entre otras cosas porque significará tener que empezar a movernos y hacer ruido desde la madrugada", opina Joan Pascual, presidente del mercado del libro. Ésta es una de las actividades que se ha mudado en varias ocasiones. A principios del siglo pasado los libreros se instalaron en Sant Antoni; en 1920 fueron trasladados al Paral·lel hasta 1936, cuando se situaron bajo la marquesina del mercado. De ahí tuvieron que salir cuando se construyó la línea 2 del metro.