La teoría conspirativa del 11-M, capítulo a capítulo
Las investigaciones judiciales y policiales han tirado por tierra las dudas del PP que insisten en implicar a ETA en los atentados de Madrid
La impostura suele tener apariencia de verdad. Las teorías conspirativas del 11-M han seguido los cánones de las imposturas históricas y, como ellas, parten de un pecado original. A saber: que la famosa mochila de Vallecas, la única desactivada y que fue la clave del 11-M, tenía metralla y las otras 12 no. Por lo tanto, "alguien", tuvo que colocarla allí, en la estación del Pozo del Tío Raimundo, sin que ni los heridos, los policías nacionales y municipales que lo acordonaron, los vigilantes jurados, bomberos, forenses, sanitarios, servicios de limpieza o medios de comunicación presentes vieran nada sospechoso en ese sentido entre tanto terror y destrucción de aquella mañana fatídica. Por lo tanto, decían, o había sido ETA o una enorme conspiración sin precedentes, que, a diferencia de otras teorías conspirativas similares (como la que aún perdura con escaso éxito sobre el 11-S en Estados Unidos), ha sido llevada al Congreso por el PP y se ha convertido en un caballo de batalla de Eduardo Zaplana (portavoz popular) y Jaime Ignacio del Burgo (diputado del PP).
El pecado original de la teoría es que no había metralla en la mochila de Vallecas
La única tarjeta de visita de la Kangoo era de la imprenta de un conocido ultraderechista
La última impostura ha sido la del ácido bórico, un borrador de informe que mezclaba a ETA, el terrorismo islámico y a un anarquista en una trama criminal para el 11-M, con la supuesta colaboración del Ministerio del Interior, que, según el diario El Mundo, falsificó un informe para el juez Juan del Olmo. Pero como ya ocurrió con la mochila de Vallecas, cuya validez como prueba ha sido acreditada ante el juez por decenas de policías; o con el hallazgo en la furgoneta Renault Kangoo de una tarjeta del grupo industrial vasco Mondragón, que resultó ser una cinta musical de la Orquesta Mondragón; o con la declaración de José Emilio Suárez Trashorras sobre que todo era un golpe de estado con ETA de por medio, desmentido por los investigadores cuando aún gobernaba el PP, ahora le ha tocado el turno al ácido bórico, cuyo uso terrorista lo ignora todo el mundo. Éstos son los principales puntos de la impostura.
- El ácido bórico. La noticia ocupó la primera página de El Mundo. "Interior falsificó un documento para ocultar al juez lazos entre el 11-M y ETA", decía. El diario explicaba que tres peritos químicos habían elaborado un informe sobre diversas cantidades de ácido bórico halladas en 2004 en el suelo de la cocina de la casa de un jefe del Grupo Islámico Combatiente Marroquí en Lanzarote, en el baño de un piso franco de ETA localizado en 2001 en Salamanca y en la casa de un joven antisistema en 1999 en Madrid. Los químicos concluían que, aunque ignoraban para qué servía esa sustancia y que era inusual su hallazgo en casos terroristas, todo estaba relacionado, porque seguro que se había usado para encubrir explosivos.
El informe definitivo entregado al juez no contenía ese vínculo entre islamistas, etarras y antiglobalización, ya que los jefes de la Comisaría General de Policía Científica decidieron eliminarlo, al considerar tal relación "elucubraciones y consideraciones subjetivas sin fundamento científico alguno". Ahora, el juez Baltasar Garzón, que investiga la implicación de Hasan El Haski en los atentados de Casablanca, ha imputado a los peritos por falsificación, dado que "simularon la fecha de firma y creación del documento".
- La mochila de Vallecas. Los teóricos de la conspiración hicieron una afirmación. Esa bomba desactivada era diferente de las demás, porque ésta tenía metralla y las otras, no. La explicación era que en las autopsias de los 191 muertos y en la exploración médica de los más de 1.700 heridos no había impactos de metralla. Sin embargo, de la primera revisión de autopsias salen 50 con metralla y numerosos heridos, algunos de los cuales están en puestos directivos de asociaciones de víctimas, aún tienen restos de metralla en sus cuerpos.
Pero es que el 7 de abril de 2004 un técnico en materiales de Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles (CAF) ya decía: "Es evidente la acción de la metralla en las zonas contiguas a la explosión: papeleras metálicas, respaldos de asientos". El 17 de marzo del mismo año, el jefe de control de calidad de Fainsa, fabricante de los sillones de los trenes, escribía tras visitar los vagones afectados: "Podemos afirmar que al tratarse de asientos con carcasas de fibra de vidrio, los proyectiles de metralla fueron sensiblemente amortiguados, evitando un mayor número de víctimas". Para demostrarlo, aporta cuatro fotos con evidentes impactos de metralla. El informe fue entregado a la Comisión de Investigación parlamentaria del 11-M el 8 de julio de 2004.
- La Orquesta Mondragón. El Mundo publicó que la furgoneta Renault Kangoo estaba vacía cuando fue localizada el 11 de marzo en Alcalá de Henares. Dos días después dijo que no estaba tan vacía, sino que había una tarjeta del Grupo Mondragón, la corporación industrial vasca, lo que demostraba la conexión con ETA. Sin embargo, ya el 18 de marzo de 2004, el entonces subdirector general Operativo, Pedro Díaz Pintado, firmó un documento certificando el contenido de la furgoneta y citando a quiénes fueron testigos del registro. El documento, incluido el dossier del PP llamado 11-M, toda la verdad en tiempo real, ya citaba que en la furgoneta había una tarjeta de una imprenta. Se trataba de Gráficas Bilbaínas, propiedad de un conocido ultraderechista. Y decía también que lo único que había sobre Mondragón era una cinta de la Orquesta Mondragón, el grupo del cantante vasco Javier Gurrutxaga. Los policías que han declarado ante Del Olmo han certificado que del consorcio industrial vasco no vieron nada.
La teoría esbozada es que la policía llenó la furgoneta con lo que le convenía, incluidos los detonadores y un resto de Goma 2 del tamaño de una vieja moneda de 500 pesetas. Pero el dueño de la furgoneta ha reconocido como suyos los enseres y existen fotos del registro, tomadas el mismo día 11, que demuestran que los detonadores y el resto de explosivo estaba dentro de una bolsa, en un cajón bajo los asientos delanteros.
- Las versiones de Trashorras. El Mundo publicó por entregas una entrevista al ex minero José Emilio Suárez Trashorras, para quien se piden miles de años por los atentados, en el que el imputado recogía casi literalmente frases y afirmaciones publicadas por los teóricos de la conspiración. Trashorras declaraba que Jamal Ahmidan, El Chino, tenía contactos con ETA y que el 11-M era un golpe de estado encubierto tras un grupo de islamistas, entre otros asuntos. Las declaraciones de este imputado, del que El Mundo subrayaba que su esquizofrenia se había agravado en prisión, contradecían sus declaraciones judiciales y policiales, pero también iban contra las de los policías y los agentes del CNI que le interrogaron. El comisario que dirigió la pesquisa en Asturias, Miguel Ángel Gamonal, informó por escrito al juez: "En ningún momento hizo mención a ninguna persona relacionada con la organización terrorista ETA ni a que alguno de los 'moros de Madrid" conociera o guardara algún tipo de relación con militantes de esta banda armada".
El testimonio de Trashorras quedó definitivamente en entredicho cuando EL PAÍS publicó un fragmento de conversación entre el ex minero y sus padres, grabada en prisión, ya que todas sus comunicaciones están intervenidas, en el que el imputado decía: "Mientras el periódico El Mundo pague, si yo estoy fuera, les cuento la Guerra Civil española". La entrevista, finalmente, incluía, palabra por palabra, editoriales e informaciones de El Mundo, e incluso alguna de las frases más repetidas por dirigentes del PP en relación con el 11-M.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.