El otro poeta
Tiene casi 85 años, y ni lo dice ni lo niega, porque es educadamente sobrio, y sólo aparenta una senectud senequista. Pasa algunas temporadas veraniegas en monasterios, como Silos. Pero no hace vida de monje, es como un oblato que entrara al claustro antiguo y noble a contemplar. Aire asceta en fulgor carnal. Pablo García Baena, cordobés, es un contemplador. Y ha sido también (los términos no se excluyen, se engarzan) un apasionado. Un pagano del cristianismo romano y apostólico, con cruz pero sin hogueras, con una infinita y jubilosa tolerancia. Enamorado de la belleza moceril del cuerpo, consecuentemente enamorado también del alma y de las nobles estofas y sedas bizantinas de los santos. Pero (por esteta) predicador humilde de la justicia, del bien para todos, de una vida más bella y más noble, tan lejana...
José Hierro no quería ir en ninguna antología en la que no estuviera García Baena
Poeta Pablo, puro poeta sin am
biciones, es decir, con todas las ambiciones del éxtasis. Encontrando, sin buscar demasiado. Enamorado de la palabra repujada y hermosa, sabiendo que poesía es claridad y misterio, y que nada excluye a nada, entre los buenos. Amigo y gustador de Ángel González, por ejemplo, e igual de amigo y gustador de Antonio Gamoneda, digamos. Él es el distinto, el otro camino -acaso la vía meridiana- que no cree en batallas por tronos o tiaras literarias, y que no dará la razón a los ninguneadores que actúan por bandería. (Lo siento por mi amigo el poeta canario, émulo de Valente, que tanto cree en la lid y la espada. No es humanismo eso).
Pablo García Baena -uno de nuestros grandes poetas vivos- es lo opuesto al medro y a la cucaña. Ha elaborado lentamente y lujuriosamente una obra lírica como los tapices que diseñaba él mismo en otro tiempo, cuando Miguel del Moral le pintaba las cabezas de los príncipes y los ángeles. Una obra perfumada de esmero, de perfección y de voluptuosidad masculina o de óleos penitenciales. Siempre se le recuerda como uno de los artífices y diseñadores de la revista Cántico, que acabó en 1957. Pero hay mucho más Pablo y mucho más lejos: Fieles guirnaldas fugitivas, el reciente Los Campos Elíseos. Impresionantes y sonoros versos por doquier: "Allí Venecia en el otoño adriático / su veronés veneno verdeante...". La Venecia con la que también quisiera sucumbir el anheloso de vida, que palpa muerte. Pero asimismo: "No era el amor y se llamaba Antonio". La vida excelsa y cotidiana. 'Viernes Santo' en un caleidoscopio de imágenes terribles y suntuarias. Don Luis, siempre el Don Luis cernudiano: 'Excelso muro'. El zahareño alcotán, el hermoso neblí de esplendor y niebla.
Lo parece y es cierto: estoy
reivindicando y abriendo un pequeño frasco de aromas para Pablo García Baena, porque es mucho más que un antiguo premio Príncipe de Asturias (1984) y mucho más, desde luego, que el director emérito del Centro Andaluz de las Letras. Es -lo repito- uno de los mayores poetas de la España de hoy, de las Españas. Pero se le cita menos que a otros, o lo reducen a Andalucía -no le importa- o le pintan como antiguo santurrón o antiguo muchacho, en las pretéritas noches de la lujuria y el jazmín de Córdoba. Hay para muchas anécdotas, y éstas (a la postre) elevan al personaje. Pero hay, además, mucha excelencia, mucho vuelo de altura, gran poesía, escasa ambición mundana, y todo ello -y su discreto nimbo de auténtica heterodoxia- cuadra mal con el tiempo este. Por eso se comparó (pero no es del todo cierto) con el mal comprendido Romero de Torres. Belleza, verdad, sensibilidad extremada. Poesía luminosa y joyante, honda y refulgente. Alto, verdadero poeta. Que se siente en los sillones de la primera fila, que elimine el mal de las batallas, que unja un nuevo clasicismo algo preciosista. Toda buena poesía es un tesoro, y la de Pablo es excelente. (Pepe Hierro no quería ir en ninguna antología en que no estuviese Pablo García Baena. Un gran poeta que sólo ha pretendido poesía y vida. Juntas. Inseparables. Misteriosa claridad. Llameante tiniebla).
El último libro publicado por Pablo García Baena es Los Campos Elíseos (Pre-Textos, 2006).
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