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Reportaje:

Sobrevivir sin papeles

Más de un millón de inmigrantes irregulares consiguen trabajo y vivienda gracias a la picaresca y la solidaridad entre compatriotas

Su nombre no aparece en los buzones, pero muchas viven internas en casas donde cuidan a ancianos o a niños que, al contrario que ellas, tienen DNI. Carecen de permiso de conducir, pero van en coche a trabajar en obras de la periferia urbana. Lo hacen a primera hora de la mañana, después de que algún operario les escoja y les recoja en multitudinarios castings clandestinos en plena calle. Más de un millón de personas en España no tiene papeles, pero trabajan, alquilan viviendas e incluso realizan trámites administrativos como abrir una cuenta bancaria. Algunos de ellos relatan cómo salen adelante.

OUMAR "Tengo un contacto en la construcción"

El 26 de septiembre de 2005, Ali, camerunés de 27 años, saltó la valla de Melilla y logró caer en el lado español. Antes intentaba colarse en alguna de las furgonetas que pasaban buscando peones para la construcción por una plaza madrileña, pero ha conocido gente y ahora le llaman muy a menudo. "Enseño los papeles de un amigo, que me cobra 150 euros por el préstamo y ya está. Me levanto a las 5.30 y vuelvo a casa a las 19.30, pero me pagan unos 1.000 euros y no hay problemas. Hace tres meses conocí a mi novia, una chica andaluza, y vivimos juntos. ¡Tengo casa, trabajo y chica. No deseo más!".

Oumar Konokomo, maliense de 24 años, sigue buscando. Cuando llegó a España en patera desde El Aaiún, le pagó 150 euros a un abogado que le prometió los papeles. No ha vuelto a saber nada de él. "Ni siquiera se dan cuenta de que lo que están haciendo estos abogados es un pequeño timo. Les cobran y les dan esperanzas cuando no las hay", explica Javier Ramírez, de SOS. Racismo.

Un año y ocho meses después, Oumar casi no piensa en el abogado porque nunca le han pedido los papeles. Ha trabajado repartiendo publicidad y, sobre todo, en la construcción. "Tengo un contacto que me llama cuando me necesita para alguna obra. También le ha dado trabajo a amigos míos".

EMILIA "Quiero trabajo para mi hija"

Los ciudadanos procedentes de Rumania forman la mayor comunidad de sin papeles de toda España, casi 200.000. "Nos ayudamos mucho entre nosotros. Hay empresas rumanas en España que contratan a sin papeles por solidaridad y porque les salen más baratos. Siempre vienen con algún contacto", explica Gheorge Gainar, presidente de la Asociación Cultural de Ayuda e Integración al Pueblo Rumano.

Emilia vino hace seis años. Su negocio en Rumania no había ido bien y decidió probar en España. El falso visado de turista le costó unos 800 euros. Cuando llegó, llamó a su contacto, una vecina de su hermano. "Me consiguió una cama en una casa con otras ocho personas. Había gente por todas partes. Se pasaban las noches hablando, bebiendo, fumando y no pude aguantar". Empezó a trabajar de interna cuidando a una anciana. "Estaba siempre en casa, porque no conocía a nadie. Apenas salía a la calle. Durante un año y ocho meses me dediqué a ahorrar. Luego, los hijos de la anciana me regularizaron pero me restaban del sueldo lo que les costaba mi Seguridad Social". Andrada, su hija, de 25 años, vino un año más tarde. Consiguió un permiso de trabajo que la autorizaba para trabajar sólo en el servicio doméstico, pero quiso encontrar algo mejor y se dio de baja. Ahora estudia música, pero está a punto de perder su permiso de trabajo porque nadie quiere contratarla fuera del servicio doméstico. "Quiero un trabajo para mi hija", dice Emilia.

Elina Polishchuk, de 43 años, es ingeniera de minas y llegó desde Ucrania hace seis. "¿Cómo? Ilegalmente, como todos. Compré una visa de turista para siete días, me quedé y empecé a buscar trabajo". Consiguió uno como interna. "Todos los que venimos somos trabajadores cualificados pero estamos obligados a limpiar casas hasta que conseguimos los papeles. La primera pregunta que me hacían era si tenía papeles". Elina no hablaba ni una palabra de español y pasaba los días estudiando en casa. Tardó casi un año y medio en regularizar su situación y se siente "más tranquila" desde entonces. "Antes era media persona".

ROCÍO "No le compensaba regularizarme"

Elvira y Sabino, bolivianos, llevan tres años en España. Los dos primeros, ilegalmente. Hoy hacen cola para renovar su permiso. La primera en encontrar trabajo fue ella, en el servicio doméstico. "Soy interna en una casa. El abogado de los señores me ayudó a hacerme los papeles. Ahora me ha dado vergüenza volver a pedírselo y he contratado a un abogado que me cobra 200 euros por los trámites", explica Elvira. Sabino empezó más tarde, en la construcción. "Hemos tenido suerte porque conseguir la primera tarjeta es muy difícil. Mi jefe también me ayudó mucho", afirma Sabino, que pidió cita para renovar sus papeles en abril.

En la misma cola, que da la vuelta a la manzana, Rocío, ecuatoriana, espera para renovar su documentación. Ha venido desde Pamplona, donde vive. Lleva en España cuatro años y sólo uno con papeles. "Dije que venía de turista. Me puse a trabajar vendiendo artesanía con un señor que no quiso regularizarme porque decía que no le compensaba. Ahora soy vendedora ambulante y ya no corro cuando veo a la policía. Al haber pasado tres años aquí pude acceder a los papeles pero se acaba de venir mi hermana, que no tiene papeles y además es menor, y no es fácil empezar", explica.

"Casi todos empiezan por el servicio doméstico y la construcción. Nadie va a inspeccionar las casas y los constructores se ocupan de darle puestos poco visibles o por la noche, que no hay inspecciones", explica Dora Aguirre, de Rumiñahui, asociación de ecuatorianos.

Oumar Konokomo, en un parque del barrio madrileño de Cuatro Caminos.
Oumar Konokomo, en un parque del barrio madrileño de Cuatro Caminos.PAULA VILLAR

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