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Reportaje:

"El trasplante me devolvió la libertad"

Andaluces receptores de órganos cuentan sus experiencias en la UNIA

A sus 21 años, África Álvarez sabe lo que es sufrir desde que era niña y todo debido a una parte del cuerpo que durante muchos años le ha marcado la vida: su pierna derecha. Cuando era un bebé la operaron varias veces para recuperar ese miembro y consiguieron su objetivo, pero fue a muy corto plazo. Con tan sólo 12 años los médicos descubrieron que tenía una pierna más larga que otra y por ello decidieron realizarle un alargamiento de tibia y peroné para resolver el problema. Pero no lo lograron. A partir de ahí y durante dos años, pasó un auténtico calvario, que la llevó a sumirse en una depresión. "Yo no era yo y estaba en la típica edad del pavo, en la que se suceden muchos cambios y se sufre mucho", relata. Su salvación, como reconoce, fue un trasplante de tendón que consiguió sacarla del pozo en el que se hallaba. "La intervención me devolvió la autonomía y la libertad y volví a ser la que era antes", cuenta emocionada.

Ésta es una historia de las miles que existen sobre personas que han conseguido reanudar su vida después de un trasplante. Muchas otras se quedan en el camino, esperando el órgano que consiga cambiarles radicalmente la existencia. Como señalan los médicos, la solidaridad es una pieza clave en este entramado, en el que España es un referente, ya que es el país del mundo con una media más alta en donaciones. Andalucía ha logrado situarse al nivel del resto del Estado, aunque le ha costado lo suyo, debido sobre todo al desconocimiento sobre lo que implicaba ser donante. "Hace diez años había un 50% de negativa a ceder los órganos de los familiares y esa cifra se ha reducido hasta el 16%", señala Manuel Alonso Gil, médico especialista en Nefrología y director del curso de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) sobre la situación actual de la donación, celebrado en Sevilla y que ha servido de marco para conocer las experiencias de varias personas trasplantadas.

Este cambio de mentalidad lo ha sufrido en primera persona Eva Pérez Res, que ha recibido a lo largo de su vida dos trasplantes de hígado, el primero en 1995. "Gracias a los medios la gente sabe qué son realmente, pero cuando yo me puse enferma era algo poco conocido", señala. Por ello, cuando le comunicaron que su vida estaba en manos de la solidaridad sevillana, sintió "tristeza". "Pensé que era muy difícil que alguien pensara en mí en uno de los momentos más duros, el de la muerte de un familiar muy cercano, por eso pensé entonces que el hígado no me iba a llegar nunca e hice fiestas de despedida con amigos y familiares, porque sabía, día arriba, día abajo, cuándo me iba a morir", recuerda Eva. Entre trasplante y trasplante, fue madre y, de hecho, durante varios meses el hígado de su hijo les salvó a los dos, ya que el de ella dejó de funcionar al cuarto mes de embarazo.

La conciencia social sobre este problema está cada vez más generalizada. De hecho, en los primeros nueve meses de este año se ha superado ya el número de trasplantes realizados durante 2005 -582- y se espera pasar la barrera de los 600. El más habitual es el de riñón. En este campo Juan Francisco Morales es un caso singular, ya que es la única persona en toda España que ha sido trasplantada después de 30 años de diálisis. Este duro camino comenzó cuando tenía 13 años y en este periodo consiguió un riñón, pero su cuerpo lo rechazó. Ahora, después de un segundo trasplante, la vida le sonríe. "Los que más han notado el cambio han sido mis hijos que ven cómo ahora los llevo al fútbol y los recojo del colegio", señala.

En los últimos años, los esfuerzos se están centrando en fomentar la donación de personas vivas. Sus órganos sólo pueden ser utilizados por sus familiares, pero en muchos casos es la solución más rápida y duradera. En la actualidad el 99% proceden de personas fallecidas. "El riñón de un familiar es un diamante para la eternidad", asegura el coordinador de trasplantes de Sevilla, José Pérez Bernal. Éste es el caso de María del Carmen Romero, que le dio uno de los suyos a su hijo de 27 años. "No aceptaba la enfermedad y no le importaba morirse, por eso el día más importante de mi vida fue cuando le doné el riñón", afirma.

Pérez Bernal destaca que "si hay algo que defina a los trasplantados es que disfrutan más de la vida, porque se han visto en un momento dado con una fecha de caducidad y han conseguido superarlo".

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