Se publica en castellano el libro del Guadalquivir de Paul Gwynne
El inglés Paul Gwynne, ingeniero hidráulico de profesión, recorrió el Guadalquivir, desde su nacimiento en la Sierra de Cazorla hasta su desembocadura en Sanlúcar, a principios del siglo XX. Gwynne dejó constancia de su viaje en el libro El Guadalquivir, su personalidad, sus gentes y su entorno en 1912 en la editorial Constable and Company de Londres. La editorial sevillana Renacimiento ha recuperado recientemente del olvido este libro en su colección Los Viajeros. Es la primera vez que el libro se publica en castellano. El historiador y geógrafo Antonio-Miguel Bernal ha escrito la introducción.
De Gwynne se sabe que procedía de una familia modesta, lo que truncó su deseo de estudiar arquitectura y lo empujó a seguir los estudios de ingeniería. El autor inglés "debió ser", según Bernal, "un ingeniero relacionado con las obras hidráulicas por entonces tan en boga y que de algún modo estuviera implicado o interesado en proyectos y planes de irrigación que se estaban llevando a cabo por doquier, Andalucía incluida". Gwynne escribe sobre pueblos y rincones, historia y sociedad, en la evocación de unas gentes más cercanas a los personajes que vieron George Borrow y Richard Ford que a los que pueblan hoy Andalucía.
Pasado milenario
"Concebido bajo el impulso de la aventura, escrito a comienzos del siglo XX cuando ya no quedaban tierras por descubrir en el planeta Tierra ni siquiera en África, nada mejor, entonces, que redescubrir aquellos territorios que, por su pasado milenario, tenían una personalidad suficiente para ser evocados y atraer la atención del presente. El Guadalquivir le parece perfecto a tal intento: en su formación, el valle es un territorio liberado tectónicamente de África, regalo de las fuerzas telúricas a Europa con la que, sin embargo, perteneciéndole, mantiene notorias diferencias -o, al menos, así suele describírsele-; su cuenca fue campo de batalla de titanes -Aníbal, César, Pompeyo, el ejército de Napoleón-, sus riberas fueron el jardín de infancia de la civilización española y, por dos veces, ciudades de su valle -Córdoba, en los tiempos oscuros europeos, y Sevilla, que abre Europa al Nuevo Mundo- ejercieron de capitales universales", señala Bernal en la introducción.
Gwynne caminó del brazo de unos sabios colaboradores a la hora de redactar su libro. Los presenta en las primeras páginas y adelanta que si algo de meritorio hay en su obra debe atribuirse a ellos. Los compañeros a los que alude el autor son escritores y artistas tan variopintos como Cervantes, Fernán Caballero, Velázquez, Murillo, Góngora, Pedro Antonio de Alarcón y José María de Pereda, entre otros. De la mano de tan ilustre compañía Gwynne se interna por un territorio en el que aprende lecciones de "gramática parda" o refiere "algunos cuentos de sobremesa". Nada se escapa a la pupila del autor inglés.
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