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Nancy Ajram ofreció en el Sant Jordi un concierto para minorías

La estrella del pop árabe congregó sólo a 200 espectadores

La gran estrella del pop árabe actuaba en Barcelona, y en el camino hacia el Sant Jordi no se veía un alma. La actuación de Nancy Ajram apenas atrajo a dos centenares de espectadores.

Dentro del recinto se descubrió una cosa aún más dolorosa: a la hora prevista para la actuación de Nancy aún no habían comenzado los conciertos de los dos teloneros, por lo que el acto se iniciaba con un retraso de al menos dos horas, entre otras cosas atribuibles a la bisoñez del organizador del acto, un restaurador libanés instalado en Barcelona que decidió darse el gustazo de contratar a la Madonna del islam. Porque Nancy viene a ser más o menos eso, una cantante que une las melodías populares árabes con una inspiración y vocación pop que la han convertido en una estrella en todo Oriente. Allí su imagen es popular en televisión y menudean sus actuaciones en hoteles, fiestas privadas, juergas de jeques y demás boatos en los que 60 euros, precio de la entrada del Sant Jordi, son la propina para quien aparca el Mercedes. La comunidad árabe de Barcelona aún no puede darse ese lujazo, y pese a que el alto el fuego en Líbano permitió a Nancy, libanesa ella, actuar en Barcelona, los precios de las entradas resultaron prohibitivos.

Llegó el gran momento de la noche y la banda de Nancy formó en el escenario. En total, 14 músicos vestidos de negro como ella, pero ninguno con el escote dadivoso que lució esta hurí hecha cantante cuya sola presencia ya comportó que algunas jovencitas se levantasen la camiseta, mostrasen el vientre y lo comenzasen a agitar como los no viajados hemos podido comprobar que se hace en los restaurantes libaneses.

Nancy Ajram es Madonna sólo en términos de popularidad, porque la libanesa se mueve menos que un cedro y dispone de un carisma que a ojos de un occidental no pasaría de discreto. Otra cosa es situar a una señorita rubia y escotada, cantando canciones de inspiración pop que, según dijo un amable espectador preguntado a bocajarro, hablan de amor, en un contexto musulmán. En estos términos, puede que Nancy Ajram deje a Madonna a la altura de una ursulina porque no es menos cierto que el grado de sensualidad que se vivió en la pista, llena de miradas inequívocas, algún gesto concupiscente y varios vientres tal que juncales azotados por la brisa, no se ha visto en el concierto de ninguna estrella occidental.

La expresión del público, que en cuanto salió Nancy franqueó las vallas que separaban la zona normal de la zona reservada, en la que toda la primera fila lucía el misterioso cartel de "Señora E. Mohamed", era de no poderse creer que estaba tan cerca de la diva. Ésta no respondió con un concierto largo, pero al menos se dejó ver, mostró profesionalidad, evidenció que el pop casa con todo, y de paso que Barcelona comienza a tener un papel, antes inexistente, para los artistas que sólo gustan a las que aún hoy llamamos minorías étnicas.

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