_
_
_
_
EL ENREDO | CINCO AÑOS DEL 11-S
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ni risa ni na

POR MÁS TRADICIÓN QUE HAYA EN ESPAÑA de reírse de la guerra y reírse de la muerte, con los atentados de las Torres Gemelas ha habido un punto y aparte. Más aún después de los atentados del 11-M en Madrid. Fue tan brutal el impacto de la muerte que seguramente seguimos en un estado de choque que nos impide reír. Sí ha habido humor después del 11-S sobre la guerra de Irak, porque ya es un humor más tradicional: sobre los políticos, sobre las mentiras, sobre su esfuerzo por enmascarar la realidad con las palabras. Ése es un escenario más convencional: nos intentan convencer de que hay guerras humanitarias, o de que vamos a matar a alguien, pero por su bien. Eso nos ha dado risa de toda la vida. Pero lo otro, no. De lo otro aún no sabemos reírnos. No del terrorismo. También tendrá que ver, seguramente, el hecho de que en España, hasta anteayer, te ponían un coche bomba unos señores muy serios con capucha blanca y boina. Cuanto más tiempo pase de alto el fuego permanente, más ridículo les parecerá al trío del comunicado habitual ponerse el uniforme de dirigirse a la ciudadanía. Chándal negro, capucha blanca y boina. Qué pereza. "Queridos ciudadanos: esto se está poniendo regular, y queremos avisar que cualquier día matamos a alguien, que me estoy calentandooooo, me estoy calentando".

Una de las sorpresas de estos cinco años es que Bin Laden no es un personaje de chistes, ni apenas hay humor sobre él

Cuanto más tiempo pasen sin matar, más difícil les resultará explicarse a sí mismos que su manera de matar tiene más sentido que el disparatado absurdo de estrellar un avión contra una torre de oficinas. "No, no, qué va. Nosotros lo del avión no lo haríamos nunca. Ni trenes. Nosotros, coche bomba, que es más fino". Aunque no sea un proceso racional, aunque sólo sea por sentido del ridículo, les va a resultar difícil volver a matar. O no. Vaya usted a saber. Tampoco es fácil descifrar los códigos de quien se pone una capucha blanca y una boina.

Ahora volvemos a la guerra. Las tropas españolas se desplazan al Líbano. Es una misión de paz, pero tras la expresión "misión de paz" se enmascara el riesgo. En España, siempre que salen nuestros soldados, parece que van de buen rollo. Por fortuna, tenemos a Mariano Rajoy para poner contra las cuerdas a Zapatero. "Y si es misión de paz, ¿por qué llevamos armas?". ¡Toma castaña! Ahí le ha pillado. A los Gobiernos les cuesta decir: vamos a una misión de paz en un escenario de guerra. En fin, según a qué Gobiernos. A George W. Bush no parece molestarle: "Somos un país en guerra", sostiene. Puede que sí, puede que sí.

Una de las sorpresas de estos cinco años es que Bin Laden no es un personaje de chistes, ni apenas hay humor sobre Bin Laden. No aparecen en la tele actores disfrazados de Bin Laden, apenas hay comentarios cáusticos sobre Bin Laden. Tenemos tanto miedo que ni nos atrevemos a reírnos. Si es verdad que estamos en guerra, empezaremos a ganarla el día que nos atrevamos a burlarnos del enemigo. ¿Saben lo que creo que puede suceder a veces? Por eludir la risa hacia Bin Laden, a veces parece que no es enemigo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_