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El nacimiento de un varón cierra la crisis sucesoria en Japón

La familia real vive el primer alumbramiento de un niño en 41 años

Los japoneses se despertaron ayer aliviados con la noticia de que a primera hora de la mañana la princesa Kiko, de 39 años, había dado a luz a un niño, cuyo nacimiento es el primero de un heredero al Trono del Crisantemo en casi 41 años. Con ello finaliza, aunque sea sólo a corto plazo, la crisis que, por carencia de descendientes masculinos por línea directa del emperador, sufría esta dinastía, la más antigua del mundo.

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Una madre plebeya

El bebé, el tercero en la línea de sucesión tras su tío, el príncipe heredero Naruhito, y su padre, Akishino, nació sin complicaciones en un parto por cesárea, la primera que se practica a un miembro de la familia imperial. El bebé nació a las 8.27 del miércoles (1.27 de la madrugada, hora peninsular española), en la semana 37ª de gestación, es decir, con 15 días de antelación. Pesó 2,558 kilos y midió 48,81 centímetros.

El recién nacido, cuyo cordón umbilical ha sido donado por Kiko a un banco de sangre "para ayudar a otras personas", protagonizará varios rituales que ratificarán su pertenencia a la familia imperial y su condición de sucesor al trono. El primero se produjo ayer mismo, cuando un mensajero de los emperadores puso una espada cerca de su almohada para ahuyentar a posibles demonios.

La noticia del nacimiento fue saludada por los ciudadanos de a pie, muchos de los cuales salieron a la calle con banderas y gritaron: "¡Banzai!" (¡victoria!). También la celebraron políticos de todos los partidos y los emperadores Akihito y Michiko, que la recibieron en la ciudad nipona de Sapporo, donde asisten a un congreso.

Sin embargo, no hubo unanimidad sobre la necesidad de reanudar el proceso -frenado por su máximo impulsor, el primer ministro, Junichiro Koizumi, nada más saber del embarazo de Kiko- para modificar la Ley de Sucesión al Trono, de 1947, que establece que los herederos deben ser varones descendientes por línea directa del emperador.

Koizumi pretendía equiparar los derechos de los descendientes con independencia de su sexo, en consonancia con la igualdad entre hombres y mujeres que establece la Constitución, impuesta por EE UU a Japón tras la II Guerra Mundial. La agencia de noticias japonesa Kyodo tituló incluso que el nacimiento del príncipe imperial "es un obstáculo para el debate político sobre la sucesión".

El pasado noviembre, un comité gubernamental de 10 miembros, creado por Koizumi, recomendó cambiar la normativa para que el primogénito de los príncipes herederos pudiera ser emperador, fuera varón o hembra, reforma que quería presentar al Parlamento antes de la pausa estival de julio.

La adopción de los cambios habría permitido que Aiko, hija de los príncipes herederos Naruhito, de 46 años, y Masako, de 42, pudiera suceder a su padre. Las prisas de Koizumi estaban justificadas porque este mes será relevado por un correligionario cuando concluya su mandato, en el que ha querido modernizar Japón al frente de su Partido Liberal Democrático (PLD). El segundo motivo es que la princesa Aiko, de cuatro años, único vástago en los 13 años de matrimonio de sus padres, tiene la edad en la que los futuros emperadores comienzan a recibir una intensa formación para su cometido.

El embarazo de Kiko, para la mayoría inesperado y para otros también oportuno, alentó esperanzas entre los miembros del ala derechista del PLD, ahora la más dominante, que vieron la posibilidad de no alterar la herencia dinástica tal y como ha sido desde sus comienzos, hace más de 2.000 años.

Sin los cambios, que la mayoría de los japoneses apoyaba antes de conocerse la nueva gestación de Kiko, Japón padecerá una nueva crisis dinástica porque no se puede garantizar que haya siempre herederos varones, advierten algunos expertos. Todo ello pese a la incongruencia que supone en la democracia más asentada de Asia, su primera potencia económica y la segunda del mundo.

El sexo de este primer nieto varón de los emperadores, Akihito y Michiko, abuelos ya de tres niñas, fue mantenido en secreto, a pesar de que la pasada semana trascendió que su padre, Akishino, se lo había revelado hace meses a un amigo. Los excesivos cuidados de Kiko, que ingresó el 16 de agosto en un elitista y moderno hospital de Tokio por presentar placenta previa parcial, también parecían indicar que se trataba de la venida al mundo de un varón.

Si los diarios sacaron números extraordinarios sobre la buena nueva, que distribuyeron gratuitamente por las calles y tiendas, las cadenas televisivas no quisieron quedarse atrás e interrumpieron desde primeras horas sus emisiones para ofrecer documentales sobre la vida de Kiko y la dinastía imperial.

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