Peligros al acecho
El panorama revela diversos frentes que hacen peligrar la paz mundial. Irán rechaza el ingreso de inspectores enviados por la OIEA. El objetivo era cerciorarse del cumplimiento de la prohibición que se ha impuesto a este país para continuar con sus pruebas de enriquecimiento de uranio. El presidente iraní continúa ignorando las amenazas de sanciones internacionales y pide negociar bajo condiciones distintas a las señaladas por EE UU.
Corea del Norte, periódicamente, renueva sus amenazas militares; recientemente anunció que los ejercicios militares realizados anualmente por EE UU y Corea del Sur son una provocación y convierten en nulo el armisticio establecido en 1953. Esta política le ha otorgado a Pyongyang un estatus para negociaciones con las potencias mundiales.
Irak y Afganistán continúan con frentes conflictivos. Las autoridades se ven constantemente desbordadas dando lugar a matanzas por centenares, a pesar de cumplirse el quinto aniversario del ingreso de la coalición en Afganistán.
En Líbano, la resolución 1.701 dispuesta por el Consejo de Seguridad de la ONU logró el cese de los enfrentamientos que sumían en un caos de horror al país. Aún hoy resta desplegar la fuerza internacional para así asegurar la retirada israelí y el desarme de Hezbolá.
Mientras ambos lados se adjudican la victoria, podemos apuntar que el Ejército israelí no es tan poderoso, o al menos no dejó la imagen de ser tan abrumadoramente superior a Hezbolá como se creyó a sí mismo. Lo vemos en los enfrentamientos tan extensos sin resultados evidentes, y las bombas caídas sobre territorio israelí, más la certeza que otorga observar la destrucción de Beirut, que no significa la de Hezbolá.
Que el Consejo de Seguridad sea una organización necesaria podría no objetarse. Que no debiera ser fríamente guiada por el grupo de los poderosos con derecho a veto -EE UU, Rusia, Reino Unido, Francia y China, más Alemania- y que debiera contar con una fuerza militar propia, tampoco.