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DESDE MI SILLÍN | VUELTA 2006 | Novena etapa
Columna
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Sobreviviendo

¡Vaya día! Más que un día cualquiera, ayer fue El Día. Con mayúsculas. Una de esas etapas que no se olvidan.

Yo estuve allí, en la mítica etapa de La Cobertoria de la Vuelta de 2006, contaremos algún día a los nietos. Sí, esa terrible en la que se subía también el durísimo alto de San Lorenzo y se superaban más de 5000 metros de desnivel.

Y sobreviví.

Ayer todos salimos a la guerra. Unos pocos, a pelear; el resto, a sobrevivir. Yo entre ellos.

Puede parecer un objetivo poco ambicioso, pero aseguro que no lo es. Uno ya sabe de sobra para lo que sirve. Así que nadie va a descubrir en mí a un escalador.

En esas etapas, con llegar a la meta ya te conformas. Y si puede ser gastando poco, mejor. Aunque bueno, ayer, sólo para terminar había que gastar muchas balas. O sea que el objetivo de fácil no tenía nada. Prueba de ello es cuántos quedaron por el camino.

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Hay un equipo, el CSC, que todos los años organiza en invierno prácticas de supervivencia extremas. Dicen que les sirve, aparte de para darse publicidad, para que los corredores se conozcan a sí mismos en situaciones extremas -sus reacciones, sus filias y sus fobias- y para ayudar a crear el espíritu de grupo.

En un equipo como ése y como el mío, con diferentes nacionalidades y lo que ello implica, diferentes culturas, es muy importante crear ese espíritu. Puede surgir espontáneamente, pero no está de más trabajarlo.

Lo que yo me pregunto es si estas prácticas no serán redundantes. ¿Para qué hacerlas si durante la temporada hay de vez en cuando días como el de ayer?

Yo, ayer, ya iba descolgado del pelotón principal en el kilómetro 35 -la etapa tenía 207-, en las ascensión al puerto de Connio.

Iba en un pequeño grupo de unos diez corredores, ninguno de mi equipo, pero allí sobraban las palabras para entendernos. Nada más quedarnos, ya estábamos organizados para nuestro objetivo: tratar de conectar de nuevo con el pelotón, en el mejor de los casos, o, si no, en caso contrario, tratar de llegar a la meta con el control abierto.

No fue fácil, pero lo conseguimos. El espíritu de aquel grupo funcionó a la perfección, menos mal.

Por cierto, en aquel grupo no había ningún corredor del CSC. Quizá al final tengan razón. Quizá para ellos lo de la supervivencia es ya una etapa superada y, claro, en estas etapas ellos parten con ventaja. No lo sé, ellos sabrán.

El caso es que yo sobreviví, crucé la meta a 32 minutos de Vinokúrov -creo- y sólo con eso ya estoy contento.

Y hoy, descanso. Qué alivio.

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