Yannakis, eterno héroe
Pannayotis Yannakis nació para ser héroe. Ya en nuestro primer encuentro, allá por 1975, durante los Campeonatos de Europa juveniles que se disputaron en Grecia, no era difícil darse cuenta de que nos encontrábamos con un jugador muy especial. No fue el primero ni el último. Poco tiempo después, aquella generación de Epi, Romay, Llorente y compañía disputamos un torneo en Mannheim (Alemania). La final fue contra Estados Unidos. Jugando de casi todo había un tipo llamado Erving Johnson. Pero, si en aquella ocasión no fuimos conscientes de que estábamos ante un partido de ésos que recordaríamos toda la vida por la oportunidad de cruzarnos con uno de los jugadores más atractivos que se han visto y disfrutado en una cancha, lo de Yannakis era más previsible, aunque parezca mentira tratándose del gran Magic. Su inusitada madurez con sólo 16 años, su capacidad de liderazgo y la conexión con la enfervorizada grada apuntaba a que Grecia había alumbrado un talento muy particular.
Pasaron los años y en casi todas las competiciones llegaba Grecia con Yannakis al mando de las operaciones. Crecía como jugador y como líder, pero todavía los griegos no contaban con un equipo a la altura de su categoría. Hasta que apareció Gallis. Y Fasulas. Y Christodulus. Grecia se convirtió en una pesadilla para todos hasta que en 1987 aprovechó la disputa de un Europeo en campo propio para proclamarse por primera vez campeones en una final ante la URSS de Tachenko, Walters, Homicius y Kurtinaitis que pasó inmediatamente a la historia por su dramatismo y la cantidad de talento que se juntó aquella noche. Gallis era el martillo pilón, pero el héroe local nunca dejó de ser Yannakis. Ante la frialdad asesina del anotador, el ahora técnico de la selección era cerebro pensante, líder espiritual, conector emocional con los aficionados y, si se necesitaba, ejecutor.
Por pura lógica, el futuro de tal personaje no podía ser otro que el de entrenador. Pasada una etapa de formación, se podía jugar a ganador apostando por que algún día se le vería en la banda dirigiendo a su selección. Su éxito, el mismo que tuvo como jugador, ha sido inmediato. El año pasado, otra vez campeón de Europa. Es el primero y único hasta ahora capaz de haberlo hecho como jugador y entrenador. Y éste, finalista del Mundial.
Dicen que los equipos y los perros acaban pareciéndose a sus preparadores y dueños respectivamente. En el caso griego se cumple la teoría. Yannakis ha sabido dotar a sus hombres de las mismas cualidades que poseía como jugador. No se sienten inferiores a nadie, priman lo colectivo sobre lo individual, dominan los entresijos del juego y, cuando hay que rematar las faenas, no vacilan. Con su mano y dirección, Grecia ha vuelto a colocarse en lo más alto del escalafón. Su estilo no enloquece, ni mucho menos. Pero, por encima de cualquier otra cualidad, son ganadores. Lo mismo que Yannakis, el eterno héroe griego.
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