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VIAJES INVENTADOS
Columna
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Camino a la Luna

Viernes 24 de febrero de 2010

Por fin es viernes y estoy en Cabo Cañaveral. Sí, voy a participar en el primer viaje turístico a la Luna. EL PAÍS quería que en un evento tan importante estuviera su mejor hombre. Pero al final no ha podido venir y he venido yo.

La operación esta supervisada por la NASA y patrocinada por Coca-Cola, que ha desembolsado cerca de 50 millones de dólares, a cambio de que dejemos una de sus botellas en la Luna. La conocida marca de refrescos organizó también un concurso llamado ¿Quieres viajar a la Luna? El ganador ha sido un hostelero bávaro muy simpático llamado Otto Schlöndorf. La Coca-Cola le da gases pero le encanta Flash Gordon.

La tripulación entonces está formada por tres expertos astronautas llamados Richard C. Granger, Steward Mizoguchi y Michael Harris junior, el hostelero bávaro y... ¡Tom Cruise! Que ya tenía el billete desde el 95. No salgo de mi asombro, voy a conocerlo. Espero que me enseñe una foto de su hija Suri, tiene casi cinco años y todavía no la ha visto nadie.

7.05. Los tres tripulantes invitados coincidimos por primera vez. Vamos a someternos a unos análisis clínicos completos que están dentro de las pruebas que la NASA realiza a todos sus astronautas. Como estamos en ayunas, no hablamos mucho entre nosotros; aun así, Tom se muestra muy accesible y sonríe constantemente. El hostelero bávaro le felicita por Top Gun y pasamos a que nos extraigan sangre.

Yo me encuentro en condiciones óptimas, Tom exactamente igual. Al hostelero bávaro le encuentran Tiobarbitol, que es un tranquilizante para caballos. Él explica, torpemente, que asistió a la boda de su prima Ingrid y que quizá se lo echaron en la cerveza. Al final es Coca-Cola quien debe mediar para que este detalle se obvie.

8.45. Pasamos a la prueba que mide la resistencia a la presión. Consiste en una cabina que da vueltas cada vez a mayor velocidad. Por cierto, el hostelero bávaro olvidó lo de ir en ayunas y comprobamos que ha desayunado fuerte.

13.25. Acabo de estar dos horas con un psicoanalista judío que me ha mostrado unas tarjetas con manchas, me ha sometido a hipnosis y me ha retrotraído al útero materno. Su diagnóstico es que puedo continuar, pero que tengo miedo al compromiso. Otto Schlöndorf, el hostelero bávaro, tiene complejo de Edipo, lo cual tampoco es óbice para viajar al espacio. ¿Qué le ha dicho a Tom Cruise? Nada, porque el señor Tom Cruise se ha negado a ser psicoanalizado. Por lo visto, la cienciología se opone. Puedes comerte la placenta de tu hijo, pero no puedes ser psicoanalizado.

Esto ha creado cierto malestar, pero el que peor se lo ha tomado ha sido el hostelero bávaro. Se ha encarado al actor y le ha dicho: "Tom, tu ego extiende cheques que tu orgullo no puede pagar".

Nuevamente, Coca-Cola ha tenido que interceder, porque estaban a punto de llegar a las manos. Si hubiera tenido que apostar mi dinero, lo hubiera hecho por Otto Schlöndorf.

Sábado 25 de febrero de 2010

10.00. Los seis tripulantes estamos dentro del transbordador New Columbia, con nuestros monos azules y nuestra ropa interior gris marengo, esperando la cuenta atrás. 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, 0. Una fuerza me empuja hacia atrás. ¡Dios mío! ¡Voy camino a la Luna!

Recibimos la primera comunicación desde la Tierra. Es Coca-Cola, nos pregunta si todo está OK y si llevamos la botella que dejaremos en la Luna. ¿La botella? ¿Dónde está la botella? Pregunto yo, ¿dónde está la botella? Pregunta Tom Cruise, ¿dónde está la botella? Preguntan al unísono los tres astronautas. Miramos al hostelero bávaro.

La botella no está, se la bebió Otto antes de despegar y la echó al reciclaje.

Último mensaje desde la Tierra: ¡Abortad la operación, ya hablaremos cuando lleguéis!

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