Pugna entre socialistas
A ocho meses de la elección, los socialistas franceses andan a la greña para designar a un candidato o candidata a la presidencia de la República. La favorita de los sondeos es Ségolène Royal, que aporta aires jóvenes y novedad, pese a sus 53 años y su condición de ex ministra. Hoy por hoy, ganaría frente a cualquier rival de la derecha. No es el caso de sus rivales socialistas. Pero la decisión sobre la candidatura la tomarán los militantes del Partido Socialista en las primarias del 16 de noviembre. Royal iba como un cohete, pero la reaparición del ex primer ministro y candidato socialista en 2002, Lionel Jospin, en la escuela de verano del partido en La Rochelle, le ha aguado la fiesta a la que sería la primera mujer candidata al Elíseo.
No es sólo una cuestión de personas y personalidades; también de contenido político. Salvo por la participación británica en la guerra de Irak, Royal no esconde su admiración por Tony Blair y las políticas de tercera vía que ha aplicado en el Reino Unido, a la vez que intenta robar a la derecha la agenda sobre la seguridad ciudadana. Aboga también por una democracia más deliberativa, pidiendo seguir a los ciudadanos en vez de liderarlos. La vieja guardia, con Fabius, Lang, Strauss-Kahn y otros que poca simpatía guardan entre sí, ha salido contra Royal, mientras el secretario general, François Hollande, no excluye su propia candidatura natural, pero tiene que respetar una difícil neutralidad al ser el compañero y padre de los hijos de Ségolène.
Para Jospin, los planteamientos de Royal son anatema. El ex primer ministro ha tardado cuatro años en dar explicaciones convincentes sobre por qué, tras su fracaso en la primera vuelta en 2002 en la que Le Pen quedó por delante de él, había tirado la toalla. No se ha propuesto candidato, sino que, altivo, espera que alguien le pida que acuda al rescate de los socialistas franceses. Para ganar unas presidenciales, y para gobernar, necesitan movilizar el voto de comunistas, verdes y otros sectores de la izquierda. Jospin perdió la oportunidad en 2002 por un exceso de confianza.
Toda la política francesa está necesitada de una renovación profunda de personas, ideas y procesos. Los dos mandatos de Chirac han narcotizado a un país que necesita despertar. Al menos, Royal ya ha animado la función.
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