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Reportaje:

Una ganadera vizcaína en Sevilla

Aguirre vive entre su casa natal de Berango y su finca de Constantina, donde cría una reconocida estirpe de toros bravos

Por distintas, y en buena parte ignoradas, razones, la ganadería de Dolores Aguirre (Berango, 1935) no participa con sus toros en la Feria de Bilbao desde hace varias temporadas. El carácter optimista y en apariencia despreocupado de la ganadera vizcaína llevan a pensar que sobrelleva este contratiempo sin acritud. "Lo cierto es que la última vez que se lidiaron mis toros obtuve varios premios, al mejor toro, a la mejor corrida, pero las circunstancias son las que son y con el tiempo no he recibido otra invitación para acudir. Y casi prefiero, quizás por cierto egoísmo. A mí me gusta disfrutar de la feria de mi ciudad y cuando he traído mis toros, lo he pasado verdaderamente mal", señala.

"Ahora se le da demasiada importancia al torero; muchas veces ni siquiera se pone el nombre del toro"
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Habla con la profesionalidad de quien rige personalmente una ganadería de la estirpe de los atanasios, una de las más bravas que se lidian. Este año, por ejemplo, los toros de Aguirre han estado presentes en la Feria de San Isidro, en Madrid, y en la de San Fermín, en Pamplona. Sin embargo, a mediados de los años setenta, la ganadera de Berango no se imaginaba que iba a pasar la mitad del año en una finca en Sevilla. En su familia siempre habían sido muy aficionados a los toros, "y, sobre todo, había una fuerte amistad con [el diestro] Antonio Ordóñez", matiza.

"Mi marido

[el empresario Federico Lipperheide] le pidió a Ordóñez si podía buscarle una finca con la única condición de que estuviera cerca de un aeropuerto, que no hubiera que recorrer muchos kilómetros de carretera para llegar. Y nos encontró la Dehesa de Frías de Hueznar en Constantina", recuerda.

Las cosas se complicaron cuando el torero de Ronda (Málaga) mencionó a Aguirre y a su marido una ganadería que se había puesto a la venta en las cercanías. "Soy muy aficionada y sé los toros que me gustan, pero no me atrevía a ponerme al frente de una ganadería. Eso es otra cosa, pero mi marido se empeñó y lo cierto es que, cuando tuvimos el tentadero construido, ya me decidí, porque eran encaste de Atanasio Fernández, que siempre me había gustado", relata.

Aguirre había reformado las construcciones de la finca de Constantina, que eran de adobe, y había levantado una pequeña plaza. "A partir de ese momento, ya ves la vaca que te interesa, la que tiene cierta casta; comienzas a entender al animal más en profundidad".

Pronto le alertó la consaguineidad de sus atanasios. Y fue entonces cuando el conde de la Corte le ofreció un semental, todo un privilegio. El primer toro que eligió se puso enfermo a los pocos años y el conde le volvió a ofrecer otro semental, un astado llamado Trotón. "El nombre no me gustaba nada, muy poco propio, y se lo comenté al mayoral. Él me pidió que buscara un nombre que empezara por t para no cambiar la señal. Justo entonces hubo una bronca entre el crítico taurino Navalón y los camareros del restaurante Los Tamarises [en Getxo] que tuvieron que calmarle. Decidí llamarle Tamarís".

Con Tamarís al frente, Dolores Aguirre fue creando un encaste reconocido por los aficionados al toro clásico. "A mí me gusta el toro toro, con fuerza, con poder, el que produce emoción", explica. "Creo que ahora se le da demasiada importancia al torero; hay muchas veces que ni siquiera se pone el nombre del toro", añade. "Claro que también comprendo que los toreros llamen más la atención".

Tras la feria de Bilbao, regresa unos días a Constantina, donde tiene "constantemente cosas qué hacer". Y su vida allí no es tan solitaria. Ríe cuando recuerda sus conversaciones con los vaqueros, cuando se los encuentra paseando por la finca. "El cigarrillo lo fuman siempre, la tertulia está asegurada. No te aburres nunca".

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