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Reportaje:PRIMERA PARTE

Los amos del rap

La vertiente musical del 'hip-hop' es un negocio que mueve 10.000 millones de dólares al año y el mejor vehículo para la transmisión de una cultura que extiende su influencia por el mundo. Éstos son algunos de sus protagonistas. Las leyendas, las estrellas y los alumnos aventajados de la rima española

En septiembre de 1984, sólo un golpe de Estado era capaz de igualar al Un, dos, tres en su capacidad de paralizar el país. De modo que allí estaban aquel viernes, ante una sociedad en suspenso, los South City Breakers, una decena de chavales de Madrid dejando con la boca abierta a Mayra Gómez-Kemp y una audiencia de 20 millones con su espectáculo de breakdance, un nuevo e imposible baile venido de las calles de Nueva York.

Francisco Reyes, esa noche un crío de 13 años pegado a la televisión en su casa del barrio de Hortaleza (Madrid), ya se podía considerar un veterano. Llevaba un año practicando break, desde que un amigo que tenía contactos en la base estadounidense de Torrejón de Ardoz le enseñó el primer truco. Hoy es profesor de la Universidad Complutense y ha establecido en su tesis doctoral (la primera sobre hip-hop en España, a partir de la que imparte una asignatura de doctorado) que la emisión de aquel programa fue uno de los hitos que marcaron la explosión de la nueva cultura. La actuación del grupo Break Machine en televisión, el programa de Kike Supermix en Radio Vinilo o el estreno de las películas Beat Street y Breakdance. Como en el plan maestro de una invasión silenciosa, todo contribuyó a desatar la fiebre.

El movimiento juvenil, 11 años después de su nacimiento en una esquina del Bronx, llegaba a España. O al menos, una parte de él. Conviene aclarar cuanto antes que el hip-hop es una cultura indisoluble formada por cuatro elementos: el baile, el grafitti y la parte musical que nos ocupa, el rap, que se desdobla en un mc (abreviatura de maestro de ceremonias y algo así como un cantante) que rima sobre la música que el dj le sirve con los dos platos y un mezclador. En la España de 1984, lo que pegó con inusitada fuerza fue el breakdance. "Entonces no teníamos conciencia del hip-hop como un todo. A aquello lo llamábamos música de break", explica Reyes.

Mucho han cambiado las cosas. Hoy, el rap es el vector dominante de esta cultura. Sobre todo si nos referimos al negocio, pues mueve unos 10.000 millones de dólares anuales, según la revista Forbes. También es un idioma universal que determina la moda, la publicidad y cualquier faceta de la cultura popular que pueda nombrar. Una lengua que se habla por igual en los despachos en Manhattan de las grandes multinacionales de la música y en los suburbios de las megalópolis del Tercer Mundo. Más del 70% de los discos vendidos en Estados Unidos pertenecen a este género. En España, con una media de cuatro lanzamientos por mes, casi todas las referencias editadas por discográficas independientes logran alcanzar las 5.000 copias vendidas, una cifra nada desdeñable, dada la crisis de la industria. Y eso si no hablamos de la clase alta del rap español. Grupos como SFDK, Violadores del Verso, Haze o Mala Rodríguez colocan sin esfuerzo cantidades cercanas o superiores al disco de oro (40.000 copias).

No siempre fue así. Cuesta creerlo, pero pasaron seis años entre que nació la nueva música y el día en que alguien pensó en comercializarla. Es decir, desde aquellas fiestas del verano de 1973 en las que el inmigrante jamaicano Kool Herc regaló al mundo el germen del rap, una técnica que consistía en alargar con dos copias idénticas de un disco la parte más bailable de un tema de funk, hasta que la productora Sylvia Robinson, ubicua presencia en la música negra de las últimas cuatro décadas, se sacó de la manga el grupo Sugarhill Gang y publicó en 1979 Rapper's delight, una canción de 15 minutos que convencionalmente se considera el primer rap grabado (los estudiosos precisan que en realidad todo empezó meses antes con King Tim III, de Fatback). De Rapper's delight se vendieron ocho millones de copias.

Bill Adler era entonces un crítico musical judío de 30 años en el periódico Boston Herald. Escuchó Rapper's delight y su vida cambió. "Fue uno de los fenómenos más interesantes que yo haya vivido", recuerda Adler desde la galería de arte consagrada a la cultura urbana que dirige en Manhattan. "Existía una versión corta, de unos tres minutos, para las radios. ¡Pero todo el mundo pedía que pinchasen la de 15 minutos!". Adler se mudó a Nueva York y se convirtió en uno de los primeros periodistas en documentar el movimiento y las estrellas de la vieja escuela (término que acota la época comprendida entre 1973 y 1986): Kurtis Blow, que fichó por una multinacional; Grandmaster Flash o Afrika Bambaataa, grandullón visionario -junto a Flash y Herc, uno de los padres del rap- autor de Planet Rock, con el que, según el teórico Jeff Chang, el hip-hop "adquirió dimensión universal".

En 1984, Adler escribió una canción con la que pretendía evitar que Ronald Reagan ganase las elecciones aquel año. Se la ofreció a Russell Simmons, representante de Kurtis Blow. La canción nunca se vendió ("era muy mala", reconoce Adler), y Reagan se convirtió en presidente, pero Adler entró a trabajar en la discográfica recién creada por Simmons, Def Jam, un sello llamado a cambiar la historia de la música popular. En él publicaron Run-DMC, los primeros en concebir álbumes como algo más que una sucesión de canciones, o Beastie Boys, una banda de punk rockers que, por indicación del genio de la producción Rick Rubin, la otra mitad de Def Jam, se pasaron al rap y consiguieron el primer número uno del estilo. A finales de los ochenta, la escudería del sello neoyorquino contaba con una alineación irrepetible: Public Enemy, LL Cool J, Slick Rick, Eric B and Rakim…

La mayoría de ellos pasaron por el programa Yo! MTV Raps, un espacio consagrado al hip-hop desde 1988 por la cadena musical estadounidense. "En sus primeros años, el canal programaba pocos artistas negros. Eso cambió con el éxito sin precedentes de Thriller, de Michael Jackson. No pudieron ignorarlo", recuerda Touré, novelista negro y especialista de rap de Rolling Stone y CNN. Curioso, porque la historia de los videoclips del rap y la estética de la cadena han ido desde entonces parejas. "Con aquel programa", añade Touré, "el hip-hop alcanzó una audiencia masiva en Estados Unidos y el resto del mundo".

En España, gracias a éxitos como el de Mc Hammer o Vanilla Ice, dos compañías discográficas (Troya y Ariola) publicaron en 1989 dos discos recopilatorios de grupos de rap españoles: Madrid hip-hop y Rap'in Madrid, que contenían los torpes intentos de importar el estilo a cargo de nombres como Jungle Kings o Mc Randy y DJ Jonco (cuyo Hey, pijo se convirtió en un éxito aquel año). Aunque habría que esperar a 1994 para hablar de historia seria y grabada de rap en español, cuando Madrid, zona bruta, de Club de los Poetas Violentos, inauguró una senda por la que tres años después transitaban decenas de grupos.

Entre las preocupaciones líricas de la mayoría del rap español (Nach, El Chojín o Violadores del Verso son sólo tres ejemplos) siempre ha ocupado un lugar preeminente la realidad social, lo que desde el principio conquistó las audiencias adolescentes (el grueso de los seguidores del hip-hop en español) y le dio su verdadera personalidad frente al modelo americano. Lo mismo sucedió con el rap en lugares como Francia, donde la legión de desfavorecidos que pegó fuego al país el pasado otoño sólo encuentra el reflejo de sus problemas y su rabia en las rimas de grupos combativos como IAM o Les Chiens de Paille.

Ésa es la auténtica estrategia de dominación del rap en el mundo. Una mezcla de conexión con los problemas de la calle y la utilización de todos los medios que brinda el poscapitalismo. Esto último, sobre todo, en Estados Unidos, donde, superados los primeros noventa, el activismo político de KRS-ONE y Public Enemy (para cuyo líder, Chuck D, el rap era la CNN de los negros) o los mensajes positivos de afrocentrismo del colectivo Native Tongues, el rap se convirtió en el enorme, disparatado y muy lucrativo negocio que es hoy. "Ya en Rapper's delight se hablaba de tarjetas de crédito y chequeras", aclara Jeff Chang, autor del libro Can't stop won't stop: a history of the hip-hop generation, un ensayo que triunfa al demostrar que, quizá más que ningún estilo musical, la historia del hip-hop se traza pareja a la de los cambios sociales. "El rap empezó como una música festiva. Y lo que vemos hoy en la MTV es la parte que las compañías han podido empaquetar. Un rapero en un vídeo de tres minutos enseñando tu vodka, tu ropa y tus coches es mejor que cualquier anuncio que el dinero pueda pagar. Quedarse con eso es dirigir el foco a una minúscula parte".

Bajo esa luz se celebra el circo de dimensiones romanas del rap comercial actual, un culebrón que no escatima en nada: muertes (nadie parece haber aprendido la lección de los asesinatos de Tupac Shakur y Notorious BIG de hace 10 años), cárcel, enfrentamientos, joyas… Y fuera queda todo un interesante movimiento de sellos independientes estadounidenses, así como el rap de países como España, Reino Unido o Francia. O iniciativas como la del Museo de Historia Americana del Instituto Smithsonian, que en febrero empezó a montar una exposición permanente sobre la cultura hip-hop. "Y si algo tan vivo entra en los museos, podemos darlo por muerto", dijo Russell Simmons con ironía cuando se dio a conocer la iniciativa. Muchos están de acuerdo con este modo forense de ver el rap, como el crítico del Village Voice Greg Tate, autor del sonado artículo El 'hip-hop' cumple los treinta, ¿qué demonios celebramos? El estado de las cosas en España hace pensar justo lo contrario: la proliferación de grupos nuevos es enorme. Adler, simplemente, se ríe. A sus 57 años ha visto morir al hip-hop varias veces.

Beyoncé Knowles: La novia del 'rap'

Cantante, compositora y actriz, nació en Tejas hace 25 años. Ex Destiny's Chile. En septiembre publica su segundo disco en solitario.

Más diva del pop que rapera al uso, notable cantante de r&b (que es como llaman al 'soul' que cabe en un 'videoclip' superproducido de tres minutos), integrante (la más lista) de Destiny's Child, el grupo de chicas más vendedor de la historia, y niña prodigio, subió a un escenario a los nueve años. Todos los logros de Beyoncé quedan ensombrecidos por una sola canción. 'Crazy in love', el tema que abrió su primer disco en solitario, compuesto e interpretado junto a su pareja Jay-Z, puso en 2003 a bailar a todo el mundo. A partir de entonces, nada fue igual. De ser una de las tres de Destiny's Child (disolvió el grupo en 2005) pasó a convertirse en un icono pop con una inusual forma puritana de ver la vida (no cree en el sexo antes del matrimonio); una de esas actrices que garantizan un taquillazo y un objetivo privilegiado de los olfateadores de tendencias. La gracia está ahora en saber si 'B'day', su nuevo disco, estará a la altura de las circunstancias.

Eminem: El genio malo

Marshall Mathers III. 33 años. Criado en Detroit. De sus 6 discos ha vendido 73 millones de copias. Probablemente, el rapero más famoso del mundo.

Cuenta la leyenda que el productor Dr. Dre halló una de sus maquetas en el suelo de un garaje. El resto es la historia más formidable del rap moderno. La de un escritor cuyas letras admira el Nobel de Literatura Seamus Heaney; un blanco que la cultura negra puede respetar, y un inadaptado social cuya rabia y sed de controversia no han calmado los millones de dólares, la marca de ropa o el sello que posee. Con su música y la película que protagonizó (8 millas, que le valió un Oscar), el hip-hop llegó a un público masivo en España. Hace un año, exhausto y enganchado a los tranquilizantes, canceló su gira para ingresar en una clínica. Elucubrar sobre su futuro y su posible retiro es pasatiempo preferido del mundo del rap.

Frank T y violadores del verso.

Esas rimas en el aire Frank T (izquierda), congoleño de 33 años, pionero en España. Los zaragozanos Violadores del Verso son una de las bandas con más seguidores.

Las bases aéreas de Torrejón de Ardoz (lugar en el que creció Frank T) y Zaragoza (ciudad en la que Violadores encabezan una de las escenas más potentes) funcionaron en los ochenta como agujeros negros por los que la cultura del 'hip-hop' se infiltró en España. Por eso no es raro que Frank T estuviese al principio. En 1994 participó en el primer disco de 'rap' ambicioso en castellano, 'Madrid: Zona Bruta', del supergrupo madrileño Club de los Poetas Violentos. El ejemplo cundió con fuerza en ciudades como Zaragoza, y bandas como Violadores del Verso (de izquierda a derecha, Kase O, Líriko, R de Rumba y Hate), que pertenecen a la siguiente oleada de un género que no tardó en hallar su personalidad en sonido y letras. Desde la más rabiosa independencia, Violadores, que graban su esperado retorno cinco años después, se han convertido en un grupo vendedor (unas 120.000 copias en total) y venerado. Frank T, con seis discos en solitario, es una de las voces más respetadas. También es productor, promotor de los originales La Excepción y conduce un programa de Radio 3, 'La cuarta parte'.

Tote King, Griffi y Juan Solo: AVE Sevilla-Barcelona

Desde la izquierda, el 'mc' Tote King (sevillano, de 28 años), el 'dj' y productor Griffi (Terrassa, 32 años) y Juan Solo (Rubí, Barcelona, 35 años).

Se conocieron en un concierto en Sevilla de Solo los Solo (el dúo que formaban Juan y Griffi). Tote llevaba una de sus primeras canciones y acabaron charlando de música y bebiendo hasta las tantas. Un par de años después, Griffi produjo un tema en el primer disco en solitario de Tote King, ya entonces uno de los mejores rimadores de la escuela sevillana, fundamental foco creativo del 'rap' en español gracias a nombres como SFDK. Para Griffi, su estudio, que bautizó Strictly Jabugo, es un instrumento con el que consigue ese sonido que la crítica y sus compañeros de profesión reconocen entre los más personales de Europa. Junto a Juan, mago en el arte de decir mucho sin gastar demasiada saliva, firmaron como Solo los Solo tres brillantes discos de 'rap' ibérico (el tercero, 'Todo el mundo lo sabe', aún lo defienden en directo). ¿Lo último? Tote y Griffi han grabado juntos 'Al rojo vivo', tema de la selección española de baloncesto para el Mundial de Japón.

Grandmaster Flash: Ruedas de acero

Joseph Saddler. Barbados, 1958. Visionario. Sentó las bases de la técnica del 'dj'. En los ochenta hizo madurar el estilo.

Vértice del triángulo de innovadores que en los setenta crearon el rap (con Afrika Bambaataa y Kool Herc), Flash fue el científico del estilo. Perfeccionó la teoría de la mezcla rápida, que permitía extender las partes instrumentales y llevar al éxtasis a los asistentes a sus conciertos callejeros que desde el verano de 1975 lo hicieron famoso. En 1981 grabó una de sus asombrosas demostraciones de destreza, que se cuenta entre los primeros clásicos del rap, y lo bautizó como una poesía futurista: Las aventuras de Grandmaster Flash sobre las ruedas de acero (los platos). Al año siguiente, su grupo Furious Five editó el tema The Message, y el rap se hizo mayor de edad a base de adquirir conciencia social. La canción, un éxito pese a que en la discográfica se veía más como un suicidio comercial, describía la jungla del gueto, un lugar poblado por yonquis con bates de béisbol, ratas y vidas de segunda. En 2004, Flash, aún en activo, se convirtió en el primer rapero candidato a ingresar en el Salón de la Fama del Rock.

The Fugees: Los hijos pródigos

Pras (izquierda), Lauryn Hill y Wycleff Jean. Se separaron tras vender más de 17 millones de copias de 'The Score'. En 2005 anunciaron un álbum de regreso.

Uno no hace el disco de rap más vendido de la historia y se disuelve como grupo por las buenas. The Fugees, sí. Uno no crea en solitario una de las obras más sublimes y duraderas de los noventa (The miseducation of Lauryn Hill) y se esfuma así, sin más. Salvo si es Lauryn Hill, claro. Cuando el trío reapareció el 18 de septiembre de 2004 en un concierto callejero organizado por el cómico Dave Chappelle (que luego se convirtió en la película Block party), los seguidores de The Fugees ya habían dejado de esperar. Habían asumido que Lauryn y Wycleff eran incompatibles (la relación se describió una vez como "emocionalmente tóxica"); que los tres habían hallado vida más allá del grupo, y que ella, perfeccionista hasta la patología, no quería ser la acompañante de nadie, ni tampoco brillar por sí sola. Pero de pronto había esperanza. Dieron unos cuantos conciertos, grabaron una canción y anunciaron el esperadísimo nuevo álbum del grupo que devolvió la preocupación social y el optimismo al hip-hop de mediados de los noventa, cuando el gangsta rap, violento y nihilista, reinaba en las listas de éxitos y en las calles. El regreso aún sigue sin fecha. Los seguidores, agarrados a un espejismo.

Diddy: El último magnate

Sean John Combs. Neoyorquino, de 36 años. Presidente de Bad Boy Entertainment. Actor, productor, diseñador de moda y emperador del entretenimiento. En octubre publicará su quinto álbum.

Diddy —el artista antes conocido como Puff Daddy, Puffy y P. Diddy, y autor de la frase "la P me separaba de mis fans"— ha producido más de 70 álbumes, creado reality shows, participado en películas y producciones de Broadway, organizado el maratón de Nueva York y una campaña para promover el voto en Estados Unidos. Tiene una marca de ropa urban y otra de sastrería, un premio al mejor diseñador de moda masculina estadounidense del año (2004) y un perfume. Ha definido, quizá más que nadie, la estética del hip-hop tal como se conoce hoy en todo el mundo (chicas, cochazos, jacuzzis) y presenciado en marzo de 1997 el tiroteo que acabó con la muerte, aún sin resolver, de su amigo y protegido Notorious BIG, uno de los mejores raperos de la historia. Sale por igual en las páginas del ¡Hola! (salió con Jennifer López), en la lista de ricos y poderosos de Forbes (en 2005, la publicación le atribuyó 16 millones de dólares de ganancias) y en las revistas especializadas en hip-hop, donde, por extraño que parezca, se respeta su historia de éxito.

Missy Elliott: La reina madre

Melissa Arnette Elliott. Nació hace 35 años en Portsmouth (Estados Unidos). Es la estrella femenina de 'hip-hop' que más discos ha vendido.

En un mundo criticado por ultramasculino hasta la náusea (cierto que casi siempre con razón), Missy Elliott es una heroína. La desafiante prueba de que en el rap es posible trascender al papel de la más jamona del videoclip. Cuando en 1997 publicó su primer álbum (con la ayuda de su amigo del instituto, el productor Timbaland), el mundo descubrió a una deslenguada intérprete que escribía sus propias canciones, rapeaba con procacidad sobre el nuevo femenino, vendía muchos discos y no necesitaba ni cantar baladas ni salir medio desnuda para llegar a lo más alto. Tanto tiempo después (también es única en esto, las carreras femeninas no suelen ser de fondo en el rap) sigue siendo la reina. La más influyente de las chicas.

50 cent: Vivo y obscenamente rico

Curtis Jackson III. Neoyorquino, de 30 años. Productor, 'mc' y actor. Ha vendido 26 millones de copias de sus cinco discos.

Es el arquetipo de rapero del nuevo milenio. El pasado (traficante adolescente, nueve balazos en el cuerpo y la cárcel) atestigua su "credibilidad callejera" tanto como el hecho de que antes de escalar las listas fue estrella de la escena de las mixtapes, discos grabados al margen de las compañías que se venden de modo casi clandestino. Una visión absolutamente comercial (Enriquecerse o morir llamó al disco que le dio fama) le ha hecho aprovechar todas las oportunidades: la marca de ropa, las zapatillas a las que da nombre, el cine y hasta el mercado literario (edita best-sellers sobre su vida). Cultiva las amistades (cuenta con un escuadrón de raperos, la crew G Unit, a los que protege y le protegen) y las enemistades; tiene asuntos pendientes con varios músicos de aspecto temible. Pese al circo, es uno de los mejores mc de su generación.

Kanye West: Único e intransferible

'Mc' y productor, de 29 años. Creció en Chicago (Estados Unidos). Seis premios Grammy. Este otoño lanzará Pastelle, su línea de ropa.

Su defensa de los gays, la denuncia del tráfico ilegal de diamantes en Sierra Leona y, sobre todo, aquel acto televisado en ayuda de las víctimas del Katrina en el que se saltó el guión y dijo que a Bush no le importaban los negros, le ganaron el respeto de su comunidad y los liberales de medio mundo, poco acostumbrados a atender a las voces del 'hip-hop'. Todo ello, sin embargo, no es más que accesorio del tema central: su ego, que no cabría en un estadio de fútbol y le ha llevado a enfrentarse a cada jurado que ha osado no premiarle. KanYe, el único en swahili, apodado 'Louis Vuitton Don' por sus estilismos, se tiene por el mejor músico vivo (y puede que muerto). Los expertos no lo creen tan descaminado: su obra (dos álbumes propios y un centenar de canciones como productor) ha contribuido a renovar la vertiente comercial del género, cuando ésta, agonizante, sólo daba bocanadas que sonaban idénticas las unas a las otras.

Mala Rodríguez: Original mestizo

María Rodríguez. Jerez de la Frontera (Cádiz). 27 años. Su música mezcla 'rap' y flamenco; sus letras son únicas.

Se podría decir que de su llegada, el 'rap' español está aún por recuperarse. Tanto descaro y esa personal forma de contar las historias más complicadas sin aparente esfuerzo convirtieron el fenómeno callejero, una rapera aflamencada con un par de maquetas, en la primera demostración de que en España existía un gran público para el 'hip-hop'. Sin apenas promoción, se vendieron 50.000 copias de 'Lujo ibérico', un disco sobresaliente y difícil de superar. Luego llegó Paz Vega y se desnudó en 'Lucía y el sexo' al ritmo de 'Yo marco el minuto', y Mala se convirtió en la primera en fichar por una multinacional (Universal) y en la única en no perder la credibilidad por ello. Con 'Alevosía', su segundo disco, siguió la progresión mestiza. Después de un tiempo apartada del foco (acaba de ser madre), está preparando un nuevo trabajo, que se publicará en marzo (antes se edita en octubre el sencillo 'Por la noche'). El disco ya tiene título: 'Malamarismo'.

Outkast: Los hermanos del espacio

André '3000' Benjamin (izquierda) y Antwan 'Big Boi' Patton. Dúo de 'rap' excéntrico de Atlanta (Estados Unidos). Más de 20 millones de copias vendidas de sus seis trabajos.

Para muchos, son el grupo de rap que escribió Hey ya!, un monumento imperecedero al pop inteligente. Para otros, ese dúo que editó en 2003 la obra maestra Speakerboxxx / The love below, un doble álbum en el que cada cual firmaba su disco sin que aquello significase la disolución del grupo (de hecho, se siguen llamando "hermanos" en público). Para todos, la gran incógnita de la música moderna. ¿Cómo un par de raros que hacen rap vanguardista se las han apañado para vender más de 20 millones de discos? Nadie lo sabe, y muchos lo habían intentado antes. La última excentricidad ha sido hacer de su séptimo álbum la banda sonora de una película de los años treinta (Idlewild) protagonizada por ellos mismos. El resultado es tan extravagante y adictivo como cabía esperar. Por si fuera poco, OutKast son los responsables de haber abierto un enorme hueco por el que se han colado en las listas de éxitos un montón de raperos del dirty south, como se conoce el hip-hop del sur de Estados Unidos.

Run-Dmc y Beastie Boys: La edad de oro

Leyendas de los ochenta. Run-DMC, pioneros en casar 'hip-hop' y rock. Beastie Boys, autores del primer disco de 'rap' en llegar al número uno.

Una azotea de Manhattan. Mayo de 1987. Run-DMC y Beastie Boys. El primer grupo de rap negro en conquistar audiencias blancas y la primera banda formada por blancos en hacer historia en el hip-hop. Run-DMC crearon en 1986 con Aerosmith, estrellas en horas bajas, el éxito Walk this way, y las emisoras de rock y su público masivo descubrieron el nuevo estilo. Ese año, Beastie Boys, con vitriólico humor y sensibilidad judía, publicaron Licensed to ill, el disco de rap favorito de los que no soportan el hip-hop. La expresión artística del gueto abrazaba la cultura pop y su capacidad de influencia (se puede asegurar que la canción My Adidas, de Run-DMC, marca un antes y un después en la relación entre música y marketing). Ambos compartían sello, Def Jam Records, y mentores, el emprendedor Russell Simmons y Rick Rubin, genial productor de, entre otros, Johnny Cash. Todos continúan activos hoy, salvo Jam Master Jay (primero por la izquierda), asesinado en 2002.

Nas y Jay-Z: Adiós a las armas

Neoyorquinos. Nasir Jones (izquierda), autor del álbum 'Illmatic', gran clásico del 'rap'. Shawn Carter, presidente del sello Def Jam.

Ésta es la foto de un armisticio. El momento en el que dos de los tipos más influyentes del negocio pusieron fin a cinco años de enfrentamientos y descalificaciones públicas (pronunciadas en revistas y letras de canciones). Ya fuese real o una calculada estrategia para vender discos, la batalla de egos e influencias, dos cosas de las que andan sobrados, era historia. Nasir Jones, hijo del trompetista de jazz Olu Dara, nació hace 32 años y creció en la urbanización de protección oficial más grande de Estados Unidos, Queensbridge. A los 20 debutó con Illmatic, considerado por algunos críticos como el mejor disco de rap de todos los tiempos. Shawn Carter, Jay-Z (Brooklyn, 1969), retirado como mc desde 2003 y hombre de negocios millonario, ocupa el sillón de presidente de la discográfica Def Jam. Poco después de la puesta en escena de la paz entre ambos, Nas anunció que para su próximo disco, lanzamiento clave de 2006, fichaba por el sello de Jay-Z. Muchos vieron en ello otra prueba de que, en este negocio, nada es gratuito.

Tote King, Griffi y Juan Solo
Tote King, Griffi y Juan SoloLEILA MÉNDEZ

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