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Análisis:A LA PARRILLA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Champiñones

Para rentabilizar su apuesta por la Liga de Campeones, Antena 3 envió al sorteo de Montecarlo a Matías Prats y Manu Sánchez. El decorado natural incluía una alta densidad de yates y lujo urbanístico. Pese al esfuerzo, el sorteo, con su flatulenta curia funcionarial y su lento manoseo de bolas, fue tan aburrido como una gala de los Goya. Para aliñar tamaño polvorón, la cadena optó por una salsa de humor oportuna y breve pero algo indigesta: Territorio Champiñón (en referencia al lema de Territorio Champions). Dicen los expertos que el estiércol natural idóneo para el cultivo del champiñón es el de caballo o asno. Quizá por eso, el primer intento resultó ser una extraña muestra de humor sin gracia. No es una crítica: en un mundo en el que hay azúcar sin azúcar y café sin café es bueno que exista un humor que no haga reír.

Atención: anoten en su agenda que los miércoles por la noche, con un tibio planteamiento promocional, Cuatro emite una de las mejores series del siglo XXI: Metrópoli (Boomtown). Sus responsables son el brillante productor ejecutivo Graham Yost, el impecable realizador John Avnet y, a un nivel inmediatamente inferior en el escalafón aunque no en el talento, Javier Grillo-Marxuach, uno de los culpables de Perdidos (esa serie que Caffarel ha mantenido secuestrada y que se emitirá cuando los nuevos capítulos a programar ya estén a la venta en DVD). Metrópoli es la prueba de que no sólo de HBO vive el hombre. Producida por la cadena NBC, propone una historia de policías ambientada en una desalmada Los Ángeles. La geometría narrativa, con distintos puntos de vista que se mueven como en un cubo de Rubik, destila un realismo cínico que muestra la promiscuidad entre policías, periodistas, fiscales y delincuentes, interpretados por actores muy convincentes. El más brillante, que derrocha carisma, energía y capacidad para transmitir los matices de la desesperación y la ambición de un villano posmoderno, es Neal McDonough. Insisto: no se la pierdan.

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