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Aste Nagusia
Columna
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Partitocracia

Dicen que uno de los males de la sociedad vasca es la proscripción de la discusión política y que en las cuadrillas jamás se exponen opiniones políticas, con el fin de evitar la polémica, la acritud, entre aquellos que en un tiempo se llamaban amigos.

Personalmente opino que en las cuadrillas la discusión nunca se ha orillado. La idea de que en Euskadi es conveniente no hablar de temas políticos es una realidad, pero en otros ámbitos sociales, no en los grupos de amigos. Por desgracia, en este paisito los amigos nos hemos pasado la vida discutiendo de política, discutiendo como posesos y privándonos, en consecuencia, de conversaciones mucho más sustanciosas. Aquí no se han perdido amistades por esa clase de disensiones. Muy al contrario, hemos hecho de la política motivo fundamental de nuestro temario dialéctico. ¿De dónde surge, entonces, esa idea de lo político como algo que separa a los vascos de modo irreconciliable? Quizás el origen de esa concepción errónea puede encontrarse en la Aste Nagusia.

Se pasan la vida hablando de pluralismo, pero cuando van a hacer vida social adquieren modos sectarios
La sociedad vasca es mucho más abierta que lo que refleja nuestra partitocracia

A las fiestas de Bilbao, como es de ley, concurren también nuestros políticos. Claro que convendría fijarse con cuidado en el modo en que lo hacen. Los políticos reproducen el abanico parlamentario bajo los mismos criterios de disciplina de voto y lealtad grupal con que de mueven en otros ámbitos. La plaza, los hoteles, los restaurantes, son lugares propicios para localizar a nuestra clase política. Por poner sólo unos ejemplos de esta misma semana: Juan María Aburto, Eusebio Larrazabal, Belén Greaves, Patxi Sierra-Sesumaga y José Luis Bilbao estuvieron juntos en el Hotel Carlton; Antonio Basagoiti, María San Gil, Ascensión Pastor, Marisa Arrue y Pilar Aresti se dieron cita en Vista Alegre; Begoña Gil, Txema Oleaga, Patxi López, José Antonio Pastor y Rodolfo Ares coincidieron, creo, en el Hotel Ercilla.

Al menos eso dicen las crónicas. Y no nos sorprende el criterio de agrupamiento porque tal es la costumbre, aunque contemplada desde fuera debería, más bien, mover a escándalo. Todos los nacionalistas haciendo cuadrilla, en compacta formación ideológica. También los populares, siempre juntos. Y los socialistas: prietas las filas. ¿Por qué nunca encontramos en alegre comandita a Antonio Basagoiti con Belén Greaves y Rodolfo Ares, o a Paulino Luesma con María San Gil e Iñigo Urkullu? ¿No saben nuestros políticos hacer cuadrilla plural?

Se pasan la vida hablando de pluralismo, pero cuando van a hacer vida social adquieren modos sectarios. Claro que esto se me reveló hace ya tiempo. La primera vez que entré en la cafetería de la sede central de cierto partido político (muy importante en el paisito), me fascinó el personal que se arracimaba en la barra: allí había más políticos por centímetro cuadrado que en un parlamento formalmente constituido y, por supuesto, todos del mismo color. ¿Tanto les costaría salir a la cafetería de enfrente y rozarse un poco con los votantes? Aquello parecía un club privado.

La sociedad vasca es mucho más abierta que lo que refleja nuestra partitocracia. Quizás lo suyo es un defecto de percepción visual, condicionado por la costumbre de hacer siempre piña con sus correligionarios.

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