Otra televisión, por favor
Tal vez, como creía Blaisse Pascal, "el corazón tiene sus razones que la razón no conoce". Mas darlas a conocer ante un público ávido de morbo sólo para cobrar un cheque, envilece aquéllas y enaltece las razones crematísticas. Los programas mal llamados "del corazón" han alcanzado la mayor cuota de pantalla; en ellos, la beautiful people vende su intimidad a modo de mercancía, lucrándose así los canales televisivos, pues los índices de audiencia les informan sobre el aumento de incondicionales telespectadores, que no paran mientes en la atrofia cultural que padecen limitando sus gustos programáticos a estos reality shows.
Entiendo que, tras un ímprobo e ingrato día de trabajo, muchos no deseen, tras la cena y antes de entregarse en brazos de Morfeo, calentar en exceso sus neuronas, y les trae al pairo el postre temático que la caja tonta les ha reservado. Pero los directores del ramo no deberían ningunear a quienes, aun tras un día agotador, necesitan resarcirse de tanta miseria viendo un enjundioso documental o una película de suspense. ¡Cualquier cosa excepto oír disquisiciones sobre la idoneidad de que fulanita o menganita se ponga mechas de tal o cual color, o se tiña el cabello de amarillo! La tele, se dice, la hacen los televidentes. Denles, pues, gusto al corazoncito de todos.
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