Luis Gordillo: "La madurez es la capacidad de abandonar algunos sueños"
Carlos Hipólito: "Y también puede ser un trampolín para vivir mejor"
Luis. ¿No escuchas demasiado tú en el teatro que es un arte viejo, que se muere? Porque a mí, en la pintura, me ocurre con mucha frecuencia.
Carlos. Yo, ante eso, siempre digo lo mismo. Que nuestros trabajos son enfermos terminales con salud de hierro.
Luis. Son expresiones que tienen que ver con el cuerpo. ¿Tú por qué crees que no acaban de desaparecer?
Carlos. También es por una razón parecida. Porque necesita la presencia física de los intérpretes.
Luis. Decían que el teatro moriría por el cine, luego por la televisión. A nosotros, que la fotografía nos haría mucho daño. Es curioso que siga habiendo jóvenes que se dediquen a esto.
Carlos. Son vivencias que te emocionan de forma directa.
Luis. El ballet, la danza, también. No tienen sustituto.
Carlos. Yo envidio la posibilidad de hacer tu trabajo solo. Nosotros necesitamos un público, compañeros de reparto, un director...
Luis. Lo vuestro es como lo de los arquitectos, que hay dinero, lío, constructores. Pero a mí me gusta estar con gente.
Carlos. A mí también, pero no siempre.
Luis. Lo mío es solitario, duro. Hay días que no lo aguanto. Aunque creo que los pintores nos convertimos en tales porque somos seres asociales. Yo podría ser músico, escritor, incluso arquitecto. Pero actor, nunca.
Carlos. Hay algo de confusión con eso. No somos nosotros quienes salimos a escena, son los personajes. Cuando tengo que salir al escenario a dar un premio o a presentar una gala como Carlos Hipólito me muero de vergüenza.
Luis. Eso es muy bonito. En el fondo, a los artistas, lo que nos diferencia a unos de otros es el estilo. Pero si eso es en sí mismo nuestra careta o nuestra gran verdad, no lo sabremos nunca.
Carlos. El estilo puede ser una virtud o un problema.
Luis. Hay artistas que se convierten en momias porque insisten en el estilo.
Carlos. Es algo inevitable.
Luis. ¿Tú tienes el mismo estilo cuando haces un clásico o un contemporáneo?
Carlos. Me gusta estar al servicio del personaje. Pero el estilo, hagas lo que hagas, siempre sale, por eso no puedes estar pendiente. Cuando te obsesionas con ello, acabas en el amaneramiento.
Luis. En el cine de Hollywood, cuando salía Gary Cooper, siempre era Gary Cooper.
Carlos. Eso es culto a la personalidad. Ellos mismos estarían presos de aquello hasta no se sabe qué punto. Tú eres lo contrario, mira cómo ha cambiado tu pintura a lo largo de los años.
Luis. Mucho. Las dudas son un referente. Lo que queda frente a la sociedad, el esquema de tu relación con el mundo. No creo que los pintores debamos encerrarnos en torres de marfil.
Carlos. Hay actores que viven en un mundo endogámico, pero para seguir vivo hay que tener a alguien al lado que te ponga los pies en la tierra, alguien a quien le digas: "Me han dado un premio". Y te responda: "Muy bien, pero, ¿has comprado el pan?".
Luis. O un buen crítico. Alguien que te diga la verdad.
Carlos. O simplemente que no lo entiende. Porque también los hay... Que se pasan con la sinceridad.
Luis. Cierto. Yo tengo un amigo que cada vez que expongo me fríe. Ya me lo tomo a broma.
Carlos. El tiempo que a mí me ha costado aprender que no se pregunta: "¿Os ha gustao?".
Luis. Lo malo es que muchas veces nadie te dice nada. Ni que le ha gustado ni que no. A mí, muchas veces me gustaría convertirme en otro para ver mi propia pintura.
Carlos. ¡Choca los cinco! Yo muchas veces me pregunto: "¿Por qué no puedo estar ahí abajo y verme?".
Luis. Yo tengo un sueño recurrente. Que debo cantar una ópera. Tiene esa veracidad espantosa de los sueños en la que ves que se acerca el momento y que no vas a poder...
Carlos. Yo que sales a escena y no sabes cuál es la obra, ni quién es tu personaje, en fin.
Luis. ¿Tú has pintado?
Carlos. Dibujado. Empecé a estudiar arquitectura y me gusta dibujar, pero tengo mucho respeto por esa palabra. ¿Tú te juzgas?
Luis. Una barbaridad, soy el mayor enemigo de mí mismo. Muchas veces me planteo que no llego a lo que quiero hacer, pero un amigo mío dice que la madurez es ir abandonando algunos sueños. Adecuándote a la realidad.
Carlos. Adecuarse a la realidad no es frustrante, puede ser un trampolín para vivir mejor.
Luis. Lo que pasa es que a veces aparece ese superyo freudiano y te hace la puñeta. Por cierto, a mí, Arte no me gustó. No vosotros, los actores. La obra. Creo que tocaba temas serios pero que se escurría, que los utilizaba como mercancía.
Carlos. A mí me resulta muy difícil juzgarla. Ahora, creo que cuando las cosas tienen demasiado éxito hay que desconfiar de ellas.
Luis. Era divertida, pero falsa.
Carlos. Yo la sentí muy verdadera, porque nuestras relaciones con los personajes permitían que todo saliera bien, con nuestras aportaciones, nuestros adornos.
Luis. Sí, sí, incluso con vuestros adornos, aquello no flotaba.
Carlos. A mí me produjo mucho placer, estuvimos tres años.
Luis. ¡Qué barbaridad! ¿Cómo os podéis repetir tanto?
Carlos. Es que no nos repetimos. Repites un molde, pero lo demás está lleno de matices que cambian cada día porque estamos vivos.
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