¿Se acabaron las fiestas?
Uf, qué resaca. Ya se acabaron las fiestas y, claro, cuando toca volver a la cruda realidad pues eso, que cuesta. Es como el verano. Llevábamos unos días en que prácticamente no había noticia política de calado, como se dice en elegante, que llevarse a la boca y los medios han tenido que echar mano de algo tan socorrido como las entrevistas.
Pues bien, cayeron dos que pusieron a Donosti y Bilbao en el candelero. Aunque más bien habría que decir que en el púlpito porque los entrevistados eran el obispo de Bilbao Blázquez y el obispo emérito Setién cuyo mayor mérito fue mostrarse muy escurridizo cuando el entrevistador le preguntó si era nacionalista -aunque el aliento no le dio para mantenerse hasta el final y se le deslizó un vasco por oposición al español, de campeonato- no importándole mostrarse equidistante respecto a la violencia por más que cubriera la equidistancia de paja.
Hoy le toca a Batasuna hacer de poli malo y tensar las cuerdas hasta el límite con la idea de obtener contrapartidas
A cambio Blázquez rompió con esa tradición al exigirle a ETA que pidiese perdón por la violencia ejercida aun a riesgo de incomodar a los popes de Batasuna que enseguida le pidieron que mostrase piedad hacia todos los corderillos pues todos son hijos de Dios por mucho que algunos estén en las cárceles por haber arrebatado la vida a sus semejantes en género -humano- y condición -humana-.
Y así estaban las cosas en plan veraniego, o sea con una Batasuna aprovechándose de las fiestas de cada ciudad, pueblo o barrio para echar humo y un PSOE que le pide que se legalice por la única vía que permite la ley, cosa a la que no está dispuesta -lo consideran pasar por el aro- y sobre la que dice que no habló con el PSE durante los años que duraron sus conversaciones secretas. ¿Qué es exactamente lo que el PSE le propuso y que no se está cumpliendo? ¿Eran milongas para engatusarles o la creencia ferviente de que encontrarían una puerta de atrás para evitarse la vicaría? Tal y como está Otegi de cabreado es muy fácil que lo sepamos pronto porque para más inri ha entrado en juego ETA con toda su artillería.
El proceso va tan mal que amenazan con volver a lo suyo. Es muy fácil que no hayan calibrado qué supone eso y la ruina que les puede causar porque cuando decretaron el alto el fuego era porque estaban a punto de entregar la cuchara y si vuelven les va a dar las suyas y las del pulpo. Por no mencionar que esa Batasuna que se muestra tan engallada ya puede despedirse para siempre de hacer política. Da la impresión que los de Otegi no acaban de comprender lo que supondría quedarse fuera de las municipales y con la hucha rota. Pero allá ellos.
Sólo cabe poner de manifiesto que el llamado proceso se está desarrollando de una manera muy peculiar. En situaciones anteriores -dinámicas las llama ese mundo- ETA era la que hablaba con el Gobierno, tal y como puede estar sucediendo ahora mismo según dejó entrever la Vicepresidenta De la Vega, pero era la propia ETA la que pisaba el acelerador o el freno de la violencia quedándose los de HB como políticos de guardia susceptibles de intervenir en un momento dado para hacer de polis buenos.
En cambio hoy le toca a Batasuna hacer de poli malo y tensar las cuerdas hasta el límite en la idea de que así, al igual que por el pasado, lograrán obtener contrapartidas como Navarra, los presos y la aceptación de Batasuna (más en el fondo y por detrás, la autodeterminación).
Esta estrategia novedosa puede que obedezca a que la violencia se halla tan devaluada que ETA no pueda utilizarla como medida de presión en una mesa (lo que no quita para que pudiera seguir utilizándola sin mesas de por medio y de cara a su propia supervivencia como organización terrorista en cuanto se rompieran las conversaciones con el Gobierno) o bien a un tirar por elevación para obtener el mínimo de una Batasuna presente en la política, sin necesidad de pasar por ningún aro, y de algún apaño con los presos. Y mientras el tiempo lo dice no estará de más recordar el "Abandonad toda esperanza" que Dante puso en el frontispicio del infierno. Por algo empecé hablando de obispos.
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