Cambio de estrategia
El escenario ha sido el mismo y los hechos idénticos, pero la estrategia policial, diferente. Los altercados que padeció Gràcia en la edición del año pasado de su fiesta mayor se concentraron en las concurridas plazas del barrio. Los trasnochadores intentaban alargar la juerga hasta bien entrada la madrugada, pero la policía los desalojaba a la fuerza para facilitar el trabajo de los equipos de limpieza. Algunos parranderos se enfrentaban entonces con los agentes y comenzaba una batalla campal que se extendía por calles céntricas de Gràcia y causaba destrozos en el inmobiliario urbano.
Las juergas espontáneas y batucadas interminables se han repetido en esta edición, pero la policía ha hecho la vista gorda: vigila, pero no interviene. Deja que la fiesta se consuma por cansancio y disuelve al final los grupos de remisos que todavía tienen ganas de farra. Así se han evitado los enfrentamientos que lastraron la imagen del barrio y motivaron una grave crisis en su fiesta mayor.
Por el contrario, la tolerancia policial de esta edición ha permitido que no se den hasta ahora grandes incidentes, incluso en los días de mayor masificación, pese al incivismo que ha campado durante estos días. Fuentes policiales afirman que esta actitud es fruto de una consigna de los políticos, ante la cercanía de las elecciones autonómicas. Sin embargo, los que han tenido que sufrir sus consecuencias son los vecinos del barrio. Para ellos, no es nada nuevo. Están hartos de quejarse durante todo el año por el ruido que hacen los jóvenes que acuden a sus plazas y organizan pequeñas farras aliñadas con música de tambores. Los balcones de las casas están llenos de carteles en los que se pide respeto para el descanso de los vecinos, pero los fiesteros hacen oídos sordos.
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