Todos quieren el aeropuerto de El Prat
El debate sobre el modelo aeroportuario español es una réplica del debate sobre la organización territorial
El aeropuerto de El Prat ha terminado por convertirse en la manzana de la discordia del verano. No hay día en el que no sea objeto de debate y de media docena de declaraciones de los dirigentes políticos. Como el resto de aeropuertos españoles, lo gestiona AENA (Aeropuertos Nacionales y Navegación Aérea), dependiente del Ministerio de Fomento. Todo el mundo está de acuerdo en cambiar las cosas. El desacuerdo empieza a la hora de los cambios.
La discusión sobre el traspaso de El Prat, que ya fue un problema irresuelto durante la negociación estatutaria, es una discusión más amplia ya que afecta al modelo aeroportuario español. De ahí la vehemencia que provoca.
En Cataluña hay un punto en el que todos, con la única excepción del Partido Popular, coinciden: hay que romper AENA. El modelo aeroportuario español, consolidado en los años noventa, reproduce el modelo territorial español: una red con un centro que es Madrid, de modo que Barajas es punto de partida y de llegada de los vuelos de largo recorrido y los pasajeros del resto de España que pretendan ir a destinos lejanos deben pasar, salvo excepciones, por Madrid o por otro aeropuerto europeo.
ERC señala la prioridad de la descentralización sobre la privatización
El Ayuntamiento de Barcelona defiende una gestión propia al margen de AENA
Esta estructura limita, en opinión de la mayoría de dirigentes políticos y empresarios catalanes, la economía catalana, basada en la intercomunicación y en un aeropuerto potente tanto para pasajeros como para mercancías. Sería mejor para el desarrollo de Cataluña, opinan, disponer de un aeropuerto no subordinado al de Barajas y, para ello, hay que romper la estructura aeroportuaria española.
Ahí terminan, casi, las coincidencias de largo alcance, aunque pueda haber otras por motivos tácticos. Las discrepancias son tantas que ni siquiera se puede hablar de coincidencias entre algunas instituciones y los partidos que las gobiernan.
Un ejemplo: el modelo que defiende el Ayuntamiento de Barcelona difiere del que propugna el Gobierno catalán, pese a tener ambos a los socialistas como puntal.
El Gobierno catalán propugna una red formada por los aeropuertos de Girona, Reus y Sabadell (más otros que puedan crearse y los aeródromos), dependientes de la Generalitat. De hecho, el Ministerio de Fomento proyecta que los aeropuertos catalanes, salvo el de Barcelona, dejen de ser considerados de interés general para transferirlos a la Generalitat. Sobre el de Barcelona, en cambio, no hay acuerdo. El Ejecutivo catalán propugna el traspaso y la creación de un consorcio en el que la mayoría sería de la Generalitat o en el que nadie tuviera mayoría, ya que se repartiría a partes iguales entre las administraciones local, autonómica y central. No obstante, el Ejecutivo aceptaría que AENA conservara la mayoría si la capacidad de gestión y decisión fuera transferida, al modo en que sucede en los puertos.
El Ayuntamiento de Barcelona, en cambio, discrepa de ese modelo. El primer teniente de alcalde, Xavier Casas, tiene claro que el aeropuerto de Barcelona debe tener una gestión propia independiente de AENA y recuerda que la Carta Municipal ya prevé la participación de la ciudad en infraestructuras del Estado. Que El Prat se interconecte con Reus y Girona está bien, siempre que sea cabecera.
Convergència i Unió (CiU), en cambio, considera que los cuatro aeropuertos catalanes deben formar parte de un organismo conjunto, aunque sean luego gestionados por organismos locales con entidad propia. CiU insiste, además, en la participación de la iniciativa privada en la gestión aeroportuaria, aunque manteniendo la titularidad pública.
Un punto, la participación privada, en el que discrepan Iniciativa per Catalunya Verds (ICV) y Esquerra Republicana (ERC). El asunto, coinciden en afirmar el diputado ecosocialista Joan Boada y el republicano Joan Puigcercós es que la contraposición público-privado tiene escaso sentido, lo importante es la descentralización. De modo que conviene evitar la tentación de privatizar primero, lo que podría llevar, afirma Puigcercós, a impedir más tarde la descentralización.
Mientras, el Gobierno central mantiene silencio y anuncia que hará público el modelo cuando lo apruebe el Consejo de Ministros.
Táctica y estrategia
Los políticos de antes distinguían entre táctica (o decisiones convenientes a corto plazo) y estrategia (a largo plazo). La primera debía estar al servicio de la segunda, es decir, de los objetivos finales que se perseguían y, desde luego, los puristas sostenían que no podía haber contradicción entre ambas.
Se trata de una distinción histórica de la que sólo hablan los eruditos. En los parlamentos actuales ni siquiera se conoce, desde hace tiempo. De ahí que se vote una cosa y lo contrario dependiendo de la fecha.
El aeropuerto es un buen ejemplo.
El 21 de diciembre de 2000, los socialistas, a través del entonces diputado Oriol Nel.lo, llevaron al pleno una enmienda en la que se proponía al Gobierno de la Generalitat que hiciera los trámites para "obtener el traspaso de las competencias sobre los aeropuertos de interés general que se encuentran en territorio de Cataluña". La propuesta fue derrotada con los votos de CiU y el PP. Votaron a favor, los socialistas, ICV y ERC.
El próximo 12 de septiembre, el Congreso decidirá si aprueba una propuesta de CiU en la que propone el traspaso del aeropuerto a la Generalitat. Es más que probable que los socialistas no le den su apoyo.
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