García, ante su gran prueba
Woods domina y el español, quinto, mantiene opciones de victoria
Sergio García perfiló en la tercera jornada del Campeonato de la PGA norteamericana, que se disputa en Medinah (Illinois), una base sólida sobre la que disputar hoy la victoria en la última cita anual del Grand Slam del golf. Tras terminar su recorrido, García acabó quinto, 10 golpes bajo el par. Cerca, muy cerca, se sitúan una nutrida lista de jugadores con ocho golpes bajo par, entre los que destacaban los estadounidenses, Phil Mickelson o Chris di Marco. El líder, cómo no, es el estadounidense Tiger Woods, empatado con el británico Luke Donald, los dos con 202 golpes, 14 bajo par.
Con toda la atención centrada en él, Tiger Woods, que busca su segundo grande consecutivo tras imponerse en el Abierto Británico, dejó para el recuerdo birdies en el segundo, el quinto, el séptimo y el noveno hoyos. Además, estuvo cerca de conseguirlo en otros dos. Los expertos ya buscan explicaciones para su actuación, para el torbellino de birdies que repartieron entre El Tigre y el resto de jugadores: los golfistas vieron cómo la abundante lluvia caída sobre el campo en la noche del viernes favorecía su juego el sábado.
CAMPEONATO DE LA PGA NORTEAMERICANA:
Tercera jornada: 1. T. Woods (EE UU), 202 golpes (14 bajo par). L. Donald (Reino Unido), 202 (14). 3. M. Weir (Canadá), 204 (12). G. Ogilvy (Australia), 205 (11) 5. S. García (España), 206 (10)... 8. P. Mickelson (EE UU), 208 (8). C. Di Marco (EE UU), 208 (8).
Además de García y Woods, destacó el juego de Weir, ganador del PGA en 2003 y que ayer cerró la jornada tercero, con menos 12. Weir, que empezó el día con cinco golpes bajo el par, consiguió ligar grandes golpes de aproximación que le dejaron en disposición de hacer cuatro birdies seguidos.
Falta saber si Weir y Donald podrán mantener una actuación de ese nivel en la jornada final. De Woods, un hombre con los nervios de acero, el gran dominador del golf mundial, no hay dudas. Jugará a un gran nivel. ¿Y Sergio García? El español está ante la oportunidad de acabar con una maldición, la que dice que cada vez que llega a un domingo en disposición de ganar un torneo de los grandes, de esos que le podrían situar en la senda de Ballesteros y Olazabal, se hunde irremisiblemente.
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