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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Testimonio desde Ramala

Soy socia de una ONG, Asamblea de Cooperación por la Paz, que trabaja en Palestina. En verano organiza cursos para conocer los proyectos in situ, y este año la guerra cercana no ha sido obstáculo para hacerlo. Es por eso por lo que me encuentro en Ramala.

Como es sabido, la mayor parte de la población palestina vive en dos zonas, Gaza y Cisjordania, y ambas están siendo rodeadas por un muro, una verdadera vergüenza para la humanidad. Kilómetros y kilómetros de enormes piezas de hormigón van avanzando bajo los ojos ciegos de la comunidad internacional en un momento en el que creíamos que los muros ya eran nuestro pasado. Esa horrible muralla es caprichosa, no respeta el límite definido en 1967 por los acuerdos de paz y se mete en el territorio palestino por donde quiere, reduciéndolo en más del 10%. En ese suelo, ocupado al margen de toda legalidad, se forman asentamientos de colonos judíos con una rapidez asombrosa, siguiendo una estrategia de tierra quemada que busca impedir que las cosas vuelvan atrás.

Jerusalén es una buena muestra de cómo son aquí las cosas. Como la natalidad entre los palestinos es alta, hacia 2010 ellos van a tener la posibilidad de elegir al alcalde. Para evitarlo, los israelíes tienen una política sistemática de demolición de viviendas palestinas. Dado que la propiedad de los terrenos se basa con frecuencia en la tradición y no en documentos, las casas construidas en ellos se consideran ilegales y se pueden derruir en cualquier momento, porque la orden de demolición no caduca nunca. Miles de personas viven bajo la amenaza de las excavadoras, que pueden llegar en cualquier momento y que, de hecho, llegan y dejan a familias numerosas en la calle. Afortunadamente hay una organización, el Comité Antidemolición de Viviendas, que trata de evitarlo y ayuda a reconstruir alguna de las derruidas. Es una gota de agua justiciera en un mar de injusticia, pero lo más importante es que muestra un camino a seguir, porque ellos son judíos y colaboran con los palestinos.

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Eso es lo más valioso que me está dando este viaje, conocer personas que quizá no sean heroicas pero luchan por los derechos humanos en condiciones muy difíciles. Hoy he estado en un club de mujeres rurales organizado por una ONG local. Me ha emocionado la fuerza de estas mujeres, su afán de superación, sus ganas de estudiar y de dar estudios a sus hijos. Me han pedido que diga allí donde vaya que los palestinos son pacíficos, que aman a la vida, que no son terroristas. Lo digo, porque lo estoy viendo con mis propios ojos.

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