Un estercolero en medio de la ciudad
Los vecinos de la céntrica plaza de Vázquez de Mella se quejan de problemas de ruido, indigentes y suciedad
La plaza de Vázquez de Mella se encuentra a unos 100 metros de la Gran Vía. Es uno de los lugares emblemáticos en los que se celebran a finales de junio las fiestas del Orgullo Gay. Sin embargo, en las últimas semanas se ha convertido en uno de los sitios más sucios y con mayores problemas de ruido del distrito de Centro, según se quejan sus vecinos.
Decenas de jóvenes hacen botellón (consumo de alcohol en la calle) con las consiguientes molestias para los residentes. A eso se une que cuando se levantan se encuentran con una plaza inundada de desperdicios, de botellas vacías y de suciedad. El Ayuntamiento asegura que la zona está vigilada y que hay tres turnos de limpieza en la plaza para evitar que se acumulen los residuos.
El panorama al que se enfrenta los vecinos se repite cada sábado y domingo. Bolsas tiradas por la plaza, botellas hechas añicos contra el suelo y la plaza llena de porquería. Es el resultado del botellón que hacen los días previos a alguna festividad decenas de jóvenes y no tan jóvenes, según han comprobado los vecinos. Compran las bebidas en los establecimientos cercanos y se dedican a consumirlos durante toda la noche sentados en los bancos o en las escaleras de la plaza.
Este panorama es el resultado desolador de una noche en la que se han mezclado ruidos y molestias por doquier que impiden a los vecinos descansar adecuadamente, sobre todo ahora en verano. Es el caso del hostal Vázquez de Mella, en el número 1 de la plaza homónima. Su propietario, Heliodoro Bruña Rodríguez, asistió ayer mismo a la anulación de ocho noches reservadas por dos clientes debido a los ruidos que soportan las habitaciones que dan a la plaza. "Pese a que tenemos buenos cristales aislantes, los huéspedes no descansan. El ruido llega a ser ensordecedor. La plaza se llena de borrachos y se ponen a tocar el tambor. Cuando pasa la policía, no hace nada. No llegan ni a salir del coche. Luego, se les llena la boca diciendo que han erradicado el botellón. Desde luego no será aquí. Esto cada vez se parece más a un estercolero", añade Bruña. "El Ayuntamiento nos exige que mantengamos los hostales en perfectas condiciones. ¿De qué nos sirve si no podemos dar un servicio adecuado por su culpa y se nos van los clientes? Luego, tenemos que pagar los impuestos como todos", añade el dueño del hostal.
El enfado entre los vecinos crece día a día. Afirman que ven cómo la plaza está perdiendo la calidad que podría tener, sin que nadie tome cartas en el asunto. "El Ayuntamiento no baldea. Tras una noche de movida, el olor que destilan conjunta o separadamente pises, cacas, vómitos, basura, restos de comida y bebida, e incluso comida para palomas, a partir de las once de la mañana que asoma el sol por la plaza producen un olor nauseabundo. ¿Es que no se puede regar para, si no evitarlo, al menos para ocultarlo?", se quejaba María José Caravaca, una vecina del número 7.
Los residentes entienden que tengan que ser pacientes durante las fiestas del barrio. Pero eso sólo son cuatro o cinco días durante todo el año y no todos los fines de semana del año.
La plaza está solada con granito, lo que hace que las bebidas, al ser arrojadas, queden durante días en el pavimento. Se trata de regueros oscuros pegajosos repartidos por todas las aceras. "Los vecinos nos comentan que no pueden dormir. Se quejan cada vez más. Nosotros, cuando abrimos a las diez, vemos que empiezan a limpiar. Hasta entonces, debe de estar bastante sucio", añade la empleada de un herbolario, Conchi Leñero.
Fuentes de la Concejalía de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid explicaron ayer que existen tres turnos de limpieza en la plaza repartidos durante todo el día. Este servicio es reforzado durante los fines de semana para evitar que se acumule la suciedad.
"Nos traen a todos los mendigos de la capital"
Uno de los problemas de los que se quejan los vecinos es que en las últimas semanas han ocupado la plaza de Vázquez de Mella (distrito de Centro) más indigentes de lo habitual. Los mendigos, cuyo número oscila entre los 15 y los 20, pasan el día bebiendo alcohol en envases de cartón, según los afectados.
Los residentes de Vázquez de Mella se han percatado de que estos indigentes han aumentado en número desde que creció la protesta vecinal en la plaza de Soledad Torres Acosta y el consiguiente incremento de la presencia policial. "Nos traen a todos los mendigos de la capital. Como aquí no nos quejamos...", relataba un vecino. Al mediodía de ayer, una docena de indigentes deambulaban o tomaban vino sentados en varios bancos.
La parte que ocupan es la zona infantil y los bancos aledaños. Suelen tener discusiones entre ellos por la bebida y por la sustracción de sus pertenencias y harapos. "Cada dos por tres montan bronca. Empiezan a chillar a tope. Mucha veces la policía pasa y no quiere saber nada del tema", añade Carlos Ochando, residente en la zona desde hace 15 años.
"Cuando llueve o hace frío, se meten en la entrada de un bar de copas y da miedo hasta salir del portal. A mí me da por pensar que me pueden hacer cualquier cosa", comenta un amigo de Ochando.
A eso se une que los niños no pueden disfrutar del área de recreo que tienen reservada y que apesta el olor a orina. Los afectados aseguran que hacen sus necesidades en cualquier lugar y que, cuando se seca, sobre todo en verano, el hedor puede ser insoportable. "Cada semana vienen dos o tres indigentes nuevos. Esto se está convirtiendo en un verdadero problema. ¿Por qué no toman soluciones para evitarlo? Parece que a alguien le está interesando que esta plaza se degrade. Esto está peor y es más inseguro que cuando era un foco de drogadictos", se queja Ochando. "Estamos al lado de la Gran Vía. Mucha gente ha vendido sus pisos para irse a otro sitio. Cada vez se oye que hay más tirones y robos de móviles", añade.
El Ayuntamiento plantó hace tiempo árboles de pequeño talle en grandes maceteros. Un rápido vistazo permite comprobar que muchos de ellos se han secado. Sólo uno luce verde. Y eso gracias a un vecino que se dedica a regarlo. "Las zonas verdes cada vez están peor. Muchos gamberros se dedican a arrancar los árboles y no da tiempo a que crezcan", añade otro residente.
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