Rafael Azcona: "Soy feliz todos los días hasta que leo la prensa"
Rafael Azcona es uno de los mejores guionistas de cine de todo el mundo, pero les aconsejo que no se lo digan a la cara. Sostiene que, ante los elogios, se convierte en un gato capaz de soltar zarpazos. Personalmente, estoy dispuesto a dejarme arañar la cara, porque ante su presencia me es inevitable no mostrar gratitud al hombre que guionizó muchas de las mejores películas que se han filmado jamás. Sé que se enfadará conmigo al leer esto, y que le parecerá exagerado y rimbombante, pero qué le vamos a hacer. Hablé con él sobre La Felicidad.
Pregunta. ¿Qué es para usted la felicidad?
Respuesta. Un estado de ánimo que le da sentido a la vida y que suele ser fruto de la imaginación.
P. ¿Nunca es real, entonces?
R. Eso parece. Pero la imaginación hace milagros.
P. Muchos la han buscado. ¿Perdían el tiempo?
R. No lo sé, pero Albert Camus dejó dicho que es un imbécil quien tiene miedo de gozar.
P. ¿Está de acuerdo?
R. Totalmente.
P. Y a pesar de eso, ¿tuvo usted alguna vez miedo a gozar?
R. Sí. Nunca me atreví a conducir un coche.
P. ¿Busca la felicidad?
R. La Felicidad con mayúsculas, no. Mis ambiciones nunca fueron desmesuradas, y en esto me he conformado siempre con lo que recomienda el Eclesiastés, cap 8, vers. 15: "Por tanto alabé yo la alegría, que no tiene el hombre bien debajo del sol, sino que coma y beba y sea alegre; y que esto se le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le dio debajo del sol".
P. ¿Prefiere entonces la alegría a la felicidad?
R. Sí.
P. ¿Pero creyó ser feliz en alguna ocasión?
R. Todos los días, a las siete y media de la mañana, cuando abro los ojos y compruebo que sigo vivo. Luego leo los periódicos y entro en razón.
P. ¿Y ha probado no leer la prensa?
R. No. Prefiero saber lo que pasa, aunque me amargue el día.
P. ¿Se ha sentido alguna vez desgraciado?
R. Es posible, pero en mi inconsciencia no debí darme cuenta. Eso sí: a veces lo he pasado estupendamente revolcándome en el recuerdo de placenteras melancolías.
P. ¿Como cuál?
R. Revivir un anochecer de mi infancia, de cara a las fiestas de mi pueblo, oyendo las músicas de unas lejanas verbenas.
P. Oiga, ¿por qué los finales felices en las películas tienen mala prensa entre los espectadores modernos?
R. Porque suelen ser falsos, aparte de inverosímiles. Quiero decir que, en general, ese tipo de finales no son la consecuencia fatal -y lógica- de las peripecias que los personajes han vivido en la película.
P. ¿Ha tenido usted muchas "ideas felices"?
R. ¿Una idea de esas que en los tebeos encendían una bombilla sobre la cabeza del pensador? Pues, no. Las mías no pasan de ser tanteos en la oscuridad.
P. Pues tantea usted muy bien.
R. No crea. Menudas hostias me he dado.
P. Pues mucha gente sostiene que sus guiones le han hecho feliz.
R. No creo yo que los guiones -ni las películas- hagan feliz a nadie. En esto del cine, supongo, de lo que se trata es de pasar el rato. Y, al que le guste, de comer palomitas.
P. Pero eso también es felicidad, ¿no?
R. Evidente, querido Watson.
P. No entiendo una cosa: los felices tienen mala fama. Son sospechosos de no ser excesivamente inteligentes. ¿Le parece injusto?
R. Pues sí, pero vaya usted a discutírselo a los Evangelios. San Mateo, 6, 3: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". Y más felicidad que esa...
P. Ha quedado claro que ser feliz es mucha pretensión, pero, al menos, ¿está usted contento?
R. Estoy exultante: me acabo de comer un arroz con verduras (que no estaba grasiento) amenizado con un fresco crianza de Rioja: digestión facilísima y siesta de dos horas.
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