En fin, lo elemental
Es un signo en la sombra, un indicador marginal, como un catadrióptico o un intermitente en la parte trasera del vehículo de las fiestas. Pero cuando pasa algo grave se ilumina, revela su auténtico sentido.
Durante las recientes fiestas de Bayona cinco chicas han sido violadas. Tres de ellas probablemente drogadas primero y trasladadas inconscientes a algún lugar más "seguro" para el o los violadores. Parece el pésimo guión de una mala película de miedo, y sin embargo es la más pura, terrible y vecina realidad. Tras conocerse la noticia de las dos primeras violaciones, el alcalde de Bayona hizo el otro día unas declaraciones que me resultaron más que sorprendentes, estupefacientes: el 60% del presupuesto de las fiestas de esa ciudad estaba este año destinado a seguridad (la mitad de ese porcentaje correspondía a vigilancia). Me parece enorme; una proporción gigantesca del coste festivo total, que lejos de apagar enciende todas las alarmas. ¿Son esas fiestas populares eventos tan inseguros que necesiten semejante inversión en seguridad? Después de lo que les ha sucedido a esas chicas la respuesta resulta evidente. Pero la adjudicación de la partida presupuestaria es anterior al inicio de las fiestas, es una anticipación teórica, la obvia previsión no de una posibilidad sino de una alta probabilidad de incidentes y agresiones. En todo caso, un signo sombrío colocado en la parte menos presentable de esas fiestas.
¿Son las fiestas populares eventos tan inseguros que necesiten semejante inversión en seguridad?
¿Sólo de las fiestas de Bayona? Ignoro el porcentaje del presupuesto festivo que las capitales vascas destinan a la seguridad de su Semana Grande; pero la campaña que ha puesto en marcha el Ayuntamiento de Bilbao resulta, en sí misma, más que elocuente: un oscuro augurio, un revelador e inquietante anticipo de lo que se puede esperar, es decir, de lo que se debe temer durante las fiestas. El lema de la campaña es Sólo se toca en clave de sí: Si sí, si. Si no, no. Aste nagusiaren ere... Buen rollo. La campaña me parece bien intencionada pero mal resuelta. La metáfora, en clave musical, ensombrece el enunciado, lo vuelve casi ininteligible. El mensaje resulta además demasiado tímido, incluso timorato. Como si le diera reparo o susto llamar a las cosas por su nombre, hablar más alto y con más claridad de este grave asunto. Porque de lo que se trata es de violencia de género, de agresiones sexuales. En plata lo que esa campaña dice, o pretende decir, es que a las chicas no hay que acorralarlas ni forzarlas, ni tocarles un pelo de la ropa si ellas no quieren, si dicen no o hasta aquí hemos llegado. En fin, lo elemental; y resulta desolador y trágico que en estas (y otras) cuestiones de género sigamos obligados/as a recordar, a insistir, a prevenir lo elemental, lo más básico.
Pero el mensaje que trasmite la existencia misma de una campaña institucional de estas características resulta muy claro. Si un Ayuntamiento decide invertir dinero público en una iniciativa de "sensibilización" contra las agresiones sexuales durante las fiestas es porque sabe que las fiestas van a ser escenario y pretexto para este tipo de atentados contra la libertad, la capacidad de decisión, la autodeterminación sexual de las mujeres. Porque sabe, de muy buena tinta estadística, que para la violencia de género no hay verano, vacaciones, días de asueto que valgan; que no sólo no se interrumpe sino que se agudiza durante las fiestas. Según la concejala responsable, esta campaña va dirigida esencialmente a los jóvenes "ya que son los que participan de forma más activa en los diferentes actos". Entiendo que se refiere a los actos festivos, pero también a los agresivos; de lo contrario no habría elegido a esos jóvenes como destinatarios principales del Sólo se toca en clave de sí. Signo sombrío donde los haya, temible augurio éste que describe, tras decenios de democracia, de educación obligatoria, de bienestar económico, que describe a unos jóvenes a los que todavía hay que recordar que las chicas no son gadgets de ocio sexual, que no hay que tocarlas sin su consentimiento; que si dicen que no es que no. En fin, lo elemental.
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