No queda nada por quemar en Rianxo
El 90% de la masa forestal del municipio costero está calcinada
Rianxo le ha perdido el miedo al fuego. Los vecinos de este concello costero ya han pasado lo peor y saben que un nuevo incendio apenas les va a quitar el sueño. Sobre todo porque no queda gran cosa que quemar. Más del 90% de la masa forestal del término municipal (de 59 kilómetros cuadrados) está calcinada. Los pinos y matojos están chamuscados. Lo mismo que las enormes superficies de eucaliptos. Ordenados en hileras y sin hojas, estos árboles de tronco fino son como lanzas dispuestas para la batalla y bien podrían haber inspirado a Velázquez.
Aparte del cultivo del mejillón, Rianxo vive del sector servicios. En verano, entre los visitantes de fuera y los emigrantes que retornan, ve aumentada su población en un 50%. Así que los tres grandes incendios que se registraron la semana pasada han sido un varapalo para el pujante sector turístico, que explote el hecho de haber sido cuna de escritores gallegos como Manuel Antonio, Rafael Dieste o Castelao, padre además del galleguismo. El senderismo y las rutas por la montaña tampoco resultan atractivos cuando se hacen sobre tierra negra y apartando ramas secas a cada paso.
El pueblo explota haber sido cuna de escritores, y estaba en plena expansión urbanística
Hasta hace una semana, el municipio estaba en franca expansión. Cuatro enormes grúas situadas en el núcleo urbano ayudarán a levantar medio centenar de pisos. El precio de la vivienda ha aumentado un 20% "de un día para otro", explica Juan Piñero, que en esta localidad de 12.000 habitantes es concejal de muchas cosas: de playas, de costa, de turismo, de parques y jardines y hasta de medio ambiente.
Aunque la nueva situación originada por los incendios no alterará los planes urbanísticos, sí reorientará las prioridades del Gobierno municipal. El alcalde de Rianxo, el socialista Pedro Piñeiro, solicitará a la Xunta que elabore una política forestal distinta de la actual y que impulse la repoblación de la zona de forma "ordenada" e integrando "a las especies autóctonas", como el roble. Mientras eso llega -y puede alargarse años, a juzgar por el panorama desolador- los vecinos tratan de hacer balance de las heridas, que son muchas.
La suerte va y viene, y lo que antes eran ganancias hoy son pérdidas. Hace tres años, Rianxo fue agraciada con el premio gordo de la Lotería de Navidad. Esta semana ha ganado un indeseado primer puesto: ser la localidad más afectada por el fuego de la comarca de Barbanza. Ramón Calvo, de 40 años y vecino de la aldea de Ferrería, ha perdido casi toda su finca. También le ardieron la viña y los frutales. Por fortuna -y por los pelos- salvó la casa y no tuvo que lamentar daños personales.
En la noche del martes al miércoles, Ramón, su mujer y el hijo de ambos fueron desalojados por la toxicidad del humo que lo envolvía todo. A las cuatro de la madrugada regresaron, pero, de repente, el fuego rodeó la casa por los cuatro costados. Mientras los vecinos trataban de detener el avance de las llamas como podían, Ramón bajó a buscar una motobomba, que finalmente sofocó el fuego. Todo ese tiempo estuvieron sin luz y sin agua.
El caso de Ramón es paradigmático. Otros muchos vecinos se vieron en la misma situación desde el pasado domingo, cuando se inició el primer incendio en tres focos distintos, al pie de una carretera. "La gente no paraba de llamarnos. Nos vimos desbordados y en peligro", relata el jefe de la policía local de Rianxo, Antonio Tubío. Entre los afectados se cuenta su propio padre, Ricardo, de 72 años. Estaba durmiendo cuando el fuego se acercó a su casa. Aporrearon la puerta y no respondió. Encendieron las sirenas de un vehículo y nada. Hasta que su hijo le llamó por teléfono y pudo salir de casa.
Como todos, Ramón apenas tiene esperanzas de recuperar lo perdido: "No creo que nadie vaya a cobrar nada. ¡Toda Galicia ha ardido!".
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