Sabino Arana y Alberto Cortez
El chacolí es un vino que fomenta la duda. La primera: escribir chacolí o txacolí. La segunda: adivinar a partir de cuantas botellas el placer se vuelve castaña. La tercera: decidir cuál de todos los chacolís es el mejor. Si, como afirman los expertos, su origen se remonta al siglo XVI, las referencias no son precisamente halagadoras, aunque en la biografía de esta denominación hay un momento simpático: cuando el obispo de Calahorra repudió los chacolís por considerar que su nivel no era el adecuado para la consagración. No sé a ustedes, pero que un vino sea repudiado por el clero, a mi me pone. En cuanto al origen de su nombre, no quiero meterme en peleas de filólogos, pero dicen que la grafía txacolí la parió Sabino Arana la Nochebuena de 1895 y en un marco propenso a la épica identitaria: la prisión de Larrinaga (lo cuenta Luis Benito García Álvarez en su documentado Beber y saber, una historia cultural de las bebida).
Cuando, a mediados de los ochenta, el Gobierno Vasco decidió potenciar la denominación estaba certificando una aceptación popular. Puestos a definirlo, podríamos hablar de un vino cercano y sin pretensiones. Y a los que le acusan de ser poco sofisticado, les recordaría la categórica frase que me dijo un chico de Zumárraga con el que hice la mili: "No será sofisticado pero entra de puta madre". En efecto: lo que se dice entrar, entra. A veces entra tanto que incluso pega. Cualquier lugar es bueno para tomarlo pero, para descubrirlo, el más bonito es Getaria. Sí, ya sé que Getaria también fomenta la duda. La primera: escribir Guetaria o Getaria. La segunda: adivinar a partir de cuantas visitas el placer se vuelve costumbre. La tercera: decidir cuál de sus dos mejores restaurantes es el mejor. Sabemos que hay dos, uno en el puerto y otro en el mismo puerto. Es un matiz que, en teoría, no debería prestarse a confusión pero que luego, cuando entras en el restaurante al que has decidido acudir, enseguida te das cuenta de que el bueno era el otro (lo que no significa que estés en el lugar equivocado). Total: que pides chacolí y que pase lo que tenga que pasar.
Por si puede serles de ayuda, hay una aproximación poética al chacolí de la que es autor el cantante Alberto Cortez. Cortez es un pampeño nieto de españoles que triunfó en el siglo pasado con un énfasis escénico que encandilaba a nuestras madres y, en casos más alarmantes, a nuestras novias. Le dedicó un poema a Patxi Andión, famoso por su cante desgarrado, haber seducido a Amparo Muñoz y ser uno de los primeros en enseñar el culo en una película: "Debe ser el chacolí/ que se enredó en tu garganta/ o el continuado batir/ de la mar en la montaña/ Desnuda, tu bronca voz/ pasó de la noche al alba/ para abrigarse al calor,/ de toda tu tierra vasca".
Cóctel del día: San Mamés. En un vaso alto, verter una copa de vino tinto, angostura, Cointreau, zumo de limón y soda. Topa! (¡Salud! en euskera).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.