Vitoria da la espalda a su nuevo coso
Al terminar las fiestas de 2005, el alcalde de Vitoria prometió que en un año tendrían nueva plaza de toros. Así ha sido. El sábado 5 se inauguró el nuevo coso, según diseño del arquitecto Diego Garteiz. Aunque faltaba la cubierta y gran parte de los remates, todo estaba dispuesto para que se celebrara el primer festejo de la feria vitoriana. Para la fachada, el arquitecto ha dicho inspirarse en unas fotografías de la Llanada Alavesa. La fina arena del albero también es alavesa, de Laminoria. Tiene capacidad para 7.500 espectadores.
Entre las filas últimas de los tendidos y las localidades altas aparecen varios huecos, con grandes ventanales, por donde entra la luz. Además de la luz -de acucioso efecto-, esos huecos fabrican un notable juego espacial entre el interior y el exterior. En comparación con el coso donostiarra de Illumbe, del mismo arquitecto-, el de Vitoria resulta menos frío y tecnificado.
El triunfador de la feria se llama Salvador Cortés. Cortó una oreja en la primera corrida y otras dos en la cuarta
En tanto la palabra dada por el alcalde ha servido para que los festejos se llevaran a cabo, el público no ha respondido como el acontecimiento merecía, ni en el día inaugural ni en los restantes. A lo más que se ha llegado ha sido a cumplimentar la mitad del aforo, y en más de una corrida no pasó del cuarto de plaza. En cuanto a los méritos de toros y toreros hubo de todo. Por parte de las ganaderías, sólo cabe significar la calidad de algunos toros sueltos con más o menos bravura. Lo llamativo ha sido la desigualdad en su presentación. En general, ha primado la falta de casta. La fuerza de los toros ha brillado por su ausencia. Los de Partido de Resina (antes Pablo Romero), como era de esperar, constituyeron un monumental fracaso. No se pueden esperar milagros cuando a la hora de comprar el ganado se toma el candil de Diógenes para buscar los toros más baratos. Ya se sabe que si los toros embisten, los toreros pueden convertirse en los esclarecidos asombros de la tarde, en tanto si no embisten, en los más insignificantes de los mortales.
El triunfador de la feria se llama Salvador Cortés. Cortó una oreja -harto regalada- en la primera de feria y otras dos orejas, con salida a hombros, en la cuarta, en la que sustituyó a Manuel Díaz, El Cordobés. Destacaron El Fandi, Sebastián Castella y El Cid, entre otros. El francés Castella dejó una muy buena impresión. Toreó excelentemente con el capote y estuvo valentísimo en uno de sus toros. Las cicatrices que lleva debajo de su taleguilla no le impiden acumular valor a raudales. Lo dijo Cervantes para la ocasión: "Las feridas que se reciben en las batallas antes dan honra que la quitan". Por contra, El Fandi, pese a haber cortado una oreja, demostró poca ambición y mucho menos buena disponibilidad, pues le correspondieron dos toros para poder lucirse. En vez de dedicarse a ejecutar el toreo bueno, el clásico, el de siempre, el eterno, acabó por convertir la coqueta plaza vitoriana en una plaza de carros, dada la bullanguería exhibida.
Algo parecido cabe argüir en torno a Finito de Córdoba, ya que dispuso de un toro que embestía con nobleza. Su faena tuvo fases aceptables; sin embargo, no acabó de cerrar un triunfo que le catapultara a cortarle las orejas. Se fue de vacío por falta de habérselo creído y por falta de decisión al emplearse con el acero. Todo hace indicar que su inclusión en los carteles se debe supuesta y únicamente a la baratura de sus honorarios. Otra vez el candil de Diógenes buscando lo más conveniente para la empresa. ¿Quién es el pagano en esta historia? El sufrido público. El público alavés lleva demasiados años soportando las irregularidades acumuladas feria tras feria, lo mismo en la plaza vieja, como en la flamante de este año. Es preciso un cambio sustancial para que vuelva a llenar los tendidos. Hace falta que la empresa, ésta u otra nueva, se encargue de contratar toros de lidia como Dios manda, además de concertar ajustes con toreros que estén dispuestos a dar espectáculo. Ya verán como ese público renuente acabará yendo a las corridas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.