¡Medusas!
En los últimos días viene repitiéndose la misma escena en las costas del levante español: un chapoteo acelerado, unos gritos histriónicos y, de repente, una desbandada general... ¡Medusas! No se vivía tanto pánico en las playas del Mediterráneo desde el estreno de Tiburón, de Steven Spielberg. Este creciente miedo por las medusas ha hecho que entre las sombrillas, las toallas y los flotadores aparezca un nuevo bártulo en el bodegón playero: una red. Y ya es de lo más normal. Ante la plaga de estos inquietantes y venenosos animales, el veraneante no tiene otra opción que, con el nuevo utensilio (o una bolsa o una chancla..., todo vale) y un factor 20 sobre la piel, echarse al agua en busca de medusas. Incluso entre los más mayores se disputan la mayor pieza cazada. Dentro de unos años podría convertirse en un deporte (de riesgo, claro). Más que miedo es terror, y los padres más avispados empiezan a utilizarlo con sus vástagos rebeldes, sustituyendo el obsoleto Coco por la mediática medusa con tentáculos kilométricos.
Ante tanto desasosiego, que es casi una fobia, habría que cuestionarse qué ha desencadenado la visita de tantas medusas. A saber: la temperatura del Mediterráneo ha subido hasta ocho grados más de lo habitual en estas fechas y la progresiva desaparición de las especies depredadoras de medusas debido a la pesca de arrastre. Estos datos sí que deberían asustarnos. Y mientras continúe el verano, seguiremos bañándonos y luchando contra las indeseables medusas con preocupación. Justo al otro lado del Mediterráneo, los que luchan son personas contra personas. ¡Qué horror.
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