El rayo que no cesa
La Iglesia católica española nos tiene en un brete intelectual. Tratar de entender los pensamientos profundos que emanan de sus pronunciamientos parece tarea para mentes privilegiadas, entre las cuales, debe ser así, no me incluyo.
Resulta que según la reciente campaña de los prelados, furibunda y machacona, la auténtica libertad de educación sólo se puede basar en la imposición de la asignatura de religión con valor curricular. Curiosa hipérbole que basa la libertad de educación, entendida al parecer según el particular criterio de los obispos, en la imposición obligatoria para todos los niños de la asignatura de religión: tanto a aquellos cuyas familias anhelen dichos conocimientos como para aquellos que deseen ignorarlos o, en todo caso, no darles el carácter principal y académico que pretenden los obispos. El problema, no obstante, es peliagudo, porque de libertades los obispos entienden mucho.
Ahora, el vicepresidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal arzobispo Antonio Cañizares, nos vuelve a atribular con otro perturbador problema intelectual: la relación entre la evolución del Estado de las Autonomías y la identidad cristiana que Cañizares ve en inmediato peligro. ¿Acaso los franceses, andorranos o portugueses, por citar sólo algunos países eminentemente católicos, no se sienten buenos cristianos? Después de una ardua reflexión, no acabo de ver la lógica de la cuestión que plantea el obispo. Sólo encuentro un gran paralelismo entre estas declaraciones de tan alta representación eclesiástica y las posiciones del PP; coincidencia, por cierto, que viene siendo escandalosamente frecuente en los últimos tiempos.
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