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Crónica:PIE DE FOTO | EL PAÍS, 1-9-2005
Crónica
Texto informativo con interpretación

No funcionó nada

Juan José Millás

A un amigo mío se le cayó la casa. Días después de la catástrofe, al hurgar con un palo entre sus escombros, le sorprendió la fortaleza moral de los objetos personales. Aunque rotos o sucios, conservaban su individualidad en medio de la papilla compuesta por los materiales de construcción. En aquel potaje resultaba imposible distinguir la ceniza procedente de los ladrillos triturados de la de los sanitarios rotos. Sin embargo, me dijo, la polvera de mamá apareció intacta, como la colección de pipas de papá o mi diccionario de latín. Cuando se derrumba el cuerpo, los músculos crean también una masa informe con las vísceras, los cartílagos, la piel... El único tejido que se comporta como un objeto personal es el óseo. Aquí estoy yo, dice el fémur. Y aquí yo, la tibia. Y están.

El único tejido que se comporta como un objeto personal es el óseo. Aquí estoy yo, dice el fémur

Imaginen ahora la cantidad de objetos personales que se llevó el agua cuando el Katrina. Decimos "cuando el Katrina" como otros dicen cuando la revolución, cuando la guerra, cuando el divorcio de papá y mamá, cuando la operación de Pedro, cuando la caída por las escaleras de Juan, cuando el accidente de Rosa, cuando el suspenso en matemáticas... La vida está llena de cuandos. Hay más cuandos que peros, más cuandos que paras, más cuandos que porqués. Cuando nació Rocío, cuando no me escribiste, cuando la mamografía de Luisa, cuando lo tuyo con Miguel... Los habitantes de Nueva Orleans se refieren a aquella época con un "cuando el Katrina".

Cuando el Katrina el agua penetró violentamente en las viviendas y se llevó los cepillos de dientes, las fotos enmarcadas, los preservativos sin usar, los bastoncillos para las orejas, los pañales de los bebés, los tubos de vitamina C y los somníferos plastificados. También se llevó los libros, que volaban bajo las aguas con el movimiento perezoso de las gaviotas. La dimensión de arriba se mezcló con la de abajo y los peces comenzaron de pronto a convivir con las obras completas de Sartre, de Camus, de Galdós, de Borges, de Cortázar... Es un decir, porque la mayor parte de los libros, lógicamente, serían de Mark Twain. Imaginemos, pues, las obras completas de Mark Twain, encuadernadas en piel, cayendo hacia las profundidades de la conciencia.

Cuando el Katrina se publicaron cientos de fotos, cada una más espectacular que la otra. Abundaban las de cadáveres con la barriga hinchada, flotando en charcas de agua pestilente (la tinta del periódico olía a ciénaga). Entre ellas la más espectacular era la de un muerto por cuyos oídos se habían introducido las raíces de un árbol, como si buscaran el abono de las ideas. Pero elegimos ésta porque nos pareció la más narrativa. Los balcones, con sus habitantes dentro, están dispuestos de tal modo que parecen los capítulos de un libro o los fotogramas de una película. Además, es simultáneamente realista y onírica. Vean, si no, cómo conviven, aparcados en batería, una barca, dos automóviles y un colchón. Sabemos que en los balcones hay negros, que en la barca hay negros, que sobre el colchón que flota milagrosamente sobre las aguas hay también un hombre negro. Sabemos que, como dijo un damnificado, no funcionó nada. No sabemos qué hay en el interior de los automóviles. Quizá el cadáver de algún perro (negro).

ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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