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Caos en el aeropuerto de Barcelona

Cinco horas de cola para recoger la tarjeta de embarque

El Prat recupera lentamente la normalidad, aunque los pasajeros de Iberia sufrieron de nuevo ayer largas y caóticas colas

Las causa de la huelga del viernes del personal de tierra de Iberia aún colearon ayer en el aeropuerto de Barcelona. A las largas colas de hasta cinco horas y retrasos generales se sumaron problemas con la recogida de equipajes.

Durante la mañana se repitieron las esperas, que alcanzaron hasta las cinco horas, frente a los mostradores de la compañía de bandera, que opera en la terminal B. El calor por la concentración de usuarios, la suciedad acumulada alrededor de las papeleras y la gente sentada por todos los rincones contrastaba con la situación que se vivía en la terminal A, donde trabajan el resto de compañías que realizan conexiones internacionales y que operaban prácticamente con normalidad.

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Para ayer estaban previstos 821 aterrizajes y despegues, en una jornada de gran actividad por el inicio de las vacaciones del mes de agosto y el regreso de muchas personas que habían disfrutado de las de julio. Con el fin de restablecer la normalidad, durante la noche y todo el día de ayer el aeropuerto operó al máximo de sus posibilidades, incrementando el número de vuelos previstos. Pero no fue suficiente.

De nada sirvió a muchas personas llegar con mucha antelación al aeropuerto para intentar asegurarse el viajar en el vuelo de Iberia para el que habían comprado el pasaje meses atrás. La mayoría perdieron su avión mientras hacían de nuevo interminables colas.

Por la tarde, las filas de espera en la terminal B disminuyeron, pero continuaron en el espacio destinado al embarque, donde seguían concentrándose los viajeros. En este lugar, las colas se repetían para conseguir bocadillos. Las personas que se encontraban en tránsito también quedaron atrapadas durante horas en el interior del aeropuerto.

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El director de El Prat, Fernando Echegaray, explicó que a última hora de la tarde se consiguió que el 99% de los vuelos programados realizaran sus movimientos. Pese a las quejas de los usuarios, consideró que la veintena de cancelaciones que hubo ayer son propias de un día de intensa actividad.

Sandra Revilla: "Cada 10 minutos retrasaban mi vuelo"

El sábado, Sandra Revilla facturó y esperó en la puerta de embarque el momento de subir a su avión. Eran las tres de la tarde y la pantalla informó de que el vuelo se retrasaba 10 minutos. Pasado un tiempo superior al indicado, el monitor volvió a modificar la hora de despegue. Lo mismo ocurrió más tarde. Ante la incredulidad del pasaje, a las once de la noche, por primera vez, apareció un miembro del personal de Iberia, que les comunicó que el vuelo se había cancelado. Siguiendo las indicaciones, volvió a las terminales para reclamar el cambio de billete. No lo consiguió hasta las 3.30 de la madrugada. "Me decían que no había sitio en ningún avión, que me buscara la vida. Después de dejar claro que no me iría hasta que no me recolocaran, me dieron de mala gana una tarjeta de embarque", decía enseñándola. Su pataleo sirvió para lograr salir del aeropuerto a las 15.30 de ayer.

Ramón Mañé: "La atención de Iberia es tercermundista"

Ramón Mañé hizo ayer siete horas de colas para quedarse finalmente en tierra. Un tiempo que pasó con gran nerviosismo, ya que su mujer y su hija le esperan en Bali.

A las 9.45 tenía programado su vuelo de Iberia hacia Amsterdam, donde debía enlazar con un avión de otra compañía que le tenía que trasladar a Bali. Conociendo la situación que vive estos días El Prat, llegó al aeropuerto a primera hora y a las 7.45 se colocó en la fila de facturación. Tardó cuatro horas y media en llegar al puesto donde debía recoger la tarjeta de embarque. No salió de la cola ni para desayunar. Sin embargo, una vez en el mostrador le comunicaron que su vuelo había salido. El personal le pidió que se dirigiera al estand de venta de billetes, donde le solucionarían el problema. En este momento su impaciencia rozaba los límites: "La atención de Iberia es tercermundista", masculló.

Para lograr comunicarse con la ventanilla tuvo que permanecer dos horas y media más en la nueva cola. La persona que le atendió le dio billete para la tarde del día siguiente. "He estado esperando inútilmente", dijo al tomar conciencia de que no iba a lograr salir ese día del aeropuerto. La compañía tuvo que tramitar los vuelos de enlace con otras compañías hasta su destino final. "De Amsterdam hasta Bali viajaba con Catai Pacific, pero me han dado un billete con otra compañía muy inferior", se quejó.

Pedro Araújo: "En dos días nadie me ha facilitado las cosas"

Pedro Araujo pasó dos días enteros en el aeropuerto de Barcelona a la espera de poder viajar a su país. No lo consiguió. Después de horas de colas y de reclamar sus derechos, Iberia le ofreció otro billete para mañana,

"Voy a pasar aquí mis vacaciones", se lamentaba. El objetivo de Araujo era volver a su país de origen, Perú, para compartir un mes con sus familiares que hace tiempo que no ve. "Sólo tengo un mes de descaso. Iberia me está quitando mucho tiempo", añadió.

El periplo de este usuario empezó el sábado a las cinco de la mañana. A esta hora llegó a El Prat y se colocó en las colas de facturación. A mediodía le comunicaron que su vuelo se había cancelado. Pasó toda la tarde reclamando y al fin la compañía le ofreció otro vuelo para el domingo a Buenos Aires, desde donde debía enlazar con otro avión que le debía trasladar a su país. Para asegurarse el primer puesto en facturación, durmió en las instalaciones. Sus maletas se convirtieron en un improvisado y duro colchón. Pero ayer, al llegar a los mostradores, se encontró con el mismo percal. Tras unas horas más de espera, tan sólo consiguió que le retrasaran de nuevo el viaje. Recibió la noticia como un duro golpe: "Ahora me dan otro billete para el martes. Lo peor es que no te reconozcan los derechos. Llevo dos días aquí y no me han facilitado nada las cosas".

Núria Argilés: "Somos siete, y cada uno en una cola"

Núria Argilés y sus amigos pasaron toda la mañana de ayer intentando por todos los medios salir de Barcelona. Su vuelo a Santiago de Compostela salía a las 10.25. Empezaron a hacer cola a las ocho de la mañana. Al ver que la facturación avanzaba muy lentamente, el grupo decidió dividirse. "Somos siete, cada uno en una cola distinta. Nos comunicamos por móvil", explicó.

Pasó el tiempo. También la hora en la que estaba prevista la salida de su avión. Pero nadie del grupo había podido contactar aún con ningún miembro del personal de Iberia. Transcurridas casi cinco horas, llegó el hambre, pero Núria, destinada a la cola de venta de billetes, no quiso abandonar su puesto ni para ir al lavabo. "Nunca más viajaré con Iberia", decía con convencimiento.

De pronto, sonó su celular. Uno de sus amigos, Iago Pérez-Lafuente, consiguió alcanzar un mostrador. Habían pasado seis horas. El resultado fue positivo: a las 16.30 podrían salir hacia su destino. El grupo mostró triunfante sus tarjetas de embarque. "Tengo agujetas en las agujetas", afirmó Pérez-Lafuente.

Al pasar la barrera del control de la policía, se encontraron nuevas colas de usuarios que querían hacer uso de vales que habían repartido para bocadillos. Pese al hambre, abandonaron la idea de obtener comida gratis. Por la noche, cansados, llegaron a su destino.

Santiago Fernández: "No me han atendido en cinco horas"

Santiago Fernández creyó haber elegido la peor cola de todas. El tiempo pasaba y nadie avanzaba. A las 10.55 salía su avión hacia Tenerife. Tenía que estar ese mismo día por motivos de trabajo. Él se presentó dos horas y veinte minutos antes en el aeropuerto.

Se puso en la cola y educadamente esperó. Y esperó. Y desesperó. "Es la una del mediodía y aún no he podido hablar con nadie de Iberia", se quejó. Su nerviosismo aumentó al ser consciente de que había perdido su avión y no tenía conocimiento alguno sobre cómo se resolvería su situación. De modo que se resignó a continuar en la cola.

Reclinado en una columna, contempló cómo una mujer se enfrentaba a la persona que la atendía porque le había indicado que se dirigiera a otra cola para rellenar un impreso. "Pero cómo, ¿es que me estáis tomando el pelo?", gritaba con desesperación después de horas de espera y acaparando la atención de todos. En la cola de Fernández la mejor forma de pasar el tiempo fue compartir con las personas de su alrededor la penosa experiencia que estaban viviendo. Los usuarios no dudaron en darse apoyo mutuo, y cuando alguien de la cola lograba una tarjeta de embarque se despedía del resto deseándoles suerte. Finalmente, Santiago Fernández llegó al mostrador. Iberia lo recolocó en un vuelo de las cuatro de la tarde a Madrid, desde donde tuvo que coger otro avión que le llevara a Tenerife.

Cesáreo Manuel López: "Nadie de la compañía da la cara"

Cesáreo Manuel López estaba ayer al borde de la desesperación. Era su tercer día en el aeropuerto. Su vuelo a Vigo, de Iberia, debía haber salido el viernes por la tarde. Debido a la huelga, le cambiaron a la mañana del sábado. Llegó a primera hora, pero al mediodía volvieron a retrasar su salida hasta la tarde. Vio la luz cuando consiguió llegar hasta la puerta de embarque.

Ya habían cargado las maletas en la bodega del avión cuando, ante su sorpresa, las volvieron a sacar. "La pantalla mostró entonces que el vuelo saldría a A Coruña", explicó. Ante la crispación general, se presentó la Guardia Civil para impedir que los pasajeros entraran en el avión. "Queríamos pasar porque aquel avión era el de Vigo", dijo López. A medianoche comunicaron que su vuelo estaba cancelado. Ayer se repitió exactamente la misma situación. Eran las nueve de la noche y seguía en Barcelona.

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