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Reportaje:

Moore: hacia una escultura moral

Henry Moore no es Auguste Rodin, pero su popularidad es bien merecida. Barcelona todavía recuerda la exposición que la Fundación 'la Caixa' dedicó, en otoño de 2004, al revolucionario escultor francés y su capacidad de anticiparse a la fragmentación del modernismo tardío. Al Rodin expresionista, antiidealista, pasional, angustiado, orgásmico y singularmente caracterizador, se opone hoy el Moore más plano, sedentario, humanista y pastoral. El caníbal contra el sibarita. Si Rodin buscó en el mito y la tradición literaria sus fuentes de inspiración, Moore las encontró en las formas maya-toltecas y mesopotámicas. Únicamente coincidieron en un punto, y éste fue magistral: su fijación en Miguel Ángel. Ambos creían que la verdad de la escultura era moral, y que ésta debía florecer desde el interior hacia fuera. "Parece como si la forma está presionando desde dentro para salir al exterior o liberar la fuerza que contiene", escribió Moore.

Henry Moore era, ante todo, un tallador que amplió los límites de los materiales que usaba

Ahora, CaixaForum dedica sus salas a mostrar el caudal creativo del más típico y canónico escultor inglés (Yorkshire, 1898-1986) a través de 160 obras, entre esculturas, dibujos y obra gráfica, procedentes de colecciones públicas y privadas del ámbito anglosajón. Cada una de las piezas expuestas se comporta como un aforismo, un verso de su implacable prosa, la que abonó el campo expandido para la obra de arte monumental. "La escultura es un arte para mostrarlo al aire libre. Necesita la luz del día, los rayos del sol; para mí, su mejor escenario y completo es la naturaleza", solía decir.

La exposición no se queda corta en obras representativas de sus más de sesenta años de actividad, ni en destacar la singularidad de sus métodos de trabajo, siempre poniendo el énfasis en la intensidad de la visión natural y cuestionando la relación del ser humano con su entorno. Una vitrina recoge su particular "Biblioteca de formas naturales" donde se acumulan figuras de escayola y objetos encontrados que le servían de inspiración: huesos de animales, fragmentos de sílex y conchas, guardados en su estudio, en la pequeña aldea de Perry Green, en Hertfordshire, sede actual de la Henry Moore Foundation.

Henry Moore era, ante todo, un tallador que amplió los límites de los materiales que utilizaba, increíblemente diversos, ya que abarcaban desde la pálida y misteriosa piedra de Corsehill hasta el mármol oscuro de Armenia, el alabastro de Cumberland, la madera de olmo, nogal y guayaco, combinada con cuerdas de colores vivos en tonos rojos y azules. Ejemplos inéditos para el visitante español son una talla de estalactita y un curioso grupo de máscaras y cabezas de alabastro, gneis, pizarra y hormigón fundido, que inauguran el recorrido. Aunque nunca abandonó las tallas, Moore acabó descubriendo que el bronce le brindaba más libertad para inventar formas. Como en el caso de su coetánea Barbara Hepworth, sus creaciones ganaron en tamaño a medida que el establishment y los numerosos encargos para esculturas públicas, ideales para romper la monotonía de la campiña inglesa, le ofrecían más y más posibilidades. "La diferencia entre modelar y tallar es que modelar es más rápido y proporciona la oportunidad de desprenderse de las ideas de uno", escribió en 1954.

La exposición invita a un paseo cronológico y temático por su obra, desde las tempranas piezas sobre maternidades, de plomo y cuerda amarilla (1938), que muestran de forma abstracta la conexión que se establece entre una madre y su hijo, o la más surrealista de 1953, una insinuación de violencia poco habitual en Moore. Otro aspecto recurrente son las formas externas/internas, la división de la masa sólida en dos piezas que quedan conectadas o relacionadas entre sí (Two Forms, 1936, The Helmet, 1940). Las figuras yacentes, inspiradas en las de los yacimientos de Chichén Itzá, fueron para el escultor una plantilla, un tema en el que encontró innumerables posibilidades para explorar la forma humana y evocar la fuerza y el poder de la tierra.

Uno de los ámbitos más intere

santes es el que compromete al artista con su tiempo; en él descubrimos al activista en su lucha contra el fascismo. La serie de dibujos de guerra que tomaron como modelo a los refugiados de la red de los túneles del metro londinense (hileras interminables de figuras yacentes) son tan valiosos como sus esculturas, y heredan toda la fuerza y el tenebrismo de un Goya o un Rembrandt.

La escultura Atom Piece (1963), al final del recorrido, aparece como una de las más controvertidas: una extraña forma, parecida a una medusa, ampliada a más de 3,5 metros para ser expuesta en la Universidad de Chicago, en la conmemoración del avance científico que se dio en 1943 cuando Enrico Fermi obtuvo la primera reacción nuclear controlada en cadena. Una de las obras de fundición fue adquirida por el Museo de Arte Contemporáneo de Hiroshima. En unos tiempos como los actuales, en los que la denuncia contra el horror sólo permite el consuelo de las palabras, resulta difícil observarla como un contraste entre la muerte activa y la vida contemplativa.

Henry Moore. CaixaForum. Marqués de Comillas, 6-8. Barcelona. Hasta el 29 de octubre. Comisaria: Anita Feld Man Bennet.

'Figura delgada yacente' (1979-1980), de Henry Moore.
'Figura delgada yacente' (1979-1980), de Henry Moore.

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