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TOUR 2006 | Una edición apasionante

Una marea de furor ético

Carlos Arribas

El viernes por la noche, satisfechos por el desarrollo de un Tour que, aparentemente, recuperó los sabores del viejo, del bueno, ciclismo, los mánagers de los equipos del Tour se reunieron animados por lo que les ha dado llamar el espíritu de Estrasburgo, la asamblea en la que decidieron la aplicación estricta del código ético. Una especie de doble ley antidopaje que regula dentro del ProTour las relaciones de los equipos entre sí y con los corredores, lo que supuso, de entrada, que el Tour se quedara sin sus grandes favoritos -Ullrich, Basso, Mancebo- y sin el equipo Astana, de Vinokúrov, al completo.

"Gracias a aquello, hemos tenido el Tour que hemos tenido", exclamaban en la reunión los más exaltados de entre los mánagers, los defensores de la línea dura. "Ha sido una limpieza que nos ha hecho recuperar imagen ante la sociedad, que ha provocado un Tour competido, con desfallecimientos humanos y tremendas resurrecciones. Y ahora tenemos que seguir así. Tenemos que seguir el ejemplo del T-Mobile, que ha expulsado a Ullrich y Sevilla del equipo. Los demás conjuntos con corredores implicados en la lista de Eufemiano deberían dar el mismo paso. Tenemos que comprometernos entre nosotros para que ninguno de ellos vuelva a correr...".

En medio de tal ambiente, que algún asistente ha comparado al de una ceremonia de linchamiento o de caza de brujas, las llamadas a la coherencia y al sentido común fueron escasas y despreciadas. Hubo quien recordó que mientras no haya sanción deportiva, o un positivo, o una confesión de dopaje, o una decisión judicial, no se pueden rescindir contratos; hay quien dijo que los abogados de los corredores se están frotando las manos pensando en las reclamaciones millonarias que podían llevar a cabo; hubo quien trató de explicar que los enemigos en la lucha contra el dopaje no son los deportistas que hacen trampas, sino el sistema, el montaje que vive de las trampas de los atletas, y que, por lo tanto, sería verdaderamente irónico, y triste, un escenario, muy probable, en el que el equipo de Eufemiano saliera libre en el proceso penal en que está inmerso, y en el que decenas de ciclistas, cada uno con un grado de implicación distinto, algunos inocentes, terminaran condenados antes de tiempo. Nadie quiso oír las voces que no iban con la mayoría.

También quisieron oír, algunos con aprensión, los rumores que hablan de nuevas listas de corredores implicados, temor desmentido por el letargo que vive el proceso judicial, afectado por la temporada vacacional de jueces, fiscales y policías. Mientras tanto, las federaciones española, francesa e italiana se alinearon ayer con los organizadores de la Vuelta, el Tour y el Giro, y en contra de la Unión Ciclista Internacional, pidiendo el desmantelamiento del Pro Tour. Ello no significa que las tres grandes estén libres de la marea de furor ético que barre el ciclismo y quieran abolir un código ético que termina funcionando como una ley de cartel, todo lo contrario. La Vuelta, que comienza el último sábado de agosto, tiene, por otra parte, un mes para manejar la patata caliente que tiene encima de la mesa, la participación del equipo Astana, de quien aún la comisión de licencias del ProTour no ha decidido nada.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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