Otra vez la guerra de las viñetas
Un vídeo tremendo
Es milagroso que la vesania de ETA haya conseguido que gentes tan distintas como Fernando Savater y María San Gil se consideren amigos, por lo que en favor de la concordia nacional no hay mal que por bien no venga
No cabe duda de que María San Gil, presidenta del Partido Popular vasco, desea con toda su alma el fin de ETA, pero quizás alberga con idéntica firmeza el deseo de que se erradique el socialismo, al menos en el País Vasco. Todavía se recuerda su bien armada mirada de despectivo desdén a Patxi López, líder del PSE, en el prólogo a su primera reunión institucional, como si éste no tuviera derecho a formar parte del arco parlamentario vasco. Ahora ha presentado un vídeo de esos de necia manipulación partidista, que culmina con la viñeta que funde la serpiente terrorista con la rosa socialista, una serpiente, por cierto, a medio camino entre el áspid clásico y la paloma de la paz. ¿La excusa? Que esa imagen proviene de Gara. ¿Y desde cuándo el PP vasco da crédito a lo que publica ese periódico? Desde que le interesa demostrar que PSOE y ETA vienen a ser lo mismo. Es decir, desde que intentan evitar por todos los medios que Rodríguez Zapatero consiga terminar de una vez por todas con la pesadilla etarra.
Hipótesis estrafalaria
Supongamos que lo que dure esta legislatura el partido en el Gobierno alcanza un acuerdo de paz con los etarras, que éstos deponen las armas, que Batasuna condena la violencia, que ETA se deshace como un flan y promete un calendario de entrega de sus arsenales, etc. Todo iría sobre ruedas en ese asunto y, siendo optimistas, digamos que en cosa de un par de años se habría resuelto el problema. Y supongamos que el PP gana las próximas elecciones con todo ese proceso prácticamente finiquitado. En tal caso ¿se sentiría o no vinculado, por utilizar la patosa artillería de Rajoy, con ningún acuerdo que alcance el (actual) Gobierno con ETA fruto de una negociación política con la (ya inexistente en la hipótesis) banda terrorista? Y si prefiere seguir desvinculado, ¿qué haría? ¿Devolver las armas a ETA, incitar a la banda a proseguir su actividad, designar a Vitoria como capital de Estado español, encarcelar a los doscientos mil votantes de Batasuna en sus buenos tiempos? ¿Qué barbaridad haría?
Israelitas de todos los países
Hermann Tertsch nos advertía en estas mismas páginas que Israel podrá equivocarse, pero nunca permitirse perder una guerra, porque le va la existencia en ella. Como a todo quisque. Pero ¿qué es Israel? ¿Un sueño problemático o, ahora mismo, el coma profundo de un guerrero a lo Ariel Sharon? Israel con matices, sí, a lo Mario Vargas Llosa. Si los nazis, en Varsovia, mataban a una veintena de judíos por cada alemán ejecutado, aquí se trata de lo mismo: una desproporción que confunde supervivencia con fastuosas demostraciones de poder armado. Como semita, por la rama chueta, dudo de que el pueblo palestino rinda culto a la muerte y multiplique la tragedia. Y semita o no, las cuentas es que no salen. ¿O es que alguien cree todavía que el antisemitismo es el problema?
Memoria
Lo diré sin rubor, aunque con recato. Mi padre era sindicalista (un respeto), teniente de alcalde del ayuntamiento de Valencia en la Guerra Civil, no lo fusilaron de inmediato porque consiguió escapar, oculto en la casita de un hermano suyo que, finalmente, lo denunció. No viví nada de aquello, naturalmente, pero sé que eran pandilleros falangistas los que iban a buscarlo a la casa de Benimàmet para decirle a mi madre que si lo encontraban el pedacito más grande que dejarían de su cuerpo (menudo, a juzgar por las fotos) no sería mayor que una uña. No lo encontraron, fue delatado, como digo, tiempo después, detenido y condenado a muerte. Mi madre removió cielo (el arzobispo) y tierra (el capitán general) para implorar el indulto. No cometió delitos de sangre, simplemente era rojo, y no mucho, porque era de UGT. El indulto no le salvó de una prisión que afectó gravemente a sus pulmones. Le vi morir por todo aquello. Lo digo porque eso ocurría, según me han contado, años después de que terminara la guerra. Si les parezco irritado, atribúyanlo al calor.
Blasco Ibáñez
Entre Calatrava, Sorolla y Blasco Ibáñez, creo yo que perdurará la figura de ese escritor de mesaza de noche empeñado en vivir en sus carnes, abundantes, las aventuras de su pintoresca escritura. La arquitectura no es móvil y los paisajes, tan valencianos, de Sorolla son arqueología pictórica. De Calatrava nada diré, pues ya dice él lo bastante con lo suyo: sorprende que su propia reiteración no le abrume. Pero Blasco Ibáñez es más que el nombre de una avenida inconclusa. Es también la impostura del cosmopolitismo impreso en tiempos de carencia. Y perdura incluso en la Mostra de Cinema del Mediterrani en el año seis del siglo veintiuno.
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