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Columna
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Carnicería y pesquero

Las víctimas y la devastación de Beirut y otras ciudades libanesas no son más que una mierda para el señor Bush, según sus propias palabras. El señor Bush le da cuerda a la aviación israelí, para que continúe haciendo saltar por los aires los despojos de escolares, vendedores de artesanía, templos, comercios, amas de casa, carreteras y resistentes. Los vicarios del señor Bush se han cepillado todos los derechos humanos y el internacional, y han caligrafiado en las vísceras de la inocencia el vademécum del terrorismo de estado, mientras la Unión Europea sufre los sofocos del calor y de una complicidad detestable. El señor Bush da sopas con honda, a cuantos se le pongan por delante, en materia de secuestros, de guaridas secretas para la tortura y el degüello, mientras hace de Guantánamo un imperio de infamias. Consecuentemente, no debe sorprendernos que el PP pretenda que el Congreso condene a Hamás y Hezbolá, mientras Israel se va prácticamente de rositas. Ya es más que notoria la sumisión del PP al señor Bush, para que alguien se extrañe de una pretensión así. El PP -qué fatal coincidencia- comete además el mismo desatino que cometieron los nazis al utilizar el término antisemita, porque tan semitas son los árabes como los judíos, en su acepción bíblica, y a la luz de la RAE. Últimamente, como andan tan azarados y aún sin asumir sus derrotas, no dan ni una en el clavo. Ni en el clavo, ni en el Parlamento Europeo, ni en el Congreso, ni en las Cortes valencianas. En las Cortes valencianas quieren echar el cierre por vacaciones, cuanto antes, y eludir sus responsabilidades, como si al bañador aparte de sus vergüenzas, fuera a cubrirles también sus hipotéticas deficiencias, de cara a las investigaciones del grave accidente del metro, y cuya comisión procederán a desmantelar lo más rápidamente posible, como si fuera un mero trámite. Cuanta torpeza y cuanto temor, porque una huida tan ostensible le resulta intolerable, no sólo a la oposición, sino a un amplio sector de la ciudadanía, que volverá a ponerlo sobre el tapete. Y lo sucedido no va a resultar nada fácil de olvidar. Julio esta siendo un mes duro, denso, despiadado y abierto al exterminio, al otro lado del Mediterráneo. El cronista contempla un panorama abrupto y ardiente: el sol y las bombas israelíes abrasan. Pero de aquella a esta orilla, ambas tan bellas, hay un punto de esperanza a unas 15 millas de Malta. Qué insignificantes e inútiles parecen, en demasiadas ocasiones, gobiernos y diplomacia, cuando un grupo de pescadores ponen sobre la cubierta de su barco, la conciencia, la solidaridad, la bonhomía y 51 inmigrantes recatados de la muerte. Durante días, esos pescadores, de El Campello, de Santa Pola y de otros lugares, han compartido con los subsaharianos el pan y la zozobra y la amistad y la incertidumbre y las inclemencias y el respeto a la vida. Decididamente, al cronista que lo dejen de ministros, de consellers, de diputados, de concejales, y de otras piezas de mucho cuidado. Con gente como esos pescadores, donde sea.

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