Duro retorno al pasado
Una expedición recrea la vida de los balleneros vascos en Terranova durante el siglo XVI
"Ha sido emocionante y duro a la vez. Teníamos la comida racionada y había días que navegábamos hasta 14 horas. Cada jornada debíamos buscar un lugar para dormir. Hemos pernoctado en cabañas de pescadores, en la playa...", relató ayer recién llegado, en San Sebastián el bertsolari Jon Maia, uno de los componentes de la expedición que se ha desplazado a Canadá para estudiar y recrear la vida de los balleneros vascos en el siglo XVI.
A principios de junio siete vascos del siglo XXI cambiaron los pantalones vaqueros por atuendos propios de hace 500 años, se avituallaron de alimentos básicos en aquella época y se embarcaron en Quebec en la réplica de una chalupa de hace cinco siglos. ¿El objetivo? Conocer de primera mano el modo de vida de los cientos de antepasados que se dedicaron a la caza de la ballena en las aguas de la Península canadiense de Terranova y Labrador.
El germen de esta aventura se remonta a 1565. Aquel año, el ballenero vasco San Juan, al que acompañaban seis chalupas, se hundió en aguas próximas al pequeño pueblo de Red Bay. Hace tres décadas, el Gobierno canadiense decidió invertir en un proyecto científico que pasó por sacar el galeón del mar para su investigación. Entre la nao y el fondo los arqueólogos encontraron, bien conservada, una de las chalupas.
El centro de investigación y construcción de embarcaciones tradicionales Ontziola, ubicado en la localidad guipuzcoana de Pasaia, se hizo en 2004 con los planos de la chalupa. Desde entonces ha construido dos réplicas de ocho metros de largo y dos de ancho.
A bordo de una de ellas, Beothuk, han navegado los miembros de la expedición, a remo o a vela, desde Quebec hasta Red Bay. Les acompañó un indígena de la tribu Mi' kmaq. En seis semanas recorrieron 700 millas y recalaron en las más importantes estaciones balleneras vascas del siglo XVI.
"Fue un largo viaje geográfico e histórico", subrayó Maia. De la presencia allí de los vascos dejan constancia "un montón de toponimia" en euskera y las "historias orales" que todavía pasan de una generación a otra.
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