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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El bautismo de Rosneft

Las acciones de Rosneft, la gran petrolera estatal rusa, cotizan ya en los mercados de Londres y Moscú. La reclamación judicial de Yukos, la petrolera rusa del magnate Mijaíl Jodorkovski -encarcelado por Vladímir Putin-, presentada en Londres, sostenía que la oferta pública de venta de acciones era ilegal, puesto que parte de los activos de Rosneft eran robados. Precisamente los de Yukos, que Rosneft compró en una subasta "opaca e irregular" tras el encarcelamiento de Jodorkovski. El juez William Charles rechazó la reclamación, y la privatización parcial de Rosneft -el 14% de la compañía, valorada en 63.000 millones de euros- ya es un hecho.

El problema que plantea Yukos roza la fibra moral de las reglas del capitalismo. El Gobierno ruso metió en prisión a Jodorkovski por razones no demasiado claras; después se quedó con su imperio económico y la mejor parte de ese imperio -la empresa Yuganskneftegaz- fue vendida a Rosneft. Las condiciones de la venta tienen la transparencia habitual que acompaña a los grandes negocios en la era Putin, es decir, más bien poca. Así que un activo que se vende en el mercado tiene su origen o una parte de él en una decisión jurídica poco presentable -el encarcelamiento de su propietario-, seguida de una expropiación harto discutible y continuada con una venta en condiciones oscuras.

La pregunta es si basta la sentencia de un juez británico para borrar la cadena de presuntos expolios que situó Yuganskneftegaz en Rosneft; dicho de otro modo, si la irrupción en la Bolsa de las acciones de la petrolera lava tales expolios y confiere legalidad y legitimidad a la nueva propiedad. Los inversores, entre los que se encuentran petroleras como BP o bancos de inversión como Goldman Sachs o Barclays, creen que sí.

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