Víctimas de...
El desconsuelo que produce la muerte de los seres queridos exige especial cuidado al escribir sobre el accidente del Metro. De ninguna manera querría herir todavía más a los que penan por la pérdida de sus muertos o se recuperan de sus heridas. Con todo, quisiera acertar en comentar el uso que los responsables de la Administración valenciana han hecho del término "víctima" con ocasión de lo sucedido.
Las palabras tienen significados literales pero toda expresión tiene también límites borrosos de aplicación. Como si a su uso, más allá de lo obvio, le acompañara una neblina que no ayuda a comprender, sino a oscurecer los asuntos. El arte saca provecho de esa característica de todo lenguaje, pero cuando se trata del derecho, la política o la sociología conviene precisar y regimentar el uso de los conceptos para evitar el desatino. Ocurre, sin embargo, que "víctima" se ha convertido en un vocablo demasiado ambiguo en el actual vocabulario político. Sin duda, ésa es una consecuencia imprevista más del sanguinario terrorismo de estirpe étnica que hemos sufrido.
En cualquier caso, es llamativo cierto uso de ese término tras el terrible accidente. Mariano Rajoy declaró recién llegado a Valencia que lo primero y principal era una solidaridad completa con las víctimas, que ese era el sentido de su visita. La misma vaga apelación a "las víctimas" ha sido constante por parte de los responsables de la Generalitat o de la vehemente alcaldesa. Y al cabo, se da la paradoja de que no sabiendo muy bien qué es ser víctima -o quienes lo son del accidente- tanto se enfatice la solidaridad con las mismas, obviando lo que no sea puramente sentimental o las indemnizaciones dinerarias. Sobre este fondo el PP pronto ha denunciado a "los que empiezan a utilizar los dramas humanos a nivel político"; es decir, pretende evadir o minimizar la discusión sobre el buen estado y seguridad del Metro y se resistió, en principio, a una investigación parlamentaria del suceso.
Ahora bien, solidarizarse con las víctimas es, en cierta manera, absurdo. Pues en un sentido llanamente inteligible las víctimas son los muertos y los heridos. Y a unos de nada les sirve la solidaridad, porque al ya no estar nada pueden recibir; mientras que a los que se restablecen lo que les importa es su pronta y completa curación, además de las indemnizaciones que les correspondan. Cierto es que, en un sentido derivado, víctimas son todos los afectados por el suceso, pero justamente en este punto es donde empieza la neblina que algunos aprovechan en su favor. Pues grados de afectación hay muchos y no es lo mismo estar muerto o herido que haber perdido a un familiar próximo o ser víctima de la angustia cada vez que ahora se coja el Metro. Cabe insistir: sin el primer tipo de víctimas -los muertos y los heridos- no existirían, o serían superfluos, los otros sentidos del término.
Por supuesto, un sistema de indemnizaciones es necesario. Sí, la Generalitat se ha mostrado diligente en este aspecto. Pero el castellano permite añadir la partícula "de" para indicar el agente o la acción victimarios. De la misma manera que no es lo mismo ser víctima de un tiro en la nuca que de una estafa, no es lo mismo ser víctima de un error humano o de una irresponsabilidad inversora y de gestión en el servicio público de transporte. Al hablar de víctimas sin más, al disolver y confundir los distintos grados de afectación lo que se quiere eludir es la pregunta: "¿De qué o de quiénes han sido víctimas los muertos y heridos del Metro?". Esa es una pregunta por la imputación del suceso y, por tanto, supone discernir las razones y las causas del mismo. Pero en cuanto lo ocurrido ha sido un accidente en un servicio público tal pregunta y su discernimiento debe darse en ese ámbito, en el público, y, por ello, la discusión y actuación políticas son ineludibles. Al insistir sin más en la solidaridad con las víctimas se pretende que la compasión ocupe de tapadillo, y ocluya, el lugar de la justicia y la responsabilidad política. No negaré la necesidad de cuidarse del alma de los supervivientes, en forma de ayuda psicológica o de oraciones sacerdotales para quien las requiera. Pero en el futuro sería muy deseable tener la garantía de no jugarse la vida o la mutilación una vez pagado el billete de un servicio público de transporte. Bastante más deseable que la solidaridad post mortem o las oraciones que sólo a algunos sirven.
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