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Reportaje:

¿Dónde está la Brigada Antiterrorista?

Los ciudadanos de Bombay se sienten frustrados con una policía y un servicio secreto que fracasan por enésima vez

Cinco días después del mortífero atentado contra los trenes de cercanías de Bombay, capital económica de India, la policía seguía ayer dando palos de ciego en busca de los responsables. La frustración crece entre unos ciudadanos que se sienten indefensos y están hastiados de la inepcia de los poderes públicos. La retórica oficial sobre el inquebrantable espíritu de Bombay y sobre la inminente captura de los terroristas o sus cómplices suena a hueco a una población que infructuosamente reclama eficacia. La propia policía de Bombay no sabe ni dónde está la sede de la Brigada Antiterrorista (ATS) en la ciudad.

Bombay ha mostrado nuevamente el talón de Aquiles de su seguridad, explotado a placer por un terrorismo que se mueve a sus anchas en un país secular, multicultural, hundido en la burocracia y habitado por 1.100 millones de personas. El atentado múltiple del pasado martes -con 181 muertos, según las cifras que varían día a día, y unos 700 heridos- es sólo el último de una larga serie en la ciudad que se ha llevado por delante más de 500 vidas desde marzo de 1993, cuando otra ráfaga de 13 explosiones coordinadas contra lugares públicos (bancos, oficinas de compañías representativas, la Bolsa) dejó en una sola jornada 257 muertos. La facilidad con que los autores de la atrocidad del 11-J se han movido sin ser detectados en la segunda ciudad de Asia también ha dejado de ser una sorpresa para convertirse en motivo de ira popular.

Sigue habiendo redadas nocturnas en las que se detiene a cientos de personas

Los ciudadanos se sienten inermes, pillados entre la determinación de los terroristas y la flagrante ineptitud de una Administración que se gasta en 16 coches de relativo lujo para los ministros del Estado de Maharashtra, cuya capital es Bombay, los presupuestos que no tiene ni siquiera para uniformes policiales, por no hablar de equipo y material de investigación. "Es indignante. Dedican una fortuna a coches y a los ciudadanos que nos zurzan", dice un verbo furibundo Vibha, una estudiante. "Estoy harta de estos políticos".

Los agentes siguen haciendo redadas nocturnas para llevar a comisaría a cientos de personas con la esperanza de que alguna de ellas les permita descubrir una pista sobre los autores. Ocurrió el sábado en Mahim, una de las localidades en que estalló el martes uno de los siete trenes. El jueves, otra redada masiva en la barriada musulmana de chabolas y absoluta miseria de Ambujwadi permitió retener para más interrogatorios a una docena de estudiantes presuntamente vinculados con un grupo islamista radical. "¿Por qué siempre somos nosotros los sospechosos?", se pregunta un vecino, pura encarnación de la miseria.

La policía de Bombay, habituada a tratar con la delincuencia y el matonismo mafioso de esta ciudad de inconcebibles extremos y 18 millones de habitantes en su área metropolitana, no ha hecho la menor adaptación a la amenaza terrorista. Uno de los dos agentes de la Brigada Antiterrorista que esta semana iban a hacer un curso especializado en Estados Unidos, se quedó en Bombay porque era elemento clave de ATS para la presente situación. Encontrar la propia sede de la brigada puede convertirse en una odisea de dos horas en la vorágine de la ciudad, rebotado el periodista de una comisaría a otra por agentes indolentes, arrumbados en torno a televisores y teléfonos que no funcionan. Incluso llegado ante el edificio en que verdaderamente se aloja la ATS, el policía de la puerta dice con tanta ignorancia como amable sonrisa no saber nada de la brigada y remite, equivocadamente, al extraño a otro centro policial a varios kilómetros.

Un reportaje emitido por televisión demostraba la pasmosa ineptitud, pasividad y falta de moral del servicio de guardacostas, que como si fuese una oficina cualquiera libra los domingos. Los reporteros transportaron una caja de contrabando, desembarcada a plena luz del día en una playa a 400 kilómetros de la ciudad, hasta la misma Puerta de India, el monumento más emblemático de Bombay, objeto de un atentado con coche bomba en agosto de 2003. Aquel ataque y otro simultáneo en un mercado costaron 52 vidas. Idéntico ejercicio realizaron dos periodistas de un diario local, que se aprovisionaron de dinamita entre pescadores que la usan para pescar, a sólo 75 kilómetros de la ciudad. Una estudiante de arquitectura reconoció en las fotografías mostradas en televisión a uno de los sospechosos, con el que creía haberse cruzado en la estación de Jogheswari. Llamó a la policía: "No me hicieron muchas preguntas ni me tomaron datos".

"No habríamos llegado a este estado si nos hubiéramos espabilado en 1993, cuando el extremismo empezó a echar raíces", dice el general retirado Ashok Mehta. "Hay que profesionalizar los servicios de información y la policía. Tener mejor coordinación entre las fuerzas de seguridad externas e internas. Hay que reformar a fondo nuestro sistema legal".

Las redadas a ciegas de estos días más que dar seguridad, irritan a una población dolida porque ninguno de los detenidos y juzgados en los siete atentados graves habidos en Bombay desde 1993 ha sido todavía condenado, algunos porque la vista sigue pendiente y otros porque los jueces los pusieron en libertad por falta de pruebas. Ajeno a los irrefutables antecedentes de fracaso, Vilasrao Deshmukh, jefe del Gobierno de Maharashtra, dice: "Las investigaciones avanzan satisfactoriamente y puedo asegurarle que vamos a detener muy pronto a los responsables".

También jalea el ministro principal el tópico de Bombay como ciudad de resistencia, urbe magna y caótica que sale una y otra vez adelante ante cualquier desafío. "Es el espíritu de Bombay: hay que seguir", subraya. "Ése es el espíritu de Bombay". Un pequeño empresario que perdió a uno de sus trabajadores en los atentados está en el otro extremo de la retórica de los políticos. "Mi espíritu ha sido machacado", confiesa. En los trenes que siguen recorriendo de norte a sur la línea atacada la pasada semana, viaja la resignación, expresada por un estudiante: "No es el espíritu de Bombay, es que no hay dónde ir".

Familiares de una de las víctimas de los trenes de Bombay se despiden del cuerpo antes de la cremación.
Familiares de una de las víctimas de los trenes de Bombay se despiden del cuerpo antes de la cremación.ASSOCIATED PRESS

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