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El sindicato vertical y el tercio familiar

Además de coordinar las distintas actividades del incipiente y activo movimiento obrero para hacer frente al régimen, ¿de qué se debatía en esas numerosas reuniones que aglutinaban a tan diversos integrantes de la Comisión? En la segunda mitad de los años sesenta, uno de los debates que estaba más vivo discurría sobre la conveniencia de luchar contra el sistema desde dentro o si era más revolucionario dejar que éste se pudriera.

La posible participación en el sindicato vertical o en los ayuntamientos a través del único canal representativo, el tercio familiar, fue una de las principales preocupaciones que se dieron entonces. Las conclusiones fueron también diversas y algunos grupos decidieron participar en las instituciones franquistas frente a otros que desistieron.

"Yo recuerdo que en Zarautz algunos decidieron participar. Y lo hicieron por vez primera en las municipales de 1967", recuerda Alberto Aguirrezabala, entonces militante de ETA Berri y miembro de la Comisión provisional. "Teníamos veinte años y, aunque esto estaba al margen del movimiento sindical, como entonces todo se mezclaba, los interesados en la política participábamos en política para meter a gente en los ayuntamientos. En Zarautz fuimos a las asambleas a apoyar a las personas inquietas que querían participar, para que lo hicieran. Sé quiénes eran los que entraron elegidos por el tercio familiar".

Pero, ¿se notó algo su presencia, resultó útil? "Yo creo que no", rememora, Aguirrezabala. "¡Hay que ver lo que hoy manda un alcalde!, pues imagínate lo que mandaba entonces siendo jefe local del Movimiento". Y añade que, aunque pueda ahora parecer una ingenuidad, "entonces la política era así". "Asistir a los plenos era un acto revolucionario porque nadie sabía que se podía ir y, si ibas, te fichaban al desconfiar de los motivos de tu asistencia". Aguirrezabala junto a otros cuatro compañeros iban a las sesiones plenarias porque "era un acto de presión".

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