El planeta Materazzi
Nos estaban pasando cosas muy raras para que no hubiese una razón gorda que nos explicara el porqué. Ya nada es lo que parece, nuestras certezas se van evaporando como el nuevo alquitrán de la M-30, calentorras, a más de 40 grados al sol. El otro día pudimos saber porqué, aunque para la respuesta vamos a tener que esperar hasta septiembre. Resulta que, según publicó el periódico el miércoles, los astrónomos buscan una nueva definición de planeta. Tanto nadar para luego no saber en qué mundo vivimos, ni cómo se llama el suelo que pisamos. ¿Y si la Tierra no fuese ni siquiera eso, un planeta? ¿Y si fuéramos otra cosa? No habría Estatut que arreglara esto.
Ahora se explica todo muy claro, aunque ciertas cosas las veamos borrosas. El mismo día que leía esta noticia que me puso a temblar, miré al cielo. Pero fui incapaz de encontrar respuestas. No por nada, no porque me hallara perdido en mitad de una crisis de identidad grave, qué también. Sinceramente creo que en la confusión influyó más la capa de polvo africano aderezado con nuestros inauditos niveles de contaminación que cubría entonces el maltrecho cielo de Madrid.
Me entristecí al comprobar que con tanta excavación digna del Viaje al centro de la Tierra, nuestro cielo ha abandonado su luminoso esplendor para quedar preñado de una posmoderna porquería entre gris y marrón que lo arruina por culpa de las obras. Pero como la vida está llena de vaivenes, me alegré en cambio por Julio Verne porque ha cerrado otra de sus visionarias profecías literarias gracias al Ayuntamiento. Algún día alguien entrará en la boca del metro y aparecerá en Australia, sino, al tiempo.
La transfiguración del color azul es una de las claves de los nuevos hallazgos. Habrá desaparecido el tono en la paleta de esta ciudad, pero se ha transformado en otras cosas. Al parecer, los científicos de la Unión Astronómica Internacional buscan una solución que ayude a clasificar diferentes objetos celestes dentro y fuera del sistema solar. Llevan tiempo en ello, pero, sin duda, les ha debido despistar más si cabe la irrupción en el cosmos de una figura vestida de azul -o azzurro, como prefieran- que se acordaba machaconamente de la madre y la hermana de Zinedine Zidane.
Sin duda, la reacción del otro, también les debió dejar atónitos, con ese cabezazo en el pecho, en plan Mihura. Alguno debe estar pensando que los niños que Zinedine va a formar en la cantera del Real Madrid a lo mejor vale más entrenarlos en las Ventas que en Valdebebas. Luego, toda la catarata de tinta que ha manado a favor y en contra, ha debido abrumar a los eminentes astrónomos con más dudas. Sin embargo, ese episodio entre bíblico y de patio de colegio nos puede esconder en sí mismo la nueva identidad cósmica. A partir de ya podríamos empezar a llamarnos planeta Materazzi. Así, ciertas cosas se explicarían mucho mejor.
Lo primero y más urgente, de qué estamos compuestos. Qué nuevos elementos acompañan nuestros estados sólidos, líquidos y gaseosos. Por lo que se ve caminando por la ciudad, saltan chispas difíciles de clasificar. Fenómenos extraños que le arreglarían la temporada a Iker Jiménez. Pero si traspasamos las fronteras, todavía más. El nacionalismo ha contagiado toda la galaxia. Esta vez no tiene la culpa ese sentido cavernario que mueve a los abertxales a reivindicar la tribu. Esta vez ha sido la tecnología. Resulta que los científicos han encontrado cuerpos en el sistema solar que por algunas de sus características exigirían entrar en la categoría planetaria. No se sabe cómo quedarán los satélites o los asteroides porque los hay que son hasta más grandes que los planetas a los que pertenecen.
A ver qué dice el PP, a ver si para esto aceptan implicarse en un consenso o sacan a su millón y medio de extras -la cuenta les debe cuadrar así sólo en el sistema métrico del planeta Materazzi- a la calle. La sola idea de que surjan ahora unos extraterrestres pidiendo su Estatut porque unos científicos se encaprichen es que me quita el sueño. Pero sin duda, lo que más debe excitar a los defensores de las esencias y de la España de hormigón armado son otros aspectos del planeta Materazzi.
El jugador italiano, inspirador filosófico de esta nueva dimensión, les ha dado bien de coartadas con sus excusas después del altercado con Zidane. Por ejemplo, que él es muy inculto y no sabe lo que quiere decir terrorista ni islamista. Perfecto, genial, ni Acebes, ni Zaplana, ni Esperanza Aguirre, ni Josemari llegaron nunca tan lejos. La fabulosa realidad virtual del planeta Materazzi, con su código limitado de conocimiento, no admite el término "islamista" dentro del sistema. A lo mejor, que diría el mítico ex portavoz del Gobierno y ex alcalde de Benidorm, sólo se puede sustituir por ETA o similar con los verbos que suelen acompañarla desde el 11-M: "Ha sido ETA" o "Fue ETA", siempre a elección del usuario paranoico de turno.
Qué chollo Materazzi. Ya le pueden ir ofreciendo la alcaldía de alguna isla balear para que le quede a mano o si no, un puesto asesor en la FAES.
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