Otra vez Buenos Aires
Ana María Campoy pertenecía a una legendaria estirpe de cómicos españoles que recorrieron el mundo hispano con su vasto repertorio dramático. La Campoy había nacido en Colombia por azar, durante una gira teatral, y tras intervenir en varias películas en España recaló en Argentina durante una gira, y allí se casó con otro heredero de cómicos españoles, José Cibrián. Ambos hicieron furor como pareja de teatro, cine y televisión. Cibrián murió hace cuatro años, y Ana María Campoy ha fallecido esta semana en Buenos Aires, al mismo tiempo que se estaba celebrando una muestra cinematográfica oficial del cine español realizado en Madrid. Han leído bien: sólo del cine financiado en Madrid. Pero ¿cómo pueden entender en Buenos Aires que La vida secreta de las palabras, película inaugural de dicha muestra, dirigida por la catalana Isabel Coixet e interpretada por la canadiense Sarah Polley y el estadounidense Tim Robbins, hablada en inglés y rodada buena parte en Irlanda, sea una película representativa del supuesto cine de Madrid? Quizás no se trató de un error sino de generosidad, pero en cualquier caso la sorpresa inundó pequeña sala.
Es curioso, ahora proliferan los esfuerzos políticos por fomentar una comunicación entre Argentina y España
En los prolijos discursos oficiales se habló mucho de la manera en que estas películas (madrileñas, por supuesto) han establecido lazos de unión entre ambos países, y citaron como paradigma a los cómicos implicados en ellas, algunos presentes y otros disculpados por su ausencia: Federico Luppi, la Sampietro, José Sacristán, los Alterio, Cecilia Roth, Assumpta Serna, Jorge Sanz, Fernando Guillén... Es curioso: ahora proliferan los esfuerzos políticos por fomentar una comunicación entre Argentina y España cuando en los tiempos de Ana María Campoy era tan espontánea y rotunda que no había dios que la parara.
Respecto a la Campoy, nadie parece ponerse de acuerdo ahora sobre su nacionalidad: en Argentina dicen que fue colombiana, y en España que argentina, como si no se pudiera rastrear su origen. Da igual de dónde procediera con exactitud, porque tanto los Campoy como los Cibrián, Serrador y otras sagas familiares de cómicos españoles, abonaron en América Latina un intercambio cultural que el tiempo acabó convirtiendo en escuela sin patria. De hecho, la propia Campoy dio clases de teatro hasta que se lo impidió la enfermedad: tenía 80 años a su muerte. En Buenos Aires o Montevideo, donde dejó huella eterna la gran exiliada Margarita Xirgu, los cómicos gallegos fueron reyes durante décadas.
Ahora, los gobernantes de uno y otro lado sueltan lugares comunes, especialmente huecos en boca del presentador contratado, sobre la alianza entre pueblos, culturas, ciudades y autonomías. Están descubriendo el Atlántico. Borrón y cuenta nueva. Olvidaron a sus antecesores en el mismo empeño, y a la actriz Ana María Campoy, símbolo coyuntural de lo que precisamente dicen pretender.
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