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Una antología muestra la riqueza y variedad de la obra de los primeros poetas norteamericanos

"Una noche me aburría y cansado discurría / sobre muchos y curiosos libros de la Antigüedad; / y mientras cabeceaba, escuché como una aldaba: / suavemente alguien llamaba a la puerta de mi hogar". Estos cuatro versos sirven de inicio a El cuervo, uno de los poemas más célebres de la literatura universal. Su autor, Edgar Allan Poe, acabó convertido en un despojo humano en las calles de Baltimore en 1849. Su muerte vino precedida de cuatro días de delirios provocados por el alcohol. Con anterioridad, Poe tuvo tiempo de renovar el panorama literario con sus relatos.

Su labor como poeta fue también importante. Poemas como El cuervo dieron cuenta de la pujanza de una creación libre de ataduras. La editorial sevillana Mono Azul acaba de sacar a la calle la antología Poe y otros cuervos. Primeros poetas norteamericanos. Antonio Rivero Taravillo se ha encargado de la traducción de unos poemas que muestran gran riqueza y variedad.

La antología incide en la obra de siete poetas. Se trata de Anne Bradstreet (1612-1672), Michael Wigglesworth (1631-1705), Edward Taylor (1645-1729), Philip Freneau (1752-1832), William Cullen Bryant (1794-1878), Henry W. Longfellow (1807-1882) y Edgar Allan Poe (1809-1849).

"Ésta es una antología de los primeros poetas norteamericanos, que son inicialmente los primeros poetas ingleses trasterrados en el Nuevo Continente; también podría haberse titulado en su mitad inicial Antología de la poesía puritana de Norteamérica. Los puritanos ingleses, que en un principio constituían sólo una tendencia dentro de la Iglesia de Inglaterra, a partir de 1633 y bajo la represión del arzobispo Laud se acercaron más a las tesis de Calvino", escribe Rivero en la introducción de la antología.

El libro permite descubrir que fue una mujer la primera escritora de poemas relevante en lo que siglos más tarde sería la primera potencia del mundo. Anne Bradstreet es "la primera de las poetisas norteamericanas o, en puridad, el primer poeta publicado (en este caso, mujer) de la Norteamérica anglosajona", señala Rivero. Bradstreet "debió de poseer una considerable obra inédita hacia 1649, conocida sólo de su círculo familiar y de amistades. Fue en aquel año cuando un cuñado suyo se llevó unos manuscritos a la metrópoli y, sin que la autora lo supiese, los hizo imprimir en Londres en 1650 con título tan grandilocuente como La décima musa recientemente surgida en América", agrega Rivero.

Y, a continuación, llegan los versos de Wigglesworth, con su continuo deambular en la búsqueda de Dios, y Taylor, que escribió su poesía para sí mismo y cuyos versos permanecieron olvidados hasta el siglo XX. Freneau simboliza el ímpetu romántico. Bryant dejó un legado liberal y antiesclavista. Longfellow alcanzó una popularidad enorme. Y de Poe todavía hoy se recuerda el estribillo que graznaba el cuervo de su poema: "Nevermore" (Nunca más).

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