'Minoria absoluta'
Si hay algo que a mí me gusta es escribir crónicas de sociedad y explicar si éste va elegante y sobrio y, en cambio, este otro no ha acertado con el traje. Pero mi desgracia es que no soy fisonomista. Si veo a Eduard Punset creo que es Art Garfunkel y si veo a Fabio Capello creo que es Manolo de la Calva, el de El Dúo Dinámico. Pero, como Blanche Dubois, confío en la bondad de los extraños. Siempre espero que en las fiestas a las que voy habrá algún ser caritativo que me diga quién es quién. Así que me planto en la entrega de premios del programa de radio Minoria absoluta, del que soy obrera. La cita es en el restaurante La Provença (ese que está en la calle de Provença y que antes era un Happy Books).
Los premiados son algunos de los políticos que durante todo este año han permitido a Toni Soler, Queco Novell y Manel Lucas hacer su exitoso espacio diario de sátira política. Lo sorprendente es que ninguno de estos políticos se ha querido perder el acto y ha encajado las críticas con una cintura que ya nos gustaría ver en el Parlament. Cuando llego, Miquel Iceta acaba de recoger su premio. "Todos confiamos mucho en ti", le digo, por si me cae algún cargo. Y él sonríe. Ahora, en el escenario, Caterina Mieras está agradeciendo el suyo. Dice que se ha dado cuenta de que "para un político es más fácil perder los papeles que traerlos", en referencia a los de Salamanca. Cuando baja, le digo que todos confiamos mucho en ella, por si me cae algún cargo (nunca se sabe, hoy estás aquí y mañana allí). Después le toca a Joan Carretero. "Mira quin bon rotllo", me susurra un chico. "¡El Felip Puig aplaudeix el Carretero!". Caramba, sí que es verdad. Qué ambiente de oasis catalán. Para terminar, sube al estrado Jordi Pujol, que recibe el premio al político Gran Reserva. El ex presidente se acerca al micrófono y saca el clásico papel de su bolsillo. Bromea con el hecho de que los de Minoria absoluta usan muchos cortes de su voz. "Diu que poseu allò del tites, tites...", exclama.
Una vez concluido el acto, me apuntalo en una columna y me pongo a hablar con el escritor Màrius Carol, miembro del jurado y, sobre todo, persona elegante. Estar al lado de alguien elegante y quedarse quieto es el mejor sistema para pillar canapés. El error que cometen muchos principiantes de la comida gratuita es perseguir a los camareros. Como experta, no lo puedo aconsejar. Es pan para hoy y hambre para mañana, porque los camareros te calan enseguida y al cabo de nada ya te esquivan. Lo mejor es no moverse, hablar con alguien que vaya bien vestido y hacer cara de asco cuando te ofrecen una bandeja. No hay que precipitarse en coger el canapé. Hay que esperar por lo menos 10 segundos y -sobre todo- decir "no, gracias" cuando te acerquen alguna croqueta, aunque te apetezca. Es un gesto muy rentable (que también se puede leer en clave política) porque, entonces, todas las bandejas vienen a ti. Este aspecto de la supervivencia en las fiestas será ampliado en mi libro de autoayuda Una mujer hambrienta, que publicaré en breve.
Cuando me topo con Carretero le digo que todos confiamos mucho en él. Paseo y pongo la oreja a ver qué se comenta. La frase más repetida, que suscribo, es que a los políticos les gusta que los de Minoria absoluta les den caña. Diviso a dos señores muy elegantes y, cuando le pregunto a Màrius Carol quiénes son, me explica que son guardaespaldas. Decido quedarme a su lado como una ladilla, para que me ayude a formarme una opinión. "Pujol va vestido de Pujol, no se equivoca nunca", me explica él. "Aunque cuando entró en el Gobierno aún llevaba esas camisas Ike y luego mejoró...". La gente de nuestro alrededor, que le oye, empieza a formar un corrillo. "¿Y como ve usted a Artur Mas?", le pregunta una señora. "Uf, lleva mocasines", decreta él con un rictus de dolor. "Y yo también los llevo, pero esto tenemos que abandonarlo. Hay que pasarse al cordón. Pero su esposa es guapísima...". Todos asentimos y el corro se hace más grande. "¿Y Carretero?", quiere saber un periodista. "Va espléndido", contesta Carol. "Parece salido de las Cortes de Cádiz". Los espectadores se agolpan a nuestro alrededor y me temo que pronto tendré que empezar a distribuir turnos de palabra. "¿Y Mieras? ¿Y Miquel Iceta?", le piden. "Mieras es la más moderna, aunque yo le pondría unos zapatos de tacón de aguja. Y en cuanto a Iceta... -vuelve a fruncir los labios en un gesto de dolor- tiene tendencia al guardapolvo". Razón no le falta. Iceta lleva una moderna y arrugada americana azul.
Doy una vuelta. En el patio, una periodista le comenta a una colega que ha entrevistado a Carretero y que se ha comportado de un modo muy serio. "Hija, por poco se me echa a llorar...", se queja. La otra sonríe. "Pues a mí, Mas me ha dado mucho jugo. Me ha dicho que sabía imitar una gallina y lo ha hecho". La otra abre los ojos. "Ay, pues gracias, voy a ver...". Pujol se para frente a un grupo de escritores y éstos le preguntan qué le ha pasado en el ojo, que lo tiene enrojecido. "Un cop de sang", dice él. "A l'escenari he fet la broma de que tenia un ull de vellut, però com que no es veia bé em sembla que la gent no ho ha entès". Una chica rubia que va por la tercera copa le dice a su marido: "Quin glamour... No tenim res a envejar als de Madrid... És que res de res. Si a Madrid ho veiessin, això...".
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